La basura se come la franja de Gaza

Las once de la noche. El olor putrefacto de basura quemándose empieza a penetrar en las casas de Deir al-Balah, en el centro de la franja de Gaza. A pesar del calor, su gente se ve obligada a cerrar las ventanas para evitar que las vías respiratorias se irriten con esa pestilencia proveniente del vertedero situado a tres kilómetros. Las familias que habitan a pocos metros de dicho vertedero viven un infierno.

“Sufrimos un gran problema. El olor, los mosquitos... son insoportables. A mi hija le han salido unos granitos rojos en la tripa y su padre está ahora en la clínica con ella”. Así explica una madre su vida al lado del vertedero del este de Deir al-Balah, preocupada porque no ve ninguna solución venidera. En el Día Mundial del Medio Ambiente, 5 de junio, desde la Franja de Gaza llaman la atención sobre la situación que padecen a diario.

La comunidad de gazatíes que viven y trabajan sus tierras cerca de las tres montañas de basura que existen en la franja de Gaza, y que hacen sus veces de vertederos oficiales, sufren el impacto social y ambiental de la acumulación de los residuos sólidos. El de Deir al-Balah es el único que constituye un relleno sanitario, un vertedero diseñado con protección para impedir la filtración de líquidos tóxicos. Sin embargo, la montaña de basura de Deir, operativa desde 1997 para una capacidad de 0,7725 millones de m3 de residuos, hoy alberga más de 1.600 millones m3.

Nafez es el padre de otra de las familias afectadas por la proximidad de esta montaña de residuos que puede divisarse a varios kilómetros de distancia. “Aquí viven muchas familias, todas están afectadas. Este vertedero está aquí desde hace muchos años. Yo recuerdo que cuando era niño era solo un agujero”, recuerda Nafez

Om al-Abed, una anciana del lugar, afirma que su marido apenas puede respirar, pero también denuncia otros problemas tan paradójicos como tener un vertedero descomunal al lado de su casa y no poder acercarse para tirar su propia basura. “No podemos acercarnos al vertedero por el peligro de ser disparados por los israelíes”, detalla la anciana señalando la cercana Línea Verde que separa la franja de Israel.

La franja de Gaza, con 365 km2 de superficie y 1,8 millones de habitantes, se enfrenta desde hace años a una crisis de gestión de residuos sólidos. En la franja hay tres vertederos oficiales, los tres aledaños a la peligrosa Línea Verde: el de Johr Eddik en el norte, Deir al-Balah en el centro y el de Sofa en el sur. Existen, además, decenas de vertederos no controlados que no cumplen con los requisitos básicos medioambientales.

“En toda la franja de Gaza se producen 1.600 toneladas de basura al día aproximadamente”, declara Abdelrahim Abulqumbuz, director del Departamento de Saneamiento y Medio Ambiente del ayuntamiento de Gaza. “Sufrimos un déficit del 70% en vehículos de recogida de basura. Utilizamos un método primitivo con carros tirados por burros o alquilamos camiones al sector privado. Debemos hacer varios turnos para que la basura no se acumule en las calles”.

A pesar de todo el esfuerzo y la campaña de sensibilización para evitar que los vecinos quemen la basura en los oxidados y agujereados contenedores de las calles, la población sigue prendiendo fuego a los residuos que se acumulan después de varios días. En los vertederos ocurren muy a menudo pequeños incendios, bien sea porque caen restos con brasas de los contenedores o porque, de forma espontánea, se produce una combustión ya que son lugares expuestos al sol.

Gestión de basura bajo el bloqueo

Mientras muchos países optan por usar tecnologías avanzadas para gestionar y tratar los residuos, la franja de Gaza solo puede permitirse pensar en crear rellenos sanitarios, aun así, con el bloqueo y el conflicto, todo es complicado.

“Los ayuntamientos de la franja buscaron una solución apoyándose en países y organismos donantes”, apunta Nur al-Madhun del 'Municipal Development Lending Fund' (MDLF), una organización semigubernamental a través de la cual la comunidad internacional apoya al sector público palestino.

Para la disposición de los residuos sólidos de la franja que son mayoritariamente restos de comida, plásticos, arena, pañales y desechos de jardín, se habla de extender los vertederos existentes.

“Según los estudios, aquí se necesitan dos vertederos más. El de Deir al-Balah debe cerrarse y estamos trabajando en ampliar el del sur de la franja de Gaza en Sofa”, indica al-Madhun. “Este proyecto es un ejemplo de la reconciliación palestina porque ambos gobiernos, el de Gaza y el de Ramallah, han cooperado”.

Ampliar la superficie del vertedero de Sofa presenta una importante cuestión: la escasa superficie que tienen ya de por sí los habitantes de la franja. El enclave costero es uno de los lugares más densamente poblados del mundo. Los responsables de llevar a cabo los proyectos chocan también con el bloqueo israelí: “Siendo optimistas podríamos pensar que recibiremos los camiones solicitados en unos tres meses, aunque UNRWA (Agencia de la ONU para los refugiados de Palestina) tardó seis meses en recibir los suyos desde el puerto israelí de Ashdod”, afirma al-Madhun.

Todo esto hace que el presupuesto adjudicado a un proyecto en Gaza deba ser siempre “ajustado” a la situación. “¿Quién paga las tarifas de tener cargamento esperando en el puerto de Ashdod?”, se pregunta al-Madhun.

Con el bloqueo sobre la franja, Israel impone su mecanismo para la entrada de material a Gaza, especialmente para el material de “doble uso” considerado por Israel como útil para fines militares. Esto ha hecho que MDLF no haya podido acordar la entrega de camiones que cumplan la normativa europea de emisión de CO2 'Euro 6'. Las restricciones israelíes afectan, asimismo, a la entrada de consultores internacionales.

“Desde 2014 y, especialmente en los pasados meses, los israelíes han limitado los permisos. Los cambios continuos de estas medias impiden que halla una planificación. No podemos planear para doce meses, sino para dos”, lamenta el ingeniero.

Medio ambiente y ocupación

Estudios realizados hace ochos años sacaron a la luz la contaminación con elementos físicos y químicos del agua subterránea en zonas cercanas a los vertederos. Los niveles de nitrato, cloruro o amoníaco sobrepasaban los estándares de agua potable o de riego recomendados por la Organización Mundial de la Salud y la Autoridad Palestina. Los vertederos en Gaza son también el destino para los residuos peligrosos, tales como pilas, baterías o desechos hospitalarios.

“La mayoría de los residuos sólidos en Gaza son orgánicos, lo que significa que con una gestión apropiada podríamos controlarlos”, señala Ahmad Safi, experto medioambiental gazatí. “Pero en 365 km2 no puede haber este estrés medioambiental”.

Safi dice que no es fácil sensibilizar medioambientalmente a una sociedad castigada por las guerras, pero está seguro de que no es imposible. “Primero hay que cambiar el sistema y luego sensibilizar” –afirma Safi– “hay que poner a disposición un sistema de reciclaje gratuito y sencillo para la gente”.

Este experto insiste en la necesidad de abordar la cuestión de la contaminación del suelo provocada por los residuos acumulados durante años. Las consecuencias y daños medioambientales pueden estar todavía por llegar. La responsabilidad, manifiesta, la porta Israel: “Israel dejó este tema medioambiental sin gestionar hasta 1993, año de los Acuerdos de Oslo”, denuncia Safi. “Es responsable de estos problemas y debería recaer sobre dicho país la responsabilidad de resolver esta crisis. Tiene la tecnología necesaria”.

Y añade: “La idea de que estas crisis es debido a 'nuestra naturaleza' y no debido al desplazamiento forzado de palestinos en 1948 ha sido difundida por Israel. Si no hubiera ocurrido ese desplazamiento, la población de Gaza ahora sería de unos 500.000 y no de 1,8 millones de personas, el 80% de ellos refugiados palestinos del mencionado año”.