La portada de mañana
Acceder
Feijóo agita la dirección del PP para endurecer aún más su oposición
De profesión, 'cazafraudes' científicos
Análisis - Israel ataca Yemen pensando en Irán. Por Jesús A. Núñez

“La estrategia de la UE en la crisis de refugiados consistió en desalentar la solidaridad ciudadana”

Una frase enfada especialmente a Sami Naïr cuando escucha determinados discursos políticos sobre la crisis de refugiados : “No se puede hacer nada”. El especialista en movimientos migratorios y ex asesor del Gobierno francés acompaña su dura crítica con propuestas, en su nuevo libro 'Refugiados: frente a la catástrofe, una solución real'.

A lo largo de sus páginas, hace un repaso de la evolución de la respuesta de la Unión Europea a la crisis humanitaria de refugiados, así como de las políticas migratorias lanzadas desde la creación del espacio Shengen o, como prefiere llamarlo el ex europarlamentario, el “muro Schengen”.

Al nivel general, ¿qué ha hecho mal la Unión Europea en su respuesta a la crisis de refugiados?

La UE ha reaccionado violando sistemáticamente todos los textos de Derecho Internacional y los textos fundadores de la Unión Europea. Todos estos textos exigen que los refugiados deban ser tratados de forma individual. La UE ha expulsado a gente de forma colectiva sin estudiar cada caso. Desde la segunda Guerra Mundial no hemos visto un desprecio tan alto de los valores y de las normas jurídicas europeas. 

Para colmo, en el acuerdo firmado en octubre entre Turquía y Alemania —transformado en un acuerdo comunitario en la actualidad— sustituyen la palabra refugiado por la palabra inmigrante. Los ha convertido en inmigrantes irregulares.

¿Hasta qué punto ha tenido que ver Merkel en el cambio de respuesta a la llegada de refugiados durante la crisis?

Mucho. En un principio, Merkel reaccionó muy bien. Ella los llamaba refugiados y aceptaba su acogida. Ella ha conocido esa situación, huyó de Alemania del Este con su familia. Tiene una tradición ética. Después de esa primera reacción positiva se encontró sola, no hubo ningún jefe de Estado que la apoyase, lo que empezó a plantear problemas dentro del mismo sistema alemán.

Al decir eso, evidentemente tenía que medir la posibilidad de que los 'landers' [estados federados] pudiesen aceptar entrar en esa política. Pero decían, que no, que no tenían dinero. Aunque a nivel de presupuesto no es nada, una mínima parte del PIB. Se generó una crisis interna y es entonces cuando tuvo que volver a atrás. Tenía dos opciones: dejar el poder o cambiar de posición. Evidentemente se agarró al poder, es una mujer política...

En Alemania se ha desatado desde hace un año una batalla para la sucesión de Merkel. Todo ello tiene que ver, sumado a la situación social. El partido de extrema derecha utiliza como combustible a los refugiados.

Si buena parte de las presiones para lograr el cambio de postura de Merkel venía de la extrema derecha y, a su vez, la nueva posición de Alemania derivó en el acuerdo UE-Turquía, ¿la extrema derecha ha ganado en la crisis de refugiados?

Más bien diría que el comportamiento tibio de los gobiernos europeos ha facilitado el auge de la extrema derecha por no erigir una vía claramente de solidaridad. Por permitir a la extrema derecha desarrollar una demagogia anti refugiados. Hay una corresponsabilidad objetiva entre lo que han hecho los gobiernos europeos y lo que ha hecho la extrema derecha.

En realidad no tienen discursos muy diferentes. Los gobiernos europeos dicen “no podemos hacer nada”. La extrema derecha completa el discurso: los gobiernos dicen no podemos hacer nada, pero no controlan las fronteras y siguen dejando que entren refugiados.

Es necesario un discurso diferente: deberíamos solucionarlo de una forma civilizada sobre la respuesta de la sociedad civil, para que encuentren un lugar donde vivir. Pero hicieron todo lo contrario.

Lo que ha pasado con los refugiados es que la ciudadanía empezó de forma muy positiva y la estrategia de los gobiernos consistió en desalentar la voluntad cuidadana y después decir: no podemos hacer nada. Mientras había una demanda de solidaridad por parte de las sociedades. 

En el libro dice que el acuerdo Schengen “ha neutralizado la libre circulación que antaño funcionaba bastante bien entre el continente africano y Europa. ¿Cómo cambiaron los acuerdos Schengen los movimientos migratorios entre África y Europa? 

El acuerdo Schengen consistió en pensar que podían construir un muro de facto alrededor de la UE. Antes, había una circulación organizada entre, por ejemplo, Francia, los países del Magreb, los países subsaharianos... Mientras que ahora el visado europeo obedece a reglas europeas y no es Francia quien lo otorga sino que se decide a partir de los criterios europeos. Se crea un muro muy alto impidiendo a los diversos países tener una política multilateral. A partir de ese momento se ha introducido la rigidez entre los países comunitarios y el resto, los llamados “no comunitarios”. 

Los inmigrantes se ven arrinconados al otro lado de este “muro”, en decenas de campos de refugiados. Ocurre en los países del este que no forman parte del espacio Schengen, en el Magreb, Africa Subsahariana, etc. Si miras este mapa, —toma un ejemplar de su nuevo libro y muestra un mapa en el que aparecen situados los diferentes campos de inmigrantes de Europa y Asia— ese es el muro Schengen. 

¿Y funciona?

No.  Yo avisé hace mucho que ese modelo no iba a funcionar de forma racional, que  iba a estallar. Ahora lo dice Merkel. Ahora lo dice Juncker. Necesitaron más de 20 años para darse cuenta.

¿Desde la aplicación de los acuerdos Schengen han llegado más menos refugiados a Europa?

La disminución ha sido drástica. El único país que ha aumentado desde entonces es Suecia, que está fuera de Schengen. 

¿Ha aumentado la dificultad de llegar?

Antes se podía llegar directamente, ahora hay que pasar por los países con campos de detención, hay que atravesar ese muro. Ahora hay un sistema de control por círculos, que antes del sistema Schengen no ocurría.

¿Es posible acabar con las fronteras?

No, no es posible ni deseable. Las fronteras internas en la Unión Europea se han derribado y eso es muy positivo.

Las fronteras externas es muy difícil, porque se han acumulado unas desigualdades tan importantes entre los países desarrollados y los de su entorno que, probablemente, si se abren, tendríamos una dimensión de llegadas que puedan provocar reacciones irracionales en los países europeos, tal y como lo vemos ahora.

Pero tampoco tiene sentido la actual política. Hay que aumentar el número de inmigrantes legales, hay que solucionar y ayudar a los refugiados, introducir la movilidad pero defender la idea de apertura de fronteras es poco responsable en la actualidad.

Una de las principales propuestas que realiza en el libro para responder a las llegadas de refugiados es el 'pasaporte de tránsito'. ¿En qué consiste?

Es un documento que está previsto desde la Convención de 1951, llamado el documento Nansen, que otorgaba a los refugiados la posibilidad de poder entrar en los países democráticos y circular por ellos. La diferencia es que en aquella época se trataba de un documento coyuntural para las minorías de los países del este.

Yo propongo este documento para los sirios, africanos, afganos, iraquíes... aquellos procedentes de países sobre los que tenemos una responsabilidad particular porque hemos contribuido a su  destrucción.

Es un documento que permitiría a los refugiados salir de los campos donde están ahora encarcelados para buscar su suerte en los países que los aceptan. Hay una oferta muy importante en muchos países. Hay Estados muy abiertos en América Latina muy abiertos. Y en Europa. Por ejemplo, en Portugal, hay pueblos enteros despoblados. Propongo salir de una concepción administrativa sin derecho y sin perspectiva y buscar una más abierta y objetiva.

Se refiere en el libro a la idea migración – desarrollo. ¿En qué consiste? ¿La cooperación está ligada a la cooperación migractoria?

La idea era vincular la cooperación con las migraciones, ayudar a estabilizar las poblaciones en su país de origen. Hay una parte de los fondos de cooperación se invierta en proyectos de desarrollo. Es una idea que yo he defendido durante años y años. La UE empezó a aceptarla pero ahora la han transformado en ayuda a la cooperación policíaca entre los países de acogida y los países de origen. Los fondos de la cooperación dedicados a migración se dedican cada vez más a servicios de policía y control de fronteras.

Es el creador del término 'codesarrollo' vinculado con las migraciones, pero este concepto no se está aplicando tal y como usted lo ideó. ¿Se siente en cierta forma responsable?

No me siento responsable. No se ha aplicado lo que yo me refería, solo en algunos sectores. La idea era vincular la inmigración con el desarrollo. Permitir ea los inmigrantes legales en Europa volver a su país pero sin perder el derecho de estar a Europa. Fomentar la inversión en su país y poner en marcha un sistema bancario que pueda financiar proyectos en su país a partir de su ahorro en Europa. Funciona con Maruecos, Senegal, etc.

La derecha se ha apoderado del concepto a su manera. Lo reducen a dar dinero para que los inmigrantes se vayan a su país.

No me siento responsable. Yo no preví que tuviéramos una derecha tan estúpida para alienar el concepto. Yo sigo defendiendo proyectos de codesarrollo a escala global.