Olena Zelenska, primera dama de Ucrania: “Viendo los crímenes atroces que han cometido, los rusos son capaces de todo”
En una de las pocas entrevistas que ha dado desde el comienzo de la invasión rusa, la primera dama de Ucrania cuenta cómo fue el estallido de la guerra para ella y su familia, cómo ha sobrevivido a los ataques y qué temores tiene para el futuro de su país
En las primeras horas del 24 de febrero, Olena Zelenska oyó un estruendo en la distancia. Mientras se despertaba, entendió que ese sonido no podían ser fuegos artificiales. Abrió los ojos y vio que estaba sola en la cama. Se levantó de un salto y se apresuró a ir a la habitación contigua, donde encontró a su marido, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, que ya se había vestido de traje y corbata para trabajar.
“¿Qué está pasando?”, le preguntó.
“Ha empezado”, le dijo él.
“Tuve la sensación de estar dentro de una realidad paralela, de estar soñando”, explica Zelenska, describiendo el momento en que se interrumpió la normalidad de su vida, de su familia y de su país. Poco después, su marido se fue al palacio presidencial, en el centro de Kiev, para dirigir una reunión del Consejo de Seguridad que decidiría la respuesta inicial a la impactante invasión a gran escala de Ucrania por parte de Vladímir Putin. Zelenski le dijo a su mujer que esperara a que la llamara más tarde con instrucciones.
La despedida
Cuando se quedó sola, Zelenska (en ucraniano, los apellidos de hombres y mujeres terminan de forma distinta) fue a comprobar cómo estaban los dos hijos de la pareja, Kyrylo, de nueve años, y Oleksandra, de 17. Ya estaban despiertos y vestidos, y parecían entender lo que estaba pasando. Zelenska empezó a preparar una maleta con sus pertenencias. A ratos tenía que dejarlo para bajar a toda prisa al sótano con sus hijos y el equipo de seguridad cuando parecía que las explosiones estaban cada vez más cerca. En un momento dado, estaba de pie en el primer piso de la villa presidencial y mirando por la ventana, cuando un avión de combate pasó a gran velocidad y a baja altura. No pudo ver si era ucraniano o ruso.
“Fue una sensación surrealista... como si estuviera jugando a un videojuego y tuviera que superar ciertos niveles para volver a casa. Pero, también conseguí mantener la calma, y mantuve una extraña sonrisa todo el día, porque intentaba que mis hijos no entraran en pánico. Nos limitamos a seguir las órdenes de seguridad, e ir donde nos decían”, explica.
Por la noche, pudo volver a ver a su marido brevemente aunque no quiere decir dónde. Le dijo que ella y los niños iban a ser trasladados a un lugar seguro. Se abrazaron, pero no hubo tiempo para lágrimas ni sentimentalismos. Solo más tarde se le ocurrió pensar que tal vez no lo volvería a ver.
La vuelta a Kiev
Tres meses después, me encuentro con Zelenska y le pido que me describa esas primeras horas aterradoras. Estamos en una oficina dentro del complejo presidencial en el centro de Kiev. Para llegar allí tengo que pasar varios puestos de control y seguridad, y una vez dentro los agentes de seguridad, me registran varias veces.
Las ventanas están protegidas con pilas de sacos de arena. Figuras sombrías corren por los pasillos y unas pequeñas lámparas en el suelo arrojan una débil luz sobre las alfombras azules que se extienden por los pasillos. Sin embargo, no hay el mismo grado de tensión que durante las primeras semanas de la guerra. La retirada de los rusos de las afueras de Kiev ha hecho de la capital ucraniana un lugar mucho más relajado. En el exterior, las parejas jóvenes pasean por el centro de la ciudad bajo el sol de principios de verano, los cafés están abiertos y el toque de queda nocturno se ha extendido hasta las 11 de la noche. Las sirenas antiaéreas siguen sonando, pero la mayoría de los ciudadanos las ignoran.
La mejoría de la situación también ha permitido a Zelenska volver a la capital, al menos durante un tiempo, pero sus guardaespaldas siguen en alerta. Me piden que deje mi teléfono móvil en una antesala y me registran minuciosamente una vez más antes de llevarme a la habitación donde me espera la primera dama. Un guardaespaldas con uniforme militar me acompaña a la estancia y se queda en una esquina durante toda la entrevista.
Zelenska me saluda con un suave apretón de manos. “Gracias por venir”, dice en inglés, antes de cambiar al ucraniano.
En aquellos primeros días de la guerra, la sensación de que todo era posible era aterradora, ya que los misiles llovían sobre objetivos en todo el país y las tropas rusas avanzaban sobre Kiev desde tres frentes distintos. “Según la información disponible de los servicios de inteligencia, el enemigo me ha señalado como objetivo número 1 y a mi familia, como objetivo número 2”, dijo el presidente en uno de sus primeros mensajes en vídeo tras la invasión. Su esposa no sabe en qué se basó esta valoración, y Zelenski nunca le habló de ninguna amenaza específica para la familia. Intenta no darle muchas vueltas a esta amenaza, “porque si no me volvería paranoica”. Pero siempre ha sido consciente del potencial que tendría para Rusia la captura de la familia presidencial.
“Por supuesto, es posible ejercer presión sobre el presidente si tienes a su familia de rehén, y no me gustaría que tuviera que elegir entre su familia y sus responsabilidades como presidente. Así que, si existe la más mínima posibilidad de que nos capturen, hay que eliminarla”, dice. Habla con una voz suave, vocalizando cuidadosamente las palabras, acompañando sus respuestas con profundos suspiros.
Es posible ejercer presión sobre el presidente si tienes a su familia de rehén, y no me gustaría que tuviera que elegir entre su familia y sus responsabilidades como presidente.
La televisión
Aunque Zelenski optó por ignorar los consejos de los líderes occidentales para que abandonara Kiev y estableciera un gobierno en el exilio en el oeste de Ucrania o en Polonia, envió a su mujer y a sus hijos a un lugar relativamente seguro. Como es comprensible, ella prefiere no contar, por prudencia, el lugar exacto en el que pasó esos dos meses. “Cuanto menos detalles proporcione, más segura estaré”, dice. Pero afirma que cambió de lugar en repetidas ocasiones e insiste en que permaneció dentro de Ucrania todo el tiempo. A veces, podía oír las sirenas antiaéreas que se han convertido en la banda sonora de fondo de muchos millones de ucranianos. Oleksandra y Kyrylo nunca se separaron de ella.
“Los niños tuvieron en todo momento un comportamiento ejemplar”, dice. “Normalmente hay que repetirles las cosas un millón de veces, pero ese primer día lo hicieron todo de forma súper rápida y obediente. Estábamos en un estado de cambio, por supuesto. Luego, después, tuvimos este largo periodo de espera. Estuvimos viendo las noticias, esperando las llamadas. Teníamos la televisión encendida todo el tiempo”, apunta.
“Así que sí teníais televisión”, digo
“Veo que intentas sacarme alguna pista. Sí, teníamos televisión. No estaba bajo tierra, ni bajo el agua”, dice mientras esboza una sonrisa.
Una noche al principio de la guerra, cuando los rusos intentaban asaltar Kiev, vio en la televisión imágenes de un tanque ruso en el distrito de Obolon, a las afueras del edificio de viviendas donde ella había vivido. Otras noches, veía los vídeos de su marido, ya sin el traje de civil que llevaba la última vez que lo vio, dando conmovedores discursos al pueblo ucraniano y apelando a los líderes internacionales. “Pude ver que vivía la situación con una gran carga emocional”, dice. “Conociéndole, creo que utilizó todos los resortes emocionales que pudo para hacer llegar el mensaje. Pero no era una manipulación, era genuino: seguro que tenía esos sentimientos”, opina.
Pudo hablar con su marido en algunas ocasiones, aunque no con ninguno de sus dispositivos habituales. El personal de seguridad le dijo que dejara todos sus aparatos electrónicos y que no se conectara a ninguna de sus redes sociales. Los días eran largos y solitarios; pasaba el tiempo ayudando a Kyrylo con sus tareas escolares. Intentaba planificar los horarios diarios para mantenerse ocupada: “Tienes que planificar las cosas para cada hora y cada minuto, para asegurarte de que tienes cosas que hacer y no acabas perdida en un mar de pensamientos”.
Sus orígenes
Olena y Volodímir se conocieron de niños, mucho antes de que él se convirtiera en actor, productor, presidente y comandante en jefe de una guerra. Siempre han sido muy diferentes. A él le encanta actuar, ella prefiere la tranquilidad y la privacidad; él acompaña sus palabras con emociones y gestos, ella se muestra firme y reservada. Rara vez concede entrevistas, pero Zelenska ha accedido a reunirse conmigo para hablar de cómo los meses de guerra la han afectado a ella y a su familia, y de la transformación de su marido en un icono de la resistencia a la Rusia de Putin.
Olena Kiyashko nació en 1978, en la ciudad industrial de Krivói Rog, en el centro de Ucrania. Su madre era ingeniera jefe en una fábrica y su padre enseñaba construcción en una universidad técnica. Crecieron hablando ruso, pero se sentían orgullosos de ser ucranianos. Explica que cuando la Unión Soviética se desintegró, la familia celebró la independencia de Ucrania. “Recuerdo la sensación de que era lo correcto, de que éramos otro país y de que teníamos nuestra propia cultura y lengua”, dice.
Ella y Zelenski estudiaban el mismo curso en la escuela de Krivói Rog, pero en clases diferentes. Ya entonces él siempre bromeaba, y le encantaba llamar la atención. Ella lo recuerda actuando en las obras de teatro de la escuela, pero no tenían mucha relación. “Nuestras clases eran rivales, como los Montesco y los Capuleto. Pero luego nos reencontramos en la universidad y, por supuesto, esas tonterías ya no tenían ninguna importancia y realmente te alegras de ver a gente que recuerdas del colegio. Así que primero empezamos a ser amigos y luego a salir”, dice. Ahora que hemos dejado de lado el tema de la guerra, se ha relajado y habla con calidez, con alguna que otra sonrisa.
La vida con un cómico
Durante sus años de noviazgo, Zelenski y un grupo de amigos formaron un grupo de comediantes llamado Kvartal 95, que lleva el nombre de uno de los distritos de Krivói Rog. Actuaron en concursos por todos los países de la antigua Unión Soviética. En 2003, el mismo año en que se casaron, Kvartal empezó a hacer programas de televisión. Zelenska empezó a trabajar como guionista, formando parte de un equipo que redactaba los sketches de comedia que Zelenski y otros interpretaban. Siguió desempeñando este papel durante años, e incluso a veces colaboró con los guiones después de que Zelenski fuera elegido presidente.
¿Cómo era la vida en casa de una guionista de programas de humor y un actor cómico: ¿un sinfín de bromas? “Sí, un sinfín de bromas. Pero a veces yo me canso de tanto chiste. Mi marido, nunca”, dice, con una sonrisa afectuosa. Según cuenta, el Zelenski de antes de la guerra parecía tener un humor casi patológico.
“Siempre tenía ocurrencias divertidas. Si discutíamos, yo llegaba al trabajo y me pasaba todo el día dándole vueltas a nuestra discusión. Él venía al trabajo, apagaba el interruptor del drama y encendía el de la comedia, y se pasaba el día trabajando duro y luego volvía a casa de muy buen humor. Yo me preguntaba: ”¿Por qué no sufre como yo?“, relata.
Zelenski pasó a interpretar el papel de un hombre corriente que se convierte en presidente en la serie de televisión Servidor del pueblo, y luego, a finales de 2018, anunció que se presentaría a la presidencia en la vida real. Registró un partido con el nombre de su programa. Zelenska se enteró de su decisión por las noticias; él aseguró que simplemente se olvidó de decírselo. Parece una omisión notable. ¿Se enfadó? ¿Le pareció divertido? ¿Lo vivió con resignación? “Toda la gama de emociones”, afirma ella, diplomáticamente.
Sin embargo, tiene claro que nunca le ha gustado la exposición de la vida política, y ha minimizado las apariciones públicas y las entrevistas desde que su marido se convirtió en presidente tras una aplastante victoria electoral en 2019. De hecho, dice que una de las pocas ventajas de su aislamiento en tiempos de guerra, y la prohibición de usar sus dispositivos móviles o cuentas de redes sociales, fue estar desconectada de comentarios no deseados.
Nadie compartía conmigo ningún secreto militar. No podía creer que la guerra fuera a ocurrir. Ni siquiera tenía listo mi pasaporte
“Ya no estoy pendiente de las reacciones de los usuarios de las redes tras cada cosa que hago”, dice. “Esto me resultaba muy difícil de sobrellevar durante los dos años y medio anteriores a la guerra”, agrega.
El presidente ha dado más giros sorprendentes en su vida en los últimos cinco años que la mayoría de la gente en toda su vida. Cuando lo entrevisté en febrero de 2020, estaba ansioso por poder hablar de algo que no fuera Donald Trump, después de pasar su primer año en el cargo arrastrado por el proceso de destitución del antiguo presidente. Pero superó el torbellino de Trump y está haciendo todo lo posible para superar también a Putin. Incluso los rivales políticos acérrimos del presidente, que tenían miedo de que un actor de comedia no fuera la persona adecuada para enfrentarse a Putin en un contexto tan dramático para Ucrania, han admitido que su liderazgo en tiempos de guerra ha sido tan valiente como inspirador.
Zelenska afirma que no le ha sorprendido el impresionante comportamiento de su marido: “Es alguien que, más que nadie que conozca, ante situaciones que todo el mundo veía imposible de resolver, él siempre creía que se resolvería y lo conseguía, y también era capaz de inspirar a otros”.
Le pido un ejemplo y me cuenta una historia sobre cómo, una vez, su equipo de guionistas tuvo que componer una canción para que él la cantara como parte de un sketch. El rodaje era al día siguiente y no tenían nada. A las 10 de la noche Olena fue a buscar a su marido y le dijo que probablemente tendrían que desistir del plan de componer una canción: “Él dijo: 'Bien, vete a casa'. Y se sentó a escribirla él mismo, y dos horas después estaba hecha. Y no estaba mal. Nunca se rinde, incluso cuando todos a su alrededor lo hacen”.
Es difícil tomarse en serio la comparación: escribir una canción para un sketch de un programa cómico no parece la preparación más idónea para dirigir un país durante la invasión del segundo ejército más potente del mundo. Pero, evidentemente, tiene razón en que algo en el carácter de su marido le ha convertido en un líder en tiempos de guerra sorprendentemente capaz. Parte de ello es, sin duda, su capacidad de comunicación. “Puede memorizar guiones con mucha facilidad y pronunciarlos con seguridad”, dice ella. “Sabe ponerse delante de las cámaras. No está actuando, simplemente tiene las habilidades para hacerlo bien. A mí me resulta increíblemente difícil hablar en público, me estreso cuando tengo que hacerlo, pero él lo vive con naturalidad”.
Otro ingrediente es la disciplina. Debido a la jovialidad que muestra él y la apariencia más formal de ella, la gente suele suponer que ella es la disciplinada en la relación mientras que él es el creativo relajado. “Pero, en realidad, es una persona muy disciplinada”, dice ella. “Suena el despertador y se levanta, se cepilla los dientes, se viste y se va, y tarda cinco minutos, mientras que yo necesito media hora para ponerme en marcha. Tiene esa cualidad, psicológicamente, de soportar el estrés y mantener la disciplina”, cuenta.
Resulta sorprendente, pero la primera dama afirma que no ha notado cambios en el estado de ánimo de su marido en los últimos meses. ¿Está reprimiendo sus emociones? ¿Todo el estrés le va a pasar factura cuando termine la guerra? “No estoy preocupada por su salud mental, sino por su salud física. Se relaja y luego va y coge un virus o algo así. Intento cuidar de él en este sentido, pero, como todos los hombres, no le gusta tomarse la temperatura o la presión arterial. Pero intento convencerlo siendo lo más dramática posible”, dice.
“Primera dama” es un papel extraño, según admite: una posición definida por el trabajo de su marido, sin poder formal, y que viene acompañada de constantes juicios sobre su aspecto y su forma de vestir. No obstante, cree que vale la pena aprovechar el poder blando que proporciona, y el año pasado incluso organizó una “cumbre de primeras amas y primeros caballeros” en Kiev. Diez primeras damas viajaron, entre ellas Emine ErdoÄan y Michelle Bolsonaro, pero este año espera repetir la cumbre de forma virtual. Con tantos países deseosos de mostrar su solidaridad con Ucrania, es posible que la participación sea mayor que en la edición anterior.
En las últimas semanas, Zelenska ha hablado a menudo con algunos de los contactos que hizo entonces, así como con otras primeras damas. Apareció por primera vez en público, 10 semanas después del comienzo de la guerra, para reunirse con la primera dama de Estados Unidos, Jill Biden, y ambas recorrieron una escuela en el extremo occidental de Ucrania, donde estuvieron con personas que habían huido de la guerra en el este. “Jill Biden fue muy valiente al venir a Ucrania. Se mostró extremadamente empática y muy interesada en las experiencias que los ucranianos querían compartir”, explica Zelenska. También ha hablado con otras primeras damas por teléfono. La primera dama de Francia, Brigitte Macron, se ha ofrecido a ayudar a reconstruir una escuela. Antes de la entrevista con The Guardian, Zelenska tenía una videollamada con la reina Matilde de Bélgica, que es profesora de psicología de formación y ha querido dar algunos consejos sobre los programas de apoyo psicológico.
Los ucranianos somos propensos a ignorar la depresión o la ansiedad. Tenemos que hacer una gran campaña publicitaria para que la población entienda que no es culpa suya si necesita apoyo psicológico
“Los ucranianos no están acostumbrados a pedir apoyo psicológico”, dice Zelenska. “Somos propensos a ignorar la depresión o la ansiedad. Tenemos que hacer una gran campaña publicitaria para que la población entienda que no es culpa suya si necesita apoyo psicológico”, agrega. Es algo en lo que estaba centrada antes de la guerra, y aunque algunos de sus otros proyectos -como la introducción de menús escolares más saludables- parecen haberse vuelto menos urgentes cuando la supervivencia está en juego para millones de ucranianos, la cuestión del acceso a los servicios de salud mental nunca ha sido más relevante.
En comparación con muchos ucranianos, Zelenska lo ha tenido fácil en los últimos meses, pero la guerra también ha hecho mella en la familia del presidente. “Mi hijo me dijo: 'Mamá, sabes, sólo quiero ver a mis amigos. Hace mucho tiempo que no los veo. Hace tres meses que juego con perros y guardaespaldas'”. Su hija ha seguido con sus estudios y espera empezar la universidad en septiembre, pero, como millones de ucranianos, perdió muchos días de clase, ya que la llegada de la guerra se produjo justo después de dos años de cierres por la pandemia de COVID-19.
“Todos los ucranianos tienen ahora una enorme carga psicológica”, dice . “La mitad de nuestra población vive separada de sus familias. Por supuesto, la mayoría de nosotros nunca ha vivido en estas condiciones”, relata. Por ahora, la atención se centra en vencer a los rusos, pero cuando la guerra termine, será necesario un programa importante para curar al país. “Nadie quiere un país que ha ganado, que ha luchado por su territorio, pero que está lleno de gente que no puede vivir, funcionar o educar a sus hijos con normalidad. Nos quedan muchos peligros por delante”, dice.
Sin información
Llevamos más de una hora hablando, y antes de terminar quiero volver a aquellos días antes de la guerra, cuando las agencias de inteligencia estadounidenses anunciaban de forma cada vez más alarmista las intenciones de Putin, y Zelenski pedía a los ucranianos que no cundiera el pánico. ¿Se sintió presionado en esos días? ¿Volvía a casa atormentado por la sensación de que tal vez debería advertir a los ucranianos que se prepararan para la guerra? “No, por supuesto que no. Había información diferente de todos los lados”, dice, un poco irritada. “Por supuesto, nadie compartió conmigo ningún secreto militar en casa”, apunta.
El hecho de que el presidente y su esposa estuvieran durmiendo en casa la noche de la invasión es muy revelador. ¿Realmente no pensaron que la guerra era una posibilidad real, a pesar de todas las advertencias? “¿Sinceramente? No. No podía creer que fuera a ocurrir. Ni siquiera tenía listo mi pasaporte”, recuerda.
El 23 de febrero, el día anterior, recuerda que celebró una reunión en su despacho con adolescentes sobre salud mental. Ese día también era el cumpleaños de Yaroslav, dice.
“Yaroslav... ¿es su hijo?” pregunto, por un momento confundido.
“No, es mi guardaespaldas”, dice riendo y señalando al hombre fornido en uniforme, que había olvidado que estaba sentado detrás de mí. Miro hacia él, también con una sonrisa. Yaroslav no me responde con una sonrisa.
El día antes de la guerra, me dice, algunas personas de la oficina hablaban de preparar unas maletas de emergencia por si realmente estallaba la guerra, y tomó nota mental de hacerlo al día siguiente. Al final, eso es lo que hizo, preparar una sola maleta mientras se oía el estruendo del exterior.
El reencuentro
Zelenska se siente ahora capaz de pasar algún tiempo en Kiev, pero no está ni mucho menos segura de que la familia del presidente ya no sea un objetivo para los rusos. “Cuando ves los crímenes atroces que han cometido, piensas que tal vez sean realmente capaces de todo”, dice. Por ello, se muestra evasiva sobre dónde vive ahora. “Por supuesto”, dice, no puede vivir con su marido, pero al menos ahora pueden verse. Describe su primer encuentro, después de todas esas semanas, con explicaciones previsibles.
“Nos abrazamos, nos saludamos y nos preguntamos cómo estábamos. Vinieron nuestros dos hijos y se abrazaron a él un buen rato. Ahora podemos vernos y pueden tocar físicamente a su padre, eso facilita un poco las cosas”, explica.
Más tarde, mientras Zelenska posa en las escaleras del edificio presidencial, el presidente aparece, con un puñado de documentos en la mano y flanqueado por soldados, dirigiéndose a una reunión. Se detiene para intercambiar unas palabras y le da un beso rápido. Mientras se aleja, se sujetan del brazo por un momento, y luego él sigue su camino. Este es el tipo de interacciones fugaces que tienen ahora.
“Esperábamos que pronto pudiéramos vernos más, pero por ahora no veo esa posibilidad”, explica ella. Mientras la guerra que ha iniciado Putin continúe, la familia presidencial, como millones de familias ucranianas, tendrá que permanecer separada.
Traducción de Emma Reverter
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