El 15 de septiembre de 2021, Sidy Keita, de Costa de Marfil, y Didier Martial Kouamou Nana, de Camerún, se embarcaron en una lancha neumática desde Turquía, con la intención de llegar a Grecia. A pesar de que consiguieron llegar a la isla griega de Samos, sus cuerpos fueron encontrados días después en la provincia de Aydin, en la costa del Egeo, arrastrados por la corriente.
Ha sido posible reconstruir lo que sucedió en un espacio de cinco días (de su llegada a la costa griega hasta que se encontraron sus cuerpos en Turquía) a partir de entrevistas con más de una docena de testigos, análisis de documentos clasificados, imágenes por satélite, cuentas de redes sociales e información en internet, y conversaciones con funcionarios de Turquía y Grecia. La conclusión es que los dos hombres murieron ahogados, probablemente como consecuencia de la decisión de las autoridades griegas de una “devolución en caliente” que los obligó a regresar a alta mar.
Lo que les ocurrió a estos hombres, que se fueron de sus países para escapar de la opresión política y buscar una vida mejor en el extranjero, es fruto de una investigación conjunta de The Guardian, Lighthouse Reports, Mediapart y Der Spiegel.
El primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, ha negado en repetidas ocasiones que se produzcan expulsiones. Pero cada vez hay más pruebas de que se expulsa ilegalmente del territorio griego a posibles solicitantes de asilo antes de que tengan la oportunidad de presentar sus solicitudes.
Llegada a Samos
Keita, de 36 años, abandonó Costa de Marfil tras participar en las protestas contra el presidente Alassane Ouattara. Llegó a Turquía en marzo de 2020. Kouamou, de 33 años, mecánico en Camerún, aterrizó en Turquía el año pasado, con la esperanza de reunirse con su hermano, que vive en Francia desde 2014.
Como muchos antes que ellos, ambos se dirigieron al barrio de Basmane, en Izmir, ciudad turca en la costa del Egeo y un lugar conocido para las personas que quieren entrar en Europa de forma clandestina. Formaban parte del grupo de 36 personas que se embarcaron en una lancha neumática cerca de Kusadasi, en la costa turca, en la madrugada del 15 de septiembre.
Según los testimonios, la embarcación llegó a la costa nororiental de Samos hacia las siete de la mañana, justo cuando salía el sol. La zona, el Cabo Prasso, es una península con laderas empinadas y peligrosos desniveles hacia el agua.
Los abogados que trabajan para el Proyecto Jurídico de Derechos Humanos (HRLP) en Samos, a diez kilómetros de Cabo Prasso, recibieron un mensaje de texto de un número desconocido que les informaba de la llegada de la lancha, con fotos tomadas desde tierra de una embarcación de los guardacostas griegos avistada en la zona. A las 10:25 horas, el HRLP envió un correo electrónico a la Policía Local, a la Agencia de la ONU para los Refugiados ACNUR, a un miembro de la Comisión Europea con sede en la isla y al servicio de recepción e identificación de solicitantes de asilo de Samos, informándoles de la llegada.
El correo electrónico del HRLP, al que ha tenido acceso The Guardian, solicita que se proporcione a los llegados la asistencia necesaria para registrarse como solicitantes de asilo en la isla, tal y como establece la ley. No hubo respuesta.
Tratados como si fueran “basura”
Poco después de la llegada de la embarcación, los testigos describen haber oído lo que parecían disparos. Presas del pánico, las personas que iban en la embarcación se dispersaron, escalando el terreno montañoso para esconderse donde fuera posible. Ocho lograron escapar hacia el interior, pero los otros 28, entre ellos un bebé, niños pequeños y una mujer embarazada, fueron detenidos por las autoridades. Esa tarde, los subieron a una embarcación de los guardacostas, los condujeron al mar y los dejaron a la deriva en dos balsas salvavidas. Se trata de una forma bien documentada de devolución por parte de las autoridades griegas.
A Jean* y al menos otras dos personas se les pidió que se desnudaran y dicen que fueron cacheadas y golpeadas. Jean afirma que los agentes registraron las cavidades corporales de al menos una mujer con el fin de buscar dinero. “La Policía nos golpeó con muchísima violencia”, dice. “Me golpearon en la cara y en el estómago. Estaba llorando”. Pascaline* explica que le robaron el dinero y que tiraron a su bebé a la balsa salvavidas “como si tiraran un cubo de basura”. “Tenemos que denunciar su comportamiento porque es inhumano. Golpearon a personas delante de nosotros, traumatizaron a los niños”.
Las dos balsas fueron recogidas por los guardacostas turcos unas horas después. La mujer embarazada se puso de parto en la balsa y dio a luz poco después de ser rescatada.
De las ocho personas que inicialmente escaparon de las autoridades en Samos, cuatro consiguieron llegar a un campamento de refugiados en la isla, mientras que las otras cuatro fueron detenidas. Una mujer fue detenida frente a un monasterio, se le dio una botella de agua y se echó al mar por su cuenta. Fue rescatada por los guardacostas turcos el 17 de septiembre.
Tras pasar la noche en el bosque, Keita, Kouamou y otro hombre, Ibrahim*, fueron detenidos el 16 de septiembre.
Ibrahim, antiguo miembro de la marina camerunesa, señala que les pararon en una carretera unas personas que se identificaron como policías. Les pidieron el carné de identidad y les quitaron los teléfonos y el dinero antes de meterlos en un coche y llevarlos a un puerto. Ibrahim explica que luego los subieron a una lancha rápida, que identificó como un Rafnar, una embarcación utilizada por los guardacostas en Samos.
Después de media hora, la lancha se detuvo e Ibrahim dice que, uno por uno, los hombres fueron empujados al agua. “Me resistí”, dice. “Me golpearon a conciencia antes de tirarme al mar. Dice que nadó desesperadamente y que las olas le ayudaron a nadar hacia la orilla turca y a la playa, a pocas horas de Kusadasi. Cuenta que dio las gracias a Dios por haberlo salvado y luego vomitó.
Según Ibrahim, el cuerpo de Keita apareció poco después. Según el relato de sus amigos, ni Keita ni Kouamou sabían nadar. Ibrahim intentó reanimarlo, pero era demasiado tarde. Ibrahim plantó un palo en la arena junto al cuerpo de Keita y comenzó a caminar por la costa.
Fue detenido por la Policía turca el 18 de septiembre, y les describió los hechos que condujeron a la muerte de Keita. “Nos empujaron a todos al mar”, dijo a las autoridades. “No nos proporcionaron ni una balsa ni un bote”. Les dijo que Kouamou había desaparecido bajo las olas.
Ese mismo día, los guardacostas turcos encontraron el cadáver de Keita. Dos días después, encontraron el cuerpo de Kouamou en la misma playa. Ibrahim identificó posteriormente ambos cuerpos en la morgue de Izmir. Los informes médicos indican que Keita se ahogó y que el cuerpo de Kouamou fue encontrado en el mar, cerca de la orilla.
“Grecia y la UE tendrán que responder”
Aunque es imposible verificar completamente la historia de Ibrahim, dos funcionarios griegos con conocimiento directo de las operaciones de los guardacostas y que hablaron bajo condición de anonimato confirmaron que la experiencia que el hombre relata ha ocurrido antes, normalmente a grupos más pequeños de solicitantes de asilo. El motivo es evitar el uso de balsas salvavidas, que son caras; cualquier licitación pública para su sustitución podría plantear dudas. Ambos funcionarios dijeron que normalmente se proporciona a los refugiados chalecos salvavidas y luego se les indica que regresen a nado a Turquía. Desde diciembre, los guardacostas turcos han registrado 11 rescates de personas en circunstancias similares.
En octubre, mientras tomaba un té en la ciudad turca Izmir, Ibrahim dijo que creía que había sobrevivido en parte gracias a Dios. “El mar es mi amigo, no tengo miedo”, indicó. Desde entonces ha conseguido volver a Grecia, donde se ha registrado como menor de edad. The Guardian no puede verificar su edad. Meses después, todavía le atormenta lo sucedido. “Siento que parte de mí se quedó en el mar”, lamenta.
Dimitris Choulis, abogado del HRLP, está presentando una demanda en la que presiona para que se presenten cargos penales contra los implicados en esa atrocidad, en nombre de algunas de las 36 personas que hicieron ese viaje el 15 de septiembre. “Lo que es muy peligroso para nuestra democracia es que los agentes de Policía se extralimiten en el cumplimiento de la ley”, subraya. “Mi esperanza es, como abogado griego, restaurar el Estado de Derecho en la isla de Samos, porque esto es lo que parece haberse perdido”.
Lorraine Leete, del Centro Jurídico de Lesbos, añade: “Las devoluciones constituyen atrocidades contra la humanidad por las que Grecia y la Unión Europea tendrán que responder tarde o temprano, dadas las duras y acumuladas pruebas de los crímenes cometidos en sus fronteras”.
El cuerpo de Kouamou fue repatriado a Camerún gracias a los ahorros de su hermano mayor, Séverin. Deja una esposa y dos hijos pequeños. “La noticia de su muerte nos ha destrozado”, asegura su tía Marinette. “Su muerte me ha traumatizado porque he perdido a un buen chico”.
La familia de Keita no ha podido juntar el dinero necesario para repatriar el cuerpo a Cosa de Marfil. El joven ha sido enterrado en una sepultura sin nombre en Izmir, a miles de kilómetros de su casa.
En un comunicado, las autoridades policiales griegas han indicado que “en cumplimiento de un estricto marco jurídico disciplinario, las autoridades policiales griegas investigan todas las informaciones que se les comunican y que se refieren a presuntos incidentes de malos tratos en las fronteras, incluidas las denuncias por devoluciones no tramitadas, con el fin de que se impongan las sanciones previstas por la ley y se prevengan comportamientos similares en el futuro. Las alegaciones sobre el incumplimiento del principio de no devolución no se ajustan a la realidad y, de hecho, socavan la labor de la Policía helena en las zonas fronterizas operativas”.
La guardia costera griega también se ha pronunciado en otro comunicado: “Las prácticas descritas y atribuidas a los medios operativos y al personal de los guardacostas no se corresponden con nuestros procesos operativos en la disuasión de los cruces fronterizos no autorizados, ni en el trato con los nacionales de terceros países durante la vigilancia de las fronteras marítimas”.
El ministro griego de Migración, Notis Mitarakis, aseguró el pasado jueves que las autoridades nacionales independientes investigan todas las denuncias, pero que hasta ahora “cuando las autoridades solicitan más información y pruebas a los autores de dichos informes, estos se niegan a proporcionarlas”. Además, dijo que “la propaganda turca sobre la inmigración ilegal a menudo da como resultado noticias falsas en los medios”.
La Comisión Europea dijo este jueves estar “preocupada” por estas nuevas informaciones –es la primera vez que se habla de muertos– y aseguró que si estas se confirman, sería “intolerable”.
* Se han cambiado los nombres.
Traducción de Emma Reverter