La portada de mañana
Acceder
La declaración de Aldama: “el nexo” del caso Ábalos apunta más arriba aún sin pruebas
De despacho a habitaciones por 1.100 euros: los ‘coliving’ se escapan de la regulación
Opinión - ¿Misiles para qué? Por José Enrique de Ayala

Canceladas tres deportaciones 'in extremis': “En el CIE no recordaba la cara de mi hija”

La alegría explotó en el módulo cuatro del Centro de Internamiento de Madrid. El veterano Baydi Kane, encerrado en el CIE sin poder reconocer a su hija recién nacida, era libre. “¿Puedo despedirme de mis amigos?”, preguntó al funcionario de turno. A menos de 24 horas de la partida del macrovuelo de deportación que en un principio también iba a ser para él, sus compañeros le manteaban en el interior del lugar, “ese horrible lugar”, donde ha esperado durante los últimos 54 días.

Muchos de ellos iban a ocupar un asiento de ese avión. “Estaban mal, pero se alegraron mucho por mí. Mis amigos me cogían, me gritaban... Yo estoy más que feliz, pero muy preocupado por ellos”, reconoce el senegalés, sentado en uno de los bancos desperdigados por la estación de autobuses de Méndez Álvaro (Madrid). Acaba de salir del CIE. Su billete describe su destino: Granada. Su pareja, Leolinda. Su hija de 56 días.

“Por fin voy a ver su cara. No me acordaba de ella”. Baydi sonríe mientras observa un par de fotografías de la pequeña. Su edad supera en dos días la duración de su encierro en el CIE. Hasta el momento, solo ha compartido 48 horas con su hija. Después de salir del hospital junto a su pareja, tenía que viajar a Málaga -donde vive por motivos laborales- para recoger su pasaporte y, así, poder reconocer a la menor. Pero no pudo. La Policía le detuvo en la estación de autobuses por no contar con su documentación en regla, una falta administrativa.

Un cúmulo de recursos judiciales, sumado al trabajo de organizaciones sociales y a la presión mediática, ha logrado frenar la expulsión inmediata de Baydi, así como la de Modou, senegalés con una hija de 14 días. Como publicó eldiario.es, este último fue detenido el martes por la tarde en Barcelona para ser deportado el jueves en Madrid. Su repatriación se frenó este jueves tras la admisión a trámite de las medidas cautelarísimas presentadas por su abogado a contracorriente.

Por su parte, la defensa de Baydi también abrió varias vías jurídicas para que no fuese forzado a subir en el avión. Por un lado, el letrado presentó unas medidas cautelarísimas en los Juzgados de lo contencioso administrativo para suspender su notificación de expulsión emitida en 2008 por arraigo familiar. Tras ser admitida a trámite, su deportación ha quedado cancelada de forma temporal. Por otro, Baydi reconoce que solicitó asilo en un intento desesperado de permanecer en España. Aunque su petición será rechazada, esta gestión supone la cancelación temporal de su repatriación. Baydi iba a cumplir el próximo lunes el número de días máximo de estancia en un CIE. La jueza encargada de la instrucción, la misma que denegó su traslado a Granada para reconocer a su hija, firmó el cese de su internamiento para proceder a su expulsión en el vuelo de este jueves pero, como esta no podía materializarse finalmente, quedó en libertad.

Pero otros se quedaron. Decenas de senegaleses fueron forzados a subir en el avión.

Baydi, unas horas antes de subirse en el autobús de regreso a su casa, piensa en Pape. Su novia viajó de Galicia a Madrid para decirle adiós. O hasta pronto. “Ya he perdido la esperanza en el cese de su expulsión. Pero iré yo a Senegal para casarme con él en la Embajada de España”, explicaba Sheila a eldiario.es un día antes de la expulsión del hombre con el que comparte su vida desde hace cuatro años.

Un par de horas antes de la hora a la que estaba programado el vuelo, Sheila vuelve a responder al teléfono. “Bueno, no estoy muy bien... Estaba hablando con él por teléfono, aún sigue en el CIE. No sabe a qué hora le trasladarán al aeropuerto porque les han notificado diferentes horas de salida para un mismo vuelo. Es muy raro”, lamenta la gallega. Antes de colgar quiere decir algo: “Contad lo que ocurre ahí dentro: lo difícil que es hablar con los internos, no pueden ir al médico cuando quieren, la forma despectiva con la que se dirigen a ellos, la comida... Un día Pape se desmayó. La enfermera le dijo a un policía que necesitaba comer. Este le llevó unas 'galletitas'. La enfermera insistió: necesitaba comer. Entonces, cedió y le subió un bocadillo”, recuerda con indignación, atropellando una denuncia sobre otra. A las 19 horas de este jueves, la novia de Pape desconocía la hora de despegue del avión y si su pareja había llegado o no a su país.

Baydi se acuerda de Michael. Y Michael se acuerda de Baydi. “Han liberado a un compañero senegalés. A mí me acaban de dar una notificación de expulsión para mañana. Tengo tres hijos menores, mi mujer tiene la residencia legal, no me quiero ir, estuve en la cárcel pero ya cumplí mi condena, y tengo tres hijos... Necesito ayuda”, enumera por teléfono desde el interior del CIE de Aluche. Es nigeriano, por lo que sospecha que el vuelo de este jueves podría hacer escala en Senegal y continuar hasta Nigeria. “No detallaba el destino del vuelo, no especificaba si se trataba de un avión regular o fletado... No sé nada”.

La hora sí aparecía. 12:35 horas. Michael esperó con ansiedad. Cuando se acercaba el momento, observó cómo se llevaron a “muchos compañeros nigerianos y senegaleses”. Pasó la hora, nadie le llamó. “Sigo en el CIE. No sé por qué al final no me han expulsado, nadie me ha dicho nada. Me da miedo que me echen en cualquier momento”, reconoce. La incertidumbre sufrida por los internos del CIE ese repite en cada uno de los testimonios recopilados por este periódico.

Mientras Michael y Pope celebraban junto a Baydi su marcha del CIE de Madrid, Ousmane —nombre ficticio— era testigo de la entrada de “dos agentes de la policía de extranjería en su casa”. Desde Asturias, denuncia que preguntaban de forma insistente por otra persona de origen senegalés que ya no vive en ese apartamento. Les pidieron su documentación, no la tenían, y fueron trasladados a comisaría. Allí comprobaron que Ousmane no tenía emitida su orden de expulsión y pudo regresar a su casa. Su amigo se quedó en comisaría. “No sé dónde está, tiene el teléfono apagado”.

Desde la Campaña por el Cierre de los CIE sospechan que fue trasladado a Madrid con vistas al vuelo de este jueves. Aseguran que forma parte de “una estrategia” empleada por el Ministerio del Interior para llenar vuelos de deportación: a menos de 72 horas de la partida del avión, la Brigada de Extranjería de la Policía Nacional busca a personas originarias del país de destino que pueden ser expulsados.

Malas condiciones y desinformación en el CIE

“Los españoles no saben lo que hay ahí. Si lo supiesen, eso no podría existir”, reflexiona Baydi mientras espera la llegada de su autobús. “Es peor que la cárcel, no puedes hacer nada. No podíamos salir al patio porque están en obras. Ni sol, ni aire. Algunos policías son muy desagradables, son maleducados. Yo prefería quedarme en mi cuarto que bajar a la sala de estar...”, lamenta.

“No puedes ponerte enfermo por la noche, no te hacen caso. Tienes que esperar a la mañana para ir al médico. Igualmente, en general, cuando te duele algo, te dan un paracetamol. Esa es la solución para todo”, denuncia.

Kane es uno de los internos que permanecieron encerrados a la fuerza en su celda el pasado 1 de octubre. Había saltado un posible caso de ébola, que finalmente resultó ser una falsa alarma. El juez del juzgado de instrucción número dos de Madrid, Ramiro García, sentenció que aquel día la dirección del CIE “vulneró la dignidad de los inmigrantes” y actuó de una forma “discriminatoria”.

“¿Pero no nos encerraron por una manifestación en el otro módulo?”, pregunta soprendido tras escuchar lo que había ocurrido en realidad. “Recuerdo que nos dejaron sin desayuno y sin almuerzo, pero pensé que era por una protesta”. La perplejidad de Baydi demuestra que, como determinó el titular del juzgado, los internos no fueron informados de la cuarentena decretada por un posible caso de ébola. “Ahora entiendo todo... Por eso llevaban los agentes mascarillas y guantes azules. Cuando nos soltaron preguntamos qué había pasado y solo nos dijeron que era por nuestra seguridad”.