The Guardian

El Gobierno de Biden detiene a menores migrantes en condiciones cuestionadas por sus propios funcionarios

Alexandra Villarreal

The Guardian —
25 de marzo de 2021 22:34 h

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“Contenedores” de plástico transparentes, cerrados por los cuatro costados y encajados a su vez dentro de tiendas de campaña gigantes. En su interior y en una situación cercana al hacinamiento, menores migrantes pasan el día tumbados sobre mantas térmicas plateadas que tiñen la escena de destello distópico.

Las alarmantes imágenes que muestran las condiciones de detención de miles de niños y adolescentes en la frontera entre Estados Unidos y México evidencian que la crisis humanitaria es cada vez más grave, mientras la administración Biden intenta tramitar a toda velocidad los casos de la gran cantidad de niños que está recibiendo el país. El presidente estadounidense reconoció este jueves en rueda de prensa que las condiciones en las que se encuentran los menores no acompañados son “totalmente inaceptables”: “Por eso vamos a sacar a 1.000 de esos niños rápidamente”.

Con este objetivo, Biden ha ordenado a la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias que ayude a trasladar y albergar a los migrantes. “He estado trabajando desde el momento en que esto comenzó a suceder para tratar de encontrar espacios adicionales para que los niños puedan ser alojados de manera segura”, ha añadido.

El sistema disfuncional que los atiende, heredado del mandato de Donald Trump, complica la lucha de poner orden en medio de este caos, agravado por la pandemia. “La cantidad de personas que está entrando es increíble”, dice Daniela Sosa, responsable de relaciones públicas e implicación comunitaria de Good Neighbor Settlement House, una organización que ayuda a distribuir alimentos entre los migrantes en Brownsville, el extremo este de la frontera entre Texas y México.

Por la autoridad de protección de fronteras y aduanas de Estados Unidos –policía de fronteras, CBP por sus siglas en inglés- han pasado 9.500 menores de edad que viajan sin padre, madre o tutor durante el mes de febrero. La media es de 337 niños al día. A esa cantidad se suman 19.000 personas más que viajaban en familia.

A mediados de marzo, quedaban al menos 14.000 menores bajo custodia de las autoridades federales. Muchos de ellos a cargo de la Oficina de Reubicación de Refugiados del Departamento de Salud (ORR), la entidad encargada de sus expedientes.

Los centros de procesamiento de la frontera, que la administración Trump había decidido desmantelar, están activos de nuevo. Los niños están atrapados, a veces durante más de 10 días, en instalaciones fronterizas improvisadas e inhóspitas, sobre las que expertos y funcionados coinciden en algo: los menores no deberían estar allí.

“Las instalaciones de la policía de fronteras no deben estar destinadas a retener niños durante mucho tiempo”, según la propia policía de fronteras. “Apenas unas horas detenidos ya es más de lo que queremos”. Pero el traslado de los niños a la oficina de reubicación de refugiados “está vinculada directamente con el espacio disponible” en ese sistema de albergues, muy limitado debido a la crisis de salud pública derivada de la pandemia.

Las primeras imágenes

El equipo del congresista demócrata por Texas Henry Cuellar compartió con los medios imágenes que pocas vecen se hacen públicas. En ellas se puede ver a los niños hacinados en el suelo en una instalación fronteriza en Donna, Texas.

Hace días que se niega el acceso de periodistas a las instalaciones. Las imágenes publicadas muestran a los menores durmiendo sobre colchonetas alineadas en el suelo y cubiertos con mantas térmicas para combatir el frío. Ubicados en lugares con temperaturas medias muy altas, en el sur de Estados Unidos, siempre cuentan con aire acondicionado a gran potencia. Los migrantes llaman “hieleras” a esos lugares. La cadena de televisión CBP emitió imágenes en las que se ven escenas similares.

Las fotos –tomadas el fin de semana pasado y publicadas por primera vez por Axios- ofrecen una mirada sin filtros sobre ese tipo de “celdas” de la policía de fronteras. El Secretario de Seguridad Interior de Estados Unidos, Alejandro Mayorkas, ha reconocido que estas infraestructuras “no son lugares para un niño” aunque miles de niños están siendo atrapados en ellas por un periodo superior al plazo máximo de 72 horas marcado por la ley.

“Esas instalaciones no son las adecuadas para acoger niños por períodos de tiempo que no sean cortos”, dice Mark Greenberg, director de servicios públicos en el Migration Policy Institute, un grupo de expertos con sede en Washington.

Incluso las instalaciones de ORR no son más que un alto temporal en el camino. El objetivo final es que los menores que viajan solos pasen por un proceso migratorio que los lleve junto a sus padres o seres queridos con residencia en Estados Unidos. Para que eso suceda, hay que verificar que la persona que los va a recibir puede garantizar su bienestar.

Se trata de evitar situaciones –poco frecuentes, pero reales- en que se ha entregado a los niños a redes de trata por errores de la administración a la hora de comprobar todas las circunstancias de quien los recibe.

“A veces dicen que esos mecanismos son trámites burocráticos, pero están ahí porque la agencia quiere minimizar el riesgo que implica poner a un niño ante una situación de peligro”, dice Greenberg.

El flujo actual de migrantes en situación vulnerable en la frontera marca un cambio de tendencia respecto a la situación durante la mayor parte de 2020. El año pasado Trump se sirvió de la pandemia para cancelar programas que permitían la entrada en el país.

Descartan las expulsiones de menores no acompañados

Aunque Mayorkas ha insistido en que “la frontera está cerrada” también ha rechazado la práctica habitual de la era Trump de expulsar a miles de niños migrantes a los que nadie acompaña. “Nosotros no haremos eso. No somos eso”, declaró en una entrevista con el canal de noticias NBC.

El departamento que dirige continúa expulsando a casi todos los adultos -sin familia- que recibe, que representan a la gran mayoría de quienes detienen en la frontera sur.

Pero el comportamiento ante las familias no es siempre el mismo y la administración ha responsabilizado a México por no acogerlas. El mes pasado, menos de la mitad de los migrantes que viajaban en familia fueron expulsados. En otros casos, se ha permitido que algunos migrantes esperen en el país mientras se resuelven sus solicitudes de asilo.

Como la prioridad es reducir la duración de las detenciones de migrantes, algunos son liberados sin tener una fecha para presentarse ante la justicia para resolver su caso. Pero a otros se los expulsa, incluidas las familias con niños. Eso genera escenas de desesperación, en las que algunos migrantes rompen en lágrimas. Muchas de esas personas han gastado los ahorros de una vida o se han endeudado para pagar un viaje, extremadamente peligroso, hasta la frontera para, finalmente acabar en peligrosas ciudades de México, como algunas de las regiones centroamericanas que dejan atrás.

Quienes logran quedarse en Estados Unidos reciben ayuda para sobrevivir mientras esperan que se resuelvan sus peticiones de asilo. “Hemos visto lo generosa que es esta gente y la gratitud que muestra cuando llega alguien con un plato de comida caliente”, dice Daniela Sosa, de Good Neighbor Settlement House.

Pañales, leche para bebés, cepillos de dientes, desayunos, comidas y cenas. Su organización cuida y asiste a los migrantes desde que son puestos en libertad y mientras esperan reunirse con las personas que van a acogerlos. “Tienen mucha hambre y tanta sed”, dice Sosa. “Están tan contentos de haber logrado llegar a Estados Unidos…”