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THE GUARDIAN

Más de cuatro meses de guerra: la crisis de los refugiados ucranianos no ha hecho más que empezar

Kate Connolly

11 de julio de 2022 23:25 h

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Más de cuatro meses del comienzo de la invasión rusa, más de 5,6 millones de ucranianos han huido de su país (estos son quienes se han registrado en algún mecanismo de protección, según la ONU), y millones más se han desplazado dentro de su territorio. 

El cálculo inicial de las Naciones Unidas de que cuatro millones de ucranianos se convertirían en refugiados como resultado de la invasión se ha quedado corto, y sus advertencias de que estábamos a punto de presenciar la mayor crisis de refugiados en un siglo se han confirmado. 

El éxodo fue recibido con una respuesta de emergencia sin precedentes por parte de los países limítrofes y del resto de Europa. Más de cuatro meses después, las agencias de ayuda y organizaciones de voluntariado que trabajan con ucranianos dicen que están cambiando su manera de gestionar de la crisis, y esperan que se extienda por meses, e incluso años. 

Chris Melzer, de la rama alemana del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), asegura que los millones de europeos que se han movilizado para ayudar a refugiados “quizás no estén en los titulares”, pero siguen siendo “vitales” para afrontar el problema. Si bien hay señales de fatiga en el sector de voluntariado, dice, “son mucho menos de las esperadas”. 

Jason Phillips, del International Rescue Committee (IRC) en Varsovia, Polonia, expresa: “Estamos en una fase de transición. La mayor pregunta de cara al futuro es cómo apoyar a la gente a medio y largo plazo”. 

“La respuesta voluntaria y espontánea fue algo maravilloso de ver. Pero; aunque esa actitud sea fuerte, es necesario pensar que muchas de estas contribuciones se terminarán”, dijo. 

En toda Europa, en particular en los países que recibieron la mayor cantidad de llegadas, incluyendo Polonia, Moldavia, Rumania y Eslovaquia, hay una búsqueda de alojamientos seguros, asequibles y accesibles a medio y largo plazo para aquellos que se fueron. 

Escasez de medios

Polonia, donde se han trasladado aproximadamente 3,5 millones de refugiados desde la invasión, tuvo el mayor impacto en la ola migratoria de mayor envergadura en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. 

“A mediados de abril, alrededor del 56% de las personas que cruzaban la frontera hacia Polonia planeaban quedarse con amigos o anfitriones voluntarios. Pero estas ofertas no van a durar. No podemos esperar que la casa de vacaciones en la costa de Gdansk que quizás alguien ofrecía por una semana o un mes siga disponible mucho más tiempo”, dice Phillips. 

“Esto es difícil en ciudades como Varsovia en las que incluso antes del conflicto y la crisis de refugiados resultante ya había una extrema escasez de viviendas, y precios de alquileres cada vez más altos”, apunta. La situación es similar en todas todas partes. 

En Alemania, que recibió alrededor de 725.000 ucranianos hasta ahora (más que cualquier otro país no limítrofe), ya hay una escasez de viviendas sociales y restricciones en las viviendas asequibles en las ciudades grandes. Algunas comunidades están en proceso de construir casas prefabricadas y módulos improvisados para recibir refugiados, en base a esfuerzos históricos el verano pasado en el oeste de Alemania para albergar a miles de personas desplazadas por inundaciones. Munich y otras ciudades esperan ampliar el número de camas en grandes centros de refugiados. 

Ulrike Lessig, quien trabaja para Be An Angel, una ONG con sede en Berlín que ha transportado a más de 5.000 ucranianos hacia Alemania desde el comienzo del conflicto, dice que la gente que ha escapado quiere, cada vez más, “una habitación en la que puedan cerrar la puerta”. Los refugios de emergencia no son una solución de largo plazo, dice. 

Moldavia en particular está cargando con el esfuerzo de acogida. El país más pobre de Europa ha recibido alrededor de 100.000 refugiados, la mayor cantidad per capita en todo el continente. La cantidad es el equivalente a 5% de la población, en un país en el que la inflación es del 27%, y su dependencia casi total del gas de Rusia y Bielorrusia ha llevado a una crisis de combustible. 

La presión sobre el sistema educativo es apenas uno de los muchos desafíos. “El sistema educativo de Moldavia no puede absorber a todos los niños”, dice Joana Arsenijevic, de la oficina del IRC en los Balcanes. “Entonces, por ahora nos estamos apoyando en un sistema informal de educación cara a cara, llevado a cabo por maestros ucranianos entre los refugiados, y que incluye clases de apoyo cuando es necesario”, apunta. 

También están usando el sistema de educación online que había sido organizado por maestros ucranianos para lidiar con las cuarentenas por el Covid. “Cuando hablamos con los padres, este es el modo que prefieren para la educación de sus hijos, al menos este año”, dice. El IRC aporta espacio, ordenadores y redes de wifi estable. 

“Estaremos aquí mucho tiempo”

Lessig dice que también ha notado entre los recién llegados una necesidad de un sentimiento de permanencia, y el deseo de encontrar un trabajo, aunque quieran regresar a casa lo más pronto posible. En Alemania, ha estado poniendo en contacto a recién llegados con voluntarios para ayudarlos a navegar el sistema burocrático. 

Phillips, quien cuenta con 25 años de experiencia en respuestas a emergencias globales, dice que el IRC, que en un principio pensó que estaría en la región de manera temporal, ahora se prepara para un viaje largo, para “mantener una presencia de apoyo y productiva”. 

Desde la invasión rusa de Ucrania, ha establecido una oficina en Varsovia y está aumentando su infraestructura y sus contrataciones: “Es importante recordar la velocidad y el tamaño de lo que está pasando. Aunque la cantidad de personas que se van esté disminuyendo, siguen siendo 20.000 personas diarias —eso significa 600.000 personas por mes que entran a Polonia solamente. En cualquier contexto, que 600.000 personas crucen una frontera al mes debido a un conflicto es un hecho extraordinario”. 

“El desplazamiento será prolongado, aunque nuestras esperanzas, como las de estas personas de Ucrania, sean que se trate de algo temporal y que el regreso sea inminente”, dice Phillips.

“Mucha gente espera poder regresar a casa aunque no pueda ocurrir pronto”, indica Arsenijevic. “Ya hay gente que viaja a Ucrania a trabajar, por ejemplo a Odesa. Hay mucho movimiento de ida y vuelta, y el flujo hacia Ucrania es mayor que hacia Moldavia. Sin embargo, en cuanto hay más bombardeos, esto puede revertirse rápidamente”, apunta. 

Hay muchos indicadores de que cada vez más ucranianos regresan a su país cuando la situación en partes del país mejora, según Melzer. En abril, la ONU calculó que unos 30.000 ucranianos regresan a su país cada día.

“Ahora hay evidencias de que la cantidad de gente que regresa es mayor que la que se va, pero es difícil saberlo con seguridad”, dice Melzer. “Cuando alguien cruza del oeste al este no necesariamente significa que una persona regresa; puede ser alguien que va a buscar documentos o que vuelve de llevar a sus parientes a un lugar seguro. Al mismo tiempo, podemos sentir la firme voluntad de la gente de regresar, y esperamos que lo hagan en cuanto puedan”, asegura. 

Las conversaciones cotidianas con los refugiados revelan sensaciones encontradas, dice. “Incluso aquellos que lo perdieron todo tienen la sensación de ser afortunados de haber podido irse, pero al mismo tiempo se preguntan: ‘¿Me estoy escapando?’. Pero tenemos que planificar que estaremos aquí por mucho tiempo”, concluye.

Traducido por Patricio Orellana