Escuelas escondidas en sótanos de Siria para educar en medio de la guerra
Estamos a las puertas del quinto aniversario del comienzo de la guerra en Siria y, con el paso de esta media década, han florecido multitud de iniciativas civiles que tratan de combatir el horror que inunda al país. Las escuelas del colectivo Kesh Malek se han tenido que ceñir a las adversidades del conflicto: los bombardeos y otros peligros les han llevado a enterrar escuelas en el subsuelo, pero dentro las reglas las ponen ellos. El color y la imaginación animan a los niños a pensar en un futuro para su generación. “Tengo un gran sueño”, reza una de las pegatinas que adorna un aula.
Kesh Malek es un colectivo independiente y sin ánimo de lucro fundado por la sociedad civil siria. Forman este equipo, ya sea en la diáspora o dentro del país, ciudadanos que, a pesar de la guerra, siguen dispuestos a tomar las riendas de su futuro. Especialmente, a través de la educación de los más vulnerables: los niños.
Kesh Malek, que significa “jaque al rey” en árabe, es una metáfora a ese jaque necesario en todo tipo de dictaduras u opresión. Supervisan nueve escuelas de primaria, con 3.330 alumnos, repartidas en siete barrios de las zonas bajo el control de la oposición al régimen en Alepo. Se calcula que 2,8 millones de menores en Siria están sin escolarizar, y en áreas como en las que actúa esta asociación, las matrículas en educación básica han caído del 100% al 6%.
“Un grupo de compañeros se encarga de asegurar que los valores del colectivo se están aplicando en las escuelas”,dice Hayma Alyousfi, miembro de Kesh Malek. “Éstos son el respeto de los derechos de los niños, prohibir la ideología política y religiosa y el rechazo a todo tipo de violencia verbal y corporal. Y así, proporcionar un espacio para la creación y el entretenimiento, además de fomentar la libertad de expresión entre los alumnos. Todo ello acompañado por una infraestructura de refugios subterráneos, para intentar mantenerse a salvo de los sucesivos bombardeos de los aviones de Al Asad y Rusia, que tienen como objetivo todos los espacios públicos, incluidas las escuelas”, explica a eldiario.es.
En los colegios de Kesh Malek, no sólo se enseña matemáticas y gramática. En estas paredes bajo tierra, también hay cabida para el color, un componente fundamental cuando el paisaje que te rodea es oscuro. Por eso, en septiembre del año pasado, se puso en marcha un proyecto en el que “desde un espacio de creatividad, se arroje luz sobre la diversidad del pueblo sirio y su identidad, fomentando la tolerancia y los derechos humanos a partir de diseños y dibujos personalizados para cada aula y edad. Convirtiendo las clases en un lugar seguro para niños y profesores que les sirve de escapatoria a la violencia diaria que viven y les garantiza poder expresarse libremente. A través de esas imágenes propositivas –que cubren las paredes sin ventanas, pupitres y pizarras– los niños interiorizan el respeto y pondrán límites a todas las ideologías extremistas”, argumenta Alyousfi.
“Reconstruiremos Siria piedra a piedra”
Otras de las actividades preparadas para los alumnos, que sirven como herramientas para solucionar conflictos y canalizar la rabia y la violencia del entorno, son los grupos de títeres y de teatro. O los exitosos “buzones de opiniones”, que consisten en brindarles la oportunidad de exteriorizar sus inquietudes dejando sus mensajes en estos casilleros repartidos en los pasillos y que después se compartirán para tratar de buscar soluciones de una forma colectiva y participativa.
H.K, un joven sirio afincado en España, es el encargado del diseño de estas aulas clandestinas forradas de colores y mensajes para los pequeños.
“Quiero libertad”. “Reconstruiremos Siria piedra por piedra”. “Quiero a mis amigos”. “Somos el futuro”. “Tengo un gran sueño”. Esas son solo algunas de las frases estampadas en pegatinas, carteles o plantillas de grafitis para que los críos plasmen en los muros, y que se utilizan para adornar estos colegios que, cada día, tratan de burlar la muerte. H.K. considera que es importante “resaltar valores comunes de todos los sirios, no las diferencias, que esas están a la vista”.
Por eso, en Kesh Malek trabajan fomentando la inclusión, ya sea de género, religiosa, o cultural. Con detalles tan significativos como utilizar las lenguas más habladas por las diferentes comunidades que viven en Siria: kurdo, siriaco, árabe, además del inglés.
Al mismo tiempo insisten en “la oportunidad de ofrecerles más opciones de vida, que -los niños- elijan y sepan que hay más alternativas que ser soldados. Todo, desde una visión para trabajar por una Siria libre”.
Una misión, y a la vez un sueño, que comparten todos los integrantes de Kesh Malek, quienes creen que, para conseguirlo, “en Siria, habrá que pasar por una refundación, una Constitución nueva y una generación que conozca bien sus derechos, crea en ellos y tenga las herramientas para defenderlos”.
Caos total tras los bombardeos en Alepo
La batalla de este colectivo por promover iniciativas civiles que, como explica H.K., “tanto el Daesh (ISIS) como el régimen quieren aplastar”, sigue en pie. A pesar de que una de las tareas de Kesh Malek es “convencer a los vecinos para que manden a sus hijos a estas escuelas”, desde el colectivo denuncian que “la intensidad de los bombardeos de los últimos meses, perpetrados por el régimen y la aviación rusa, ha afectado duramente al funcionamiento”.
“Todavía no tenemos números definitivos del caos total causado últimamente a las afueras de Alepo. Pero, por ejemplo, en el barrio Al Fardos han cerrado la escuela por el bombardeo durante tres días sin parar, lo que ha provocado el miedo de los padres y el porcentaje de la asistencia de los niños en febrero fue solo del 15%, además tres profesoras tuvieron que desplazarse de la zona”, se lamenta Alyousfi.