“Es el síntoma de que algo falla en el actual orden mundial”. Así resumen desde el Observatorio de Desplazamiento Interno (IDMC) la sacudida de las cifras. A finales de 2013, el número de desplazados internos –aquellos que huyen en el interior de sus países- a consecuencia de los conflictos armados u otras formas de violencia alcanzaba el máximo histórico de 33,3 millones, un 16% más que en 2012.
“Es un aumento dramático que confirma la tendencia al alza de los últimos años y que nos obliga a mirar directamente a uno de los conflictos más desastrosos de nuestra época, el que se vive en Siria”, explica desde Ginebra a eldiario.es Sebastian Albuja, investigador del IDMC y uno de los autores del Informe Global 2014 sobre desplazamiento interno, un documento de referencia en esta materia, presentado recientemente en la capital suiza.
Siria, donde han huido de sus hogares unos 6,5 millones de personas, prácticamente un tercio de la población (solo en 2013 se produjeron 3,5 millones de nuevos desplazamientos) justifica el incremento. Pero solo en parte. “En la actualidad podemos hablar de cinco megacrisis de desplazamiento interno que concentran el 63% de la totalidad de desplazados: Siria, Colombia, Nigeria, República Democrática del Congo (RDC) y República Centroafricana. Algunas son crisis que evolucionan y cambian muy rápidamente, otras presentan patrones que se vienen repitiendo durante décadas”, apunta Albuja, quien resalta el caso de Nigeria, donde la violencia perpetrada en regiones del norte por grupos armados como Boko Haram está provocando la huida de un número importante de personas hacia el sur del país.
“Ha sido la primera vez que el gobierno nigeriano, a través de la Comisión Nacional de Refugiados, nos ha facilitado datos sobre desplazamiento interno”, avanza el investigador. Con 470.000 personas desplazadas en el año 2013 y un total de 3,3 millones, Nigeria se ha convertido en el tercer país con mayor número de desplazados, por delante de la RDC (2,9 mill.), Sudán (2,4 mill.), Irak (2,1 mill.) y Somalia (1,1 millones); y detrás de Siria (6,5 mill.) y Colombia (5,7 mill.).
Pese a todo, la recopilación de datos continúa siendo uno de los principales retos. La dificultad de acceso a personas en zonas aisladas o la falta de información sobre aquellas que no figuran en ningún registro o bien que hayan podido regresar a sus lugares de origen o reasentarse en otra parte del país sigue preocupando a los investigadores.
“Es como pedir a un león que te cuide”
Uno de los aspectos que más llama la atención en los patrones de huida en situaciones de conflicto armado es la diferencia entre el número de desplazados internos y el de refugiados. Mientras el primero ha crecido de manera notable en los últimos años, el segundo, aquellos que buscan protección a través del sistema internacional de asilo, se ha mantenido relativamente constante situándose, según estimaciones del ACNUR, en torno a los 15 millones de personas.
¿Posibles razones? Albuja aventura algunas. “Una razón puede ser que en las grandes crisis que estamos viendo en lugares como Siria o la República Centroafricana, los desplazamientos se producen de forma masiva y eso hace más complejo el cruce de fronteras, puede ser más lógico que busquen protección dentro del país; otra explicación podría ser el cierre de fronteras, pero no existen evidencias que expliquen la distancia tan grande entre ambos fenómenos”, reconoce.
En cambio, esta diferencia sí que incide directamente sobre la situación de vulnerabilidad de estas personas. “Los refugiados tienen un estatuto especial y hay toda una arquitectura con obligaciones establecida que les confiere protección, son más visibles. En el caso de los desplazados internos, pese a que existen los Principios Rectores para el desplazamiento, es el propio Estado el que debe brindarles protección. En situaciones como la que se vive en Siria, cuando es el propio Estado el que está desplazando a la persona resultaría ingenuo pensar que va a protegerte, sería como pedirle a un león que te cuide”, arguye Albuja. “Los desplazados internos son mucho más invisibles”, remata este experto.
Múltiples aristas de un fenómeno complejo
Frente a la posible tendencia a pensar en el desplazamiento forzado únicamente en términos de emergencia humanitaria ligada a crisis concretas, la realidad pone de manifiesto que se trata de un fenómeno mucho más complejo que, como bien apunta el investigador del IDMC, “presenta múltiples caras y llama a soluciones de distinta naturaleza según el contexto”.
“Muchos de los datos que aparecen en nuestro informe hacen referencia a países en los que ya no existe un conflicto armado y, sin embargo, se considera que todavía hay personas en situación de desplazamiento con la vulnerabilidad que ello implica”, expone. Así, el promedio de tiempo en el que una persona vive desplazada se sitúa en torno a los 17 años. En lugares como Bangladesh, Chipre, Myanmar, Palestina o Colombia se viven situaciones de desplazamiento desde las décadas de los 60 y 70.
“En estos casos las soluciones pasan por intervenciones en las que se pueda incluir a las personas desplazadas en planes con medidas de desarrollo y reparación específicas, por ejemplo dándoles subsidios para adquirir vivienda, mediante la restitución de tierras, planes para que accedan al mercado de trabajo, etc.”, detalla Albuja al tiempo que incide en la importancia de la prevención. “Existe también todo un debate dentro de este ámbito que aboga por la prevención, por trabajar para construir resilencias, es decir, reforzar las capacidades de las personas para que no tengan que desplazarse o puedan recuperarse más rápido una vez desplazadas”.
La precariedad en las condiciones de vida, el riesgo a una mayor marginación social o las amenazas permanentes de desalojo son una constante en escenarios de desplazamiento de larga duración como sucede alrededor de algunos asentamientos improvisados en Bagdad, Afganistán, Somalia o Colombia, según el IDMC. Situaciones de este tipo ponen de manifiesto las múltiples dimensiones del problema.
“Tradicionalmente, el desplazamiento se ha abordado desde un punto de vista humanitario pero las agencias humanitarias solo pueden tratar sus efectos secundarios, se necesitan respuestas de prevención y de apoyo a largo plazo que van más allá de la emergencia humanitaria en sí”, advierte Albuja.
En este sentido, desde Ginebra reclaman, por un lado, “soluciones diplomáticas decididas por parte de los estados que dominan la geopolítica internacional pues son ellos los que pueden ponerle fin a las causas del desplazamiento”. Por otro, abogan por enfoques integrales de desarrollo y mejora de la gobernabilidad, se trata, concluye Albuja, de invertir mucho más en la prevención, evitar que las personas se vean obligadas a abandonar su hogar.