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THE GUARDIAN

Los cementerios de Túnez no dan abasto para enterrar a los náufragos del Mediterráneo

Foto de archivo del cementerio "Jardín de África" en la costa tunecina que da sepultura a quienes perecieron en su huida por el Mediterráneo Central.

Lorenzo Tondo / Marta Bellingreri

Sfax (Túnez) —

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Las autoridades de Túnez se están planteando la construcción de nuevos cementerios. El país se está quedando sin espacio para entierros debido a las decenas de cadáveres de refugiados que aparecen todos los días en la costa. Para las personas que tratan de cruzar hasta Europa por el Mediterráneo central, los tres primeros meses de 2023 han sido los más letales desde 2017, según las estimaciones de la ONU, con un número cada vez mayor de naufragios en embarcaciones repletas de solicitantes de asilo.

Los cadáveres, entre los que hay cuerpos de niños y de mujeres embarazadas, suelen aparecer en las playas de Túnez, donde los recogen y entierran. De acuerdo con las cifras de la Media Luna Roja en Túnez, solo en la región de Sfax se recuperaron más de 800 cadáveres el año pasado. En lo que va de 2023, ya han encontrado más de 300.

Para reducir la presión sobre los hospitales, hay funerales casi a diario. Los depósitos de cadáveres han superado su capacidad máxima y en muchos cementerios municipales se está agotando el espacio de enterramiento para refugiados, en su mayoría del África subsahariana.

“Debido a la afluencia de un gran número de víctimas, la capacidad de acogida de la unidad de Medicina Forense del hospital universitario Habib Bourghiba se ha superado en más de 170 cadáveres”, dice un comunicado de las autoridades de Sfax, que se ha reunido de urgencia con las autoridades sanitarias para encontrar “soluciones radicales” al problema. Entre ellas, “asignar rápidamente un cementerio a los inmigrantes y disponer de camiones frigoríficos para trasladar a los cadáveres, a menudo en descomposición”.

Más de 35.000 personas han alcanzado las costas italianas desde enero, una cifra que multiplica casi por cuatro la del mismo período en 2022, con un fuerte incremento en el último mes de las embarcaciones de refugiados que tratan de llegar a la pequeña isla italiana de Lampedusa, uno de los territorios más meridionales de Europa en el Mediterráneo.

Según datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, este año han salido casi 20.000 migrantes desde Túnez y unos 15.500 desde Libia. Pero más salidas significan más muertes y a las autoridades de Malta y de Italia las están acusando de retrasarse con las labores de rescate.

“Los cuerpos quedan en un limbo”

“El sistema tunecino de recepción y gestión de cadáveres no estaba preparado para una situación así”, sostiene Filippo Furri, investigador asociado de Mecmi, un grupo de investigación que hace seguimiento de las muertes producidas durante el proceso migratorio. “Las unidades de Medicina Forense están colapsadas, los cementerios también; los cuerpos de los migrantes se están quedando en un limbo”, apunta.

“Los médicos forenses tunecinos que hacen las autopsias a los cadáveres de solicitantes de asilo subsaharianos solo establecen las causas de la muerte pero no la identidad de la víctima”, explica Furri. “Las autoridades no tienen la obligación de identificar al cadáver, y si tampoco hay familiares denunciando la desaparición, la identificación se vuelve 'irrelevante' para las autoridades”, detalla.

Según Silvia Di Meo, antropóloga de la Universidad de Génova y miembro del proyecto Memoria Mediterránea (también conocido como Mem.Med, tiene como objetivo identificar a las personas desaparecidas en el Mediterráneo), han muerto muchas más personas tratando de cruzar el Mediterráneo de las que son identificadas o, incluso, encontradas.

“Hay numerosos naufragios fantasma y muertes que no se comunican a nivel nacional”, explica. “Por la información que nos dan las familias de los migrantes, sabemos que hay muchas muertes de las que sigue sin saberse nada; son náufragos cuyos cuerpos no se recuperan en el mar y tampoco llegan a tierra”, apunta.

Di Meo cree que no hay ninguna voluntad de identificar con su nombre a estas personas “porque eso requiere asumir responsabilidades y reconocer varios crímenes”. “El recuerdo de estas muertes es políticamente muy inconveniente”, dice.

Para atender la emergencia, algunos municipios tunecinos han autorizado el entierro de migrantes en sus cementerios locales. En uno de los cementerios de la ciudad costera de Sfax, 270 kilómetros al sureste de la ciudad de Túnez, las autoridades ya han designado una zona con lápidas vacías y sin nombre para albergar los cadáveres de migrantes subsaharianos.

“Uno de los mayores problemas en la recuperación de los [cuerpos de los] migrantes varados en la costa tunecina es identificar a las víctimas”, explica un activista de la sociedad civil que ayuda a recuperar los cadáveres. “Es una tarea muy complicada teniendo en cuenta que en su mayoría los cuerpos no traen documentos y están en avanzado estado de descomposición, lo que sugiere que han pasado varios días en el mar”.

Corresponsabilidad europea

Italia y Malta, los dos países de la Unión Europea (UE) obligados por la ley internacional a rescatar a los solicitantes de asilo en el Mediterráneo central, han sido acusados de no responder con celeridad a varias llamadas de socorro de embarcaciones hundiéndose.

Los guardacostas libios patrullan el Mediterráneo desde 2017 en virtud de un acuerdo con Italia que les autoriza a devolver los migrantes a Libia, un país donde según las organizaciones humanitarias son sometidos a torturas y agresiones. Pero ahora que Túnez ha superado a Libia como principal centro de salida de migrantes africanos, los ministros de Exteriores de la UE están debatiendo cómo responder a la creciente inestabilidad en un país que es puerta de entrada a Europa.

El viernes, la Comisaria europea de Interior, Ylva Johansson, habló de “establecer una asociación operativa más firme en materia de lucha contra el contrabando” con Túnez, pese a las reticencias mostradas por los países de la UE a apoyar al presidente Kais Saied. El líder tunecino ha clausurado el Parlamento, ha aprobado una nueva Constitución que le confiere amplios poderes ejecutivos, y ha reprimido a los inmigrantes africanos tanto como a sus opositores políticos.

En Túnez, los inmigrantes subsaharianos viven en riesgo desde el discurso racista que Saied pronunció el 21 de febrero, afirmando que la migración irregular de otras partes de África formaba parte de un complot internacional para cambiar la esencia de Túnez.

Poco después del discurso, a muchos solicitantes de asilo procedentes del África subsahariana los desalojaron de sus casas y hubo redadas generalizadas en los barrios donde vivían. Según los trabajadores humanitarios, varios refugiados, incluyendo a personas de Yemen y de Sudán, abandonaron inmediatamente el país en embarcaciones metálicas de mala calidad. Muchos de ellos, dicen, siguen desaparecidos.

Traducido por Francisco de Zárate.

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