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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Los bomberos españoles que ayudaron a inmigrantes en Grecia llegan a juicio: “Nuestra condena sería un aviso a navegantes”

Onio Reina recuerda como si fuera ayer el momento en el que pisó por primera vez la arena de las playas de Lesbos. Era diciembre de 2015 y este bombero sevillano acababa de llegar a la isla griega junto a otros tres compañeros tras un largo trayecto en coche desde España. Uno de los vecinos les hizo señales pidiendo ayuda: había dos embarcaciones repletas de gente acercándose a la orilla. Ellos acudieron, aunque ni siquiera llevaban encima el material de rescate que habían traído para colaborar como voluntarios en las tareas de salvamento de refugiados.

“Hacía un frío brutal. Los dos barcos se quedaron encallados. Todo el mundo cayó al agua. Nos invadió la tristeza y la ansiedad. No ves sangre como cuando trabajas de bombero, pero sí un problema enorme: un bebé empapado, personas a la que no le puedes quitar el frío por mucho que lo intentes”, recuerda el presidente de la ONG Proemaid en una conversación con eldiario.es.

Pocas semanas después, el 14 de enero de 2016, tres voluntarios, Manuel Blanco, Julio Latorre y José Enrique Rodríguez, fueron detenidos mientras realizaban labores de rescate en las aguas del Egeo. Este lunes se celebrará en Mitilene, la capital de Lesbos, la primera vista del juicio en el que se podrían enfrentarse a hasta diez años de cárcel por una acusación de tráfico de personas.

Pero no fueron los únicos. Otros dos voluntarios daneses fueron arrestados aquel día. Siete activistas extranjeros habían sido también detenidos en la isla por coger chalecos salvavidas para que los refugiados pudieran descansar. Desde Proemaid recuerdan que eran momentos de “presión” sobre quienes “estaban visibilizando el problema para intentar que abandonaran la isla”.

Los bomberos españoles fueron unos de los primeros detenidos en lo que las ONG consideran un escenario de “criminalización” de quienes defienden los derechos de los migrantes en varios países europeos. “Tenemos ese triste honor”, reconoce Blanco. Desde entonces, otros activistas han visto su labor cuestionada bajo la sospecha de, presuntamente, “favorecer la inmigración ilegal”, como los españoles de Proactiva Open Arms o Helena Maleno. Según el Instituto de Relaciones Raciales, 45 actores humanitarios han sido procesados en Europa bajo leyes de inmigración o contra el contrabando en los últimos dos años.

“Nuestra condena sería un aviso a navegantes, porque hablamos de bomberos, el paradigma de alguien que entrega su vida para salvar a otras personas”, opina Blanco. Ahora, con él a la cabeza, la ONG pelea para cambiar la directiva europea “para que no se permita criminalizar a las personas que ayudan a otras a transitar, entrar, por ánimo humanitario”. Porque su trabajo, insisten, “solo consistía” en eso, salvar vidas.

50.000 personas asistidas en el Egeo

Los tres bomberos detenidos formaban parte del primer equipo de voluntarios que acompañó a Reina en su idea de irse a Lesbos. El clic fue el mismo que el de otros muchos que viajaron a la isla: las imágenes de miles de personas llegando a las costas griegas en la llamada “crisis de los refugiados” de 2015. “Había un bombardeo brutal de los medios. Decidí salir del sofá”, relata Reina.

“Cuando vinimos había una avalancha de voluntarios porque las llegadas eran tales que las autoridades estaban desbordadas. Al principio llamábamos y nos decían que nos hiciéramos cargo nosotros. Nos veían con reticencia y es entendible: somos españoles, nadie nos conoce y venimos a su casa a hacer su trabajo, pero terminaron entendiendo que veníamos a ayudarles”, comenta.

Desde entonces, según sus datos, han rescatado a cerca de 1.000 personas en el Egeo y han asistido a otras 50.000, acompañándolas a tierra de forma segura. Al otro lado, un equipo compuesto por profesionales como bomberos, buceadores, socorristas y sanitarios que rotaban cada 15 días, haciendo malabares para poder irse en vacaciones o cambiar turnos en sus puestos de trabajo en España.

Lo que iba a ser una colaboración puntual acabó dando paso a una asociación, al apoyo de 200 voluntarios y a decenas de misiones. En total, 33 solo en el sureste Lesbos. “Nos impactó tanto lo que vimos que decidimos quedarnos hasta que la situación remitiese y las autoridades se hicieran cargo. Tras la detención, la única forma de hacer ver que hacíamos lo correcto era seguir trabajando. Seguíamos con los mismos protocolos, con más precaución y, como siempre, en coordinación con otros equipos”.

La última misión en Lesbos fue en agosto de 2017. “Salimos porque las autoridades griegas se estaban encargando y ya no había tantas llegadas”, resume el presidente. Por el momento, se quedarán en la isla para continuar este verano con el proyecto Agua, en el que ayudan a niños refugiados a superar su miedo al mar en el que arriesgaron su vida. Además, los voluntarios de la ONG prestan apoyo en algunos campos como Pikpa y realizan tareas de vigilancia nocturna de la costa.

“El problema real está en el Mediterráneo central”

Pero sus miradas ahora no se dirigen tanto a Lesbos, como a la ruta que une Libia e Italia, en la que han muerto al menos 379 personas en lo que va de año, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). En septiembre de 2017 fletaron, junto a Salvamento Marítimo Humanitario, un barco en el Mediterráneo central con el que salvaron 580 vidas hasta diciembre.

“El problema real está en el Mediterráneo. La gente, cuando sale de Turquía, puede ver la costa. Cuando salen de Libia, pierden pronto la referencia, se quedan sin gasolina y van a la deriva. Cuentan historias que parecen películas de ficción. No estamos preparados para saber lo que realmente está pasando allí. A las mujeres, por ejemplo, las violan tantas veces que tienen rotos los pantalones por la zona de los genitales”, relata Reina.

Ahora solo piensan en volver al mar. Tienen previsto hacerlo para verano de este año. “Después del juicio lo que espero es solo pensar en el Mediterráneo central. Ahora, nuestro gasto de energía es brutal y la necesitamos para poner en pie el proyecto y encontrar los recursos suficientes”, explica. “Si los Gobiernos no se hacen cargo, tienen que dejar que lo hagamos quienes que queremos hacerlo”.

En la nueva misión irá Blanco. Esa es su intención, afirma decidido, “cuando todo pase”. “Nuestra labor es necesaria. Ante una situación de emergencia sin recursos fuimos mas rápidos que la respuesta de los Estados, casi inexistente al principio. En el Mediterráneo no hay manos suficientes. Sabemos los que llegan, pero no los que salen. El mar vomita cuerpos de embarcaciones de las que no se tenía constancia, estamos condenando a morir ahogadas a muchas personas”, apunta.

Con cansancio y preocupación, pero también con ánimo por los apoyos recibidos, se sentarán este lunes ante el tribunal griego. ¿Ha merecido la pena? Blanco no duda. “Sí. Nacimos para hacer esto y es lo que nos mueve”. Reina piensa la respuesta unos segundos. “A nivel personal tiene un coste, es duro”, contesta al teléfono mientras su hijo pequeño trata de reclamar su atención.

“Pero cuando rescatas a una persona ha merecido la pena. Me podría haber quedado en mi casa tranquilamente, pero dije 'me voy' y mira lo que se ha liado”, sentencia.