Ciudad de México convierte el transfeminicidio en delito: “Nuestra mayor venganza es que seamos felices”
Puente de Alvarado es una de las principales avenidas de Ciudad de México. Una calzada que ya existía en la época prehispánica y, desde hace décadas, uno de los principales lugares para la prostitución en la calle, rodeada de pensiones baratas. Fue allí donde la noche del 30 de septiembre de 2016, un cliente mató a tiros a Paola Buenrostro. Tenía 24 años. La joven había dejado atrás su Chiapas natal rozando la mayoría de edad para ir a la capital del país, una biografía muy común para las mujeres trans en México. Como la mayoría de ellas, expulsadas de sus hogares y ante la discriminación y la falta de oportunidades, ejercía la prostitución en este punto de la ciudad.
Un vídeo recoge los momentos posteriores al asesinato. En él se ve a Paola inconsciente en el asiento del copiloto y se escuchan sirenas de fondo y los gritos desesperados de Kenya Cuevas, compañera y amiga: “Todavía está viva, llamen a una ambulancia”. Minutos después, muere en el lugar. “Paola era una mujer muy empática, solidaria, sensible… convivimos durante ocho años y tejimos una red de apoyo”, recuerda Cuevas en una conversación con elDiario.es.
El caso estuvo lleno de irregularidades: la identificaron como un hombre y no permitían que sus amigas resolvieran los trámites relacionados con el cuerpo. También se identificó y detuvo al asesino (un guardia de seguridad, exmilitar con licencia para portar armas) pero apenas 48 horas después lo liberaron y desde entonces está prófugo. Cuevas reunió y lideró a sus compañeras y sacaron a Paola con el féretro abierto para cortar una avenida y protestar.
Su memoria sigue viva gracias a la lucha que ellas han protagonizado desde entonces. A raíz de este caso, Cuevas pasó a convertirse en una destacada activista. Fundó en 2018 la organización por los derechos de las mujeres trans Casa de las Muñecas Tiresias y un año más tarde abrió las puertas de un refugio con el nombre de su amiga. En junio de 2019, la Fiscalía de la ciudad emitió una disculpa pública por la manera en que llevó el caso y reconoció que se trató de un transfeminicidio. Era la primera vez que se utilizaba esta palabra en el ámbito judicial. La legislación que ahora tipifica el transfeminicidio en Ciudad de México lleva también su nombre.
La 'ley Paola Buenrostro'
El pasado 18 de julio, el Congreso de la Ciudad de México aprobó la “Ley Paola Buenrostro”, que tipifica el transfeminicidio, que prevé penas de entre 35 y 70 años de prisión. Hasta ahora, este delito caía en un vacío: no contaba dentro de los supuestos de feminicidio (como sí ocurre en Argentina y Colombia), pero tampoco se podía explicar como un delito común, dejando fuera la motivación de odio de género.
Ahora se tienen en cuenta las características propias que tiene la violencia contra las personas trans y la vulnerabilidad de este colectivo. El código penal define que “comete el delito de transfeminicidio quien, por razón de identidad de género o expresión de género, prive de la vida a una mujer trans o a una persona cuya identidad o expresión de género, real o percibida, se encuentre dentro del espectro femenino de género”.
El Centro de Apoyo a las Identidades Trans lleva los datos de la violencia en el país. Entre 2007 y 2022 se cometieron 590 transfeminicidios. Una media de 53 por año. En 2024 ya se cuentan 28 en todo el país. En todo el mundo, México solo es superado por Brasil, según las estadísticas del Transgender Europe, una organización que realiza el mapeo mundial de la violencia contra las personas trans.
Para Cuevas es importante que el transfeminicidio sea un delito específico. “A pesar de que estamos colocadas en el género femenino binario eso no significa que tengamos una casa, esposo, hijos… estos entornos socioculturales que históricamente se han formado. Las mujeres trans se colocan en otros espacios, van creando otro tipo de redes y se encuentran en otras vulnerabilidades más críticas que una mujer cisgénero”, señala.
Junto con organizaciones de la sociedad civil, Temistócles Villanueva, diputado en el Congreso de la ciudad por el partido oficialista Morena –que cuenta con la mayoría en la Cámara– fue el encargado de construir e impulsar esta iniciativa en la cámara desde 2021. Hicieron falta tres intentos hasta que salió con 44 votos a favor, uno en contra y cero abstenciones, un consenso que allana el camino a una nueva sensibilidad al respecto, a pesar de la “transfobia institucionalizada” que Villanueva asegura que hay en México.
“Ningún otro eje de iniciativas ha tenido tantas complicaciones como las relacionadas con las personas trans”, dice a este medio. El tiempo corría en contra: el próximo 1 de septiembre tomarán posesión los nuevos cargos que salieron de las elecciones del 2 de junio y con todo el camino recorrido, consideraban que era importante que saliera en esta legislatura.
Ciudad de México es el segundo estado de México en tipificar el transfeminicidio después de que lo hiciera Nayarit en marzo. Pero Cuevas dice que van a por más: “Ojalá salga a nivel nacional y a nivel internacional. Es una forma de restaurar los derechos humanos básicos de las personas trans en el mundo. Sería un gran parteaguas [hecho decisivo]”. Villanueva cree que México podría convertirse en punta de lanza en la región, como lo fue hace 20 años al tipificar el feminicidio.
La ley establece varios agravantes: crueldad extrema, tortura o violencia sexual previa, que sea cometido en el contexto del “trabajo sexual” o de que la víctima haya sufrido actos de explotación sexual o trata, que haya amenazas de muerte previas o que haya un vínculo del agresor con la víctima. Otra victoria para el colectivo es que contempla a la “familia social” para actuar en nombre de la víctima y hacer todo el papeleo relacionado con la defunción, ya que muchas son repudiadas por sus familias biológicas.
“Solo el primer paso”
La ley se encuentra de bruces sin embargo con la impunidad que sufre México. Solo cuatro de cada 100 casos que se investigan obtienen una sentencia, según la organización México Evalúa. El de la propia Paola permanece impune. Sin embargo, Cuevas aclara que esto es solo “la punta del iceberg de toda una violencia estructural”. “Hay todo un camino por educación, vivienda, salud, trabajo, identidad que se tiene que construir para evitar estos actos de violencia”, dice.
“Esto es solo el primer paso. De nada sirve si no viene acompañado de un cambio cultural e institucional”, coincide Natalia Lane, otra de las coautoras de la iniciativa. Es activista de la Coalición Laboral Puteril y superviviente de transfeminicidio. En 2022 un cliente intentó asesinarla en un hotel de la ciudad. Le apuñaló en la nuca y la cara. Escapó y activó un directo en Facebook para contar lo que le acababa de pasar. Su caso fue el primero que se investigó como tentativa de feminicidio de una mujer trans.
Desde 2014, Ciudad de México permite cambiar el género en los documentos (en 2021 lo permite también a los menores desde los 12 años). En esto también es pionera en la región. Lane es oficialmente una mujer para la burocracia desde entonces. A pesar de ello, la defensa del agresor ha interpuesto varios amparos señalando que no debería estar en la Fiscalía de feminicidio, dilatando el proceso. “Las mujeres trans vivimos mucha violencia y revictimización durante el proceso penal. Por eso muchas no denuncian, porque es doloroso y cansado”, asegura. Su caso todavía no ha llegado a juicio.
En general, Lane está “feliz y contenta” tanto con el texto como por el camino recorrido con compañeras como Cuevas. “Lo importante de esta iniciativa es que recoge los testimonios y las necesidades de las víctimas y sobrevivientes, que trata de escucharnos”. Sin embargo, para ella, esta ley deja una deuda: ¿qué pasa con la reparación? “No solo desde el punto de vista económico y psicológico, sino de cómo prevenir la violencia contra las mujeres trans en el país”. En este sentido, cree que lograr la inserción laboral de las mujeres trans es fundamental para lograr avances.
Un lugar de descanso
Un espacio de cemento con azulejos de los colores de la bandera trans y vidrieras llama la atención en el polvoriento panteón de San Lorenzo Tezonco de Iztapalapa, una zona periférica de la Ciudad de México. Es el Mausoleo Tiresias, también fruto de la lucha de estas mujeres que comenzó con la muerte de Paola.
La mayoría de las mujeres trans mueren abandonadas, solas, en condiciones violentas. Y jóvenes. Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la esperanza de vida de las mujeres trans en la región es de apenas 35 años en América Latina.
Por eso, tras acompañar la muerte de su amiga y otros casos similares, Cuevas movió cielo y tierra durante cinco años para conseguir un espacio digno donde tuvieran un lugar en el que, al menos, descansen sus restos, y que lo hagan con el nombre que ellas eligieron. Desde febrero de este año, los de Paola también están ahí. “Vale la pena luchar por nuestros ideales y nuestras convicciones. Nuestra mayor venganza es que seamos felices”, concluye Cuevas.
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