De “corazones abiertos” a fronteras cerradas: Suecia presume de conseguir una inmigración neta negativa
Hace diez años, el entonces primer ministro Fredrik Reinfeldt pidió a los suecos “abrir sus corazones” a los refugiados. Hoy, la ministra de Migración celebra que Suecia registre una “inmigración neta negativa”, con más emigrantes que inmigrantes, por primera vez en más de medio siglo.
“El número de solicitudes de asilo se dirige hacia el nivel más bajo de su historia, los permisos de residencia para solicitantes de asilo siguen disminuyendo y, por primera vez en 50 años, Suecia registra emigración neta”, anunció Maria Malmer Stenergard a principios de este mes.
Aunque se ha especulado respecto a cómo el Ejecutivo ha llegado a esta conclusión –incluso desde la agencia gubernamental en cuyas cifras se basó la declaración de Stenergard–, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados ha confirmado la tendencia. Según ACNUR, resulta sorprendente que mientras el desplazamiento global de personas se encuentra en su nivel más elevado, el número de solicitantes de asilo en Suecia se encuentra en el más bajo.
“Las estadísticas muestran que Suecia tiene una emigración neta por primera vez en diez años”, afirma a The Guardian Annika Sandlund, representante del ACNUR en los países nórdicos y bálticos.
El Gobierno de coalición sueco, encabezado por el Partido Moderado y que cuenta con el apoyo de la extrema derecha, ha aplicado políticas de asilo cada vez más restrictivas, como los planes para una 'Ley del chivato' que obligaría a los trabajadores del sector público a denunciar ante las autoridades migratorias a las personas sin permiso de residencia.
Stenegard considera que la emigración neta es una prueba de que “el trabajo del Gobierno da resultados” y que su política es “necesaria para poder fortalecer la integración y reducir la exclusión”.
Sin embargo, Sandlund advierte de que “esta tendencia puede que no sea tan buena para Suecia como país”. Además de señalar la importancia de los migrantes en el mercado laboral, dado el envejecimiento de la población sueca, la representante de ACNUR destaca que es crucial que estas personas se sientan bien en el país de acogida. “Sabemos que la integración exitosa, que es uno de los objetivos de este Gobierno, se basa en que la gente se sienta bienvenida”.
Los datos oficiales, en entredicho
La Oficina Central de Estadística (SBC, por sus siglas en sueco) sostiene que sus datos respaldan la afirmación del Gobierno de que hubo una inmigración neta negativa entre enero y mayo de 2024, pero que el número de emigrantes durante esos meses probablemente haya sido mucho menor, debido a un proyecto reciente que pretende eliminar del registro de población a personas que ya abandonaron el país.
A principios de año, la SBC anunció que la inmigración entre enero y marzo había alcanzado su nivel trimestral más bajo desde 2005.
En palabras de Johannes Cleris, portavoz de esa entidad: “La afirmación de que por primera vez en 50 años hay más emigrantes que inmigrantes sería cierta en lo que respecta a las estadísticas de todo el año”. Sin embargo, Cleris añade que “no podemos ver en nuestras estadísticas si esto es cierto o no para el periodo de enero a mayo”.
Organizaciones que ayudan a solicitantes de asilo y miembros de comunidades de inmigrantes aseguran a The Guardian que el fenómeno de la emigración neta es consecuencia del miedo a las medidas y los discursos antinmigración del Gobierno, que anima activamente a la gente a abandonar el país o a buscar asilo en otros lugares. “Nos contactan personas muy preocupadas por el régimen restrictivo y que están pensando en marcharse”, asegura una organización de forma anónima.
Tobias Hübinette, profesor titular de Estudios Interculturales en la Universidad de Karlstad, dice que una inversión de la inmigración neta a la emigración neta sería “totémica”, además de demostrar la influencia que el partido ultraderechista Demócratas de Suecia tiene en la coalición gobernante desde las elecciones de 2022. “Si es cierto, sería absolutamente histórico porque Suecia ha sido un país de inmigración durante muchísimo tiempo. Cien años, básicamente”, agrega.
Según Hübinette, el posible aumento de las restricciones –a los visados, a la obtención de la ciudadanía y a la entrada de familiares en el país– hace que Suecia se convierta en un destino poco atractivo, sobre todo entre personas con un alto nivel educativo procedentes de países como Somalia, Irak y Siria.
En la oposición –incluso en el Parlamento– no ha habido voces críticas porque hay un alto nivel de aceptación de estas políticas migratorias. “Si esto hubiera ocurrido cinco años atrás, habría habido un enorme revuelo. Después de lo que hemos visto estos últimos dos años... uno simplemente se rinde y acepta las cosas como son”, dice el experto, quien concluye que, para la sociedad sueca, “es una pura catástrofe”.
La organización de ayuda a los solicitantes de asilo Farr dice percibir una creciente preocupación por las restricciones a la inmigración entre sus miembros, alarmados ante las dificultades para obtener asilo. “En comparación con hace diez años, ser abiertamente hostil hacia los solicitantes de asilo es algo que ya está aceptado”, cuenta Terje Holmgren, presidente de Farr. “En términos más generales, la gente cree que es bueno ser muy restrictivo y reducir las solicitudes de asilo en Suecia. Todos los partidos políticos principales llevan casi diez años diciéndolo”.
Traducción de Julián Cnochaert
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