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ENTREVISTA Saiba Bayo, politólogo

“Los jóvenes senegaleses están migrando a Canarias porque les han arrebatado las libertades con las que crecieron”

Gabriela Sánchez

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Cuando le preguntan por el aumento de las llegadas de migrantes a las Islas Canarias, el politólogo senegalés Saiba Bayo insiste en retroceder varias décadas atrás. El nuevo pico de salidas de cayucos desde Senegal no se entiende, dice, sin las razones que desencadenaron otros flujos migratorios importantes en el pasado de su país. Su discurso está plagado de conexiones históricas que apuntan hacia dos direcciones. Hacia el interior de su país, a la avaricia de poder del presidente actual y la consiguiente crisis política. Pero también hacia el exterior, a la voracidad de los acuerdos comerciales occidentales, que han impactado durante años en la población senegalesa.

Saiba Bayo nació en Senegal y se formó en la Universidad Autónoma de Barcelona. El experto en postcolonialismo, que colabora de manera activa como analista político en diversos medios de comunicación, desgrana el contexto que ha empujado a abandonar su país a miles de senegaleses en lo que va de año, arriesgando su vida en el Atlántico. El arresto del líder de la oposición, Ousmane Sonko –cuyo partido ha sido prohibido por las autoridades–, ha desencadenado varias olas de protestas en las calles, reprimidas con mano dura por el Gobierno de Macky Sall.

Desde enero a noviembre de 2023, Canarias ha registrado un número de llegadas sin precedentes, superando las cifras de la llamada “crisis de los cayucos” de 2006. Las razones que empujan a sus compatriotas a subirse a bordo de un cayuco conectan con el motivo por el que Bayo evita viajar a su país desde hace dos años: el miedo a perder su libertad.

¿Por qué tantos senegaleses están saliendo del país? ¿Qué factores influyen?

La gente suele recordar la crisis de los cayucos de 2006 cuando habla de los precedentes de la emigración senegalesa, pero es importante remontarse a las anteriores olas para entender los factores claves. En la historia de Senegal ha habido tres principales olas de emigración, que van ligadas a una serie de hechos históricos. 

En los años 70, hubo una gran sequía que arrasó gran parte del ganado y de la cosecha, derivando en una situación de hambruna terrible. Muchos senegaleses del norte del país, la zona más desértica y donde más afectó la sequía, se fueron moviendo del norte a otras áreas del país y hacia otros países de la región. 

En los años 80, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional piden a los países africanos que, para poder recibir préstamos, tienen que hacer una reestructuración, un plan de austeridad. Senegal estaba estructurando la agricultura, creando cooperativas, apoyando a los agricultores y, de repente, se empieza a cerrar el grifo a los agricultores, lo que empeoró la situación en la zona rural y mucha gente emigró hacia las ciudades costeras. Entonces, la cantidad de pescadores aumenta. Pasan del campo al sector de la pesca. Además, la reestructuración no únicamente afectó la agricultura, también a la educación, a la sanidad… Por esto muchos países africanos están atrasados, porque esta política de los años 80 ha creado un bache del que a muchos países les cuesta salir, porque han estado casi diez años sin invertir en la sanidad, en la agricultura y en otros muchos sectores.

Esta situación deriva en la segunda ola. Empiezan a salir de Senegal hacia Europa, básicamente a Francia. Algunos llegan a España pero lo hacen a cuentagotas. Y la tercera ola es la actual, la ola de los cayucos, que se dividiría en dos picos de llegadas: en 2006 y durante este año, 2023.

¿Y qué razones están detrás de esa “tercera ola”?

Hay un factor clave en las decisiones monetarias financieras que se introducen en los países africanos y esto crea un desastre a nivel estructural de la economía, que acaba explotando en la gente. Pero sobre todo influyen los acuerdos de pesca, los protocolos que permitían el acceso de buques de la Unión a una gran variedad de recursos pesqueros. También fueron importantes los Acuerdos de Asociación Económica de la UE con los países africanos y la Unión Europea y el Pacífico y el Caribe, que conlleva la disminución drástica de aranceles.

Llegan los barcos de la Unión Europea, de China, de Japón –también firman acuerdos con ellos– y se produce un impacto directo en las aguas senegalesas y sus recursos. Recordemos que muchísimos agricultores se habían convertido en pescadores. Pero ahora no llega el pescado a los pueblos y la gente que va a pescar en los mares tampoco tiene dinero, por lo cual genera un efecto de empobrecimiento generalizado. El precio de la carne se ha disparado porque la sequía se ha cargado la mitad del ganado. Y si quitas el pescado que le servía a la gente para subsistir, las consecuencias son terribles. 

Esos acuerdos de pesca empujaron muchas salidas desde los años 2000. Pero en el último año se ha sumado un nuevo factor. Ante esta difícil situación económica, si al menos tienes alguna esperanza de cambio político, si tienes por lo menos libertad, seguridad o una sociedad mínimamente democrática, puedes seguir intentándolo. Pero si arrebatas la esperanza de cambio, si le añades la persecución política y la falta de libertades que estamos viendo ahora en Senegal, se genera una desafección colectiva muy aguda. 

Hablamos de crisis política en Senegal y aumento de la represión. ¿En qué se está traduciendo?

El país hizo un salto democrático en los 2000 hasta la llegada en 2012 de este Gobierno, que ha creado un sistema de represión. Es básicamente una autocracia camuflada de democracia, pero realmente no es nada democrático. Un ejemplo es la libertad de expresión. En menos de dos años ha pasado de tener la posición 49 a la 104 (de 180 países) en el índice de libertad de prensa de Reporteros Sin Fronteras.

El país hizo un salto democrático en los 2000 hasta la llegada en 2012 de este Gobierno, que ha creado un sistema de represión. Es básicamente una autocracia camuflada de democracia

Hemos visto cómo se han cerrado televisiones que cubrían las manifestaciones y han sido sancionadas solo por cubrir estas protestas. Por otro lado, hemos visto durante las manifestaciones cientos de detenciones arbitrarias. En Senegal ha habido por lo menos entre 1000 y 1300 presos políticos. Han detenido a miembros del partido de la oposición disuelto, pero también a miembros de su familia solo por el hecho de serlo. Arrestan a personas en las manifestaciones, les llevan a los calabozos y luego salen con brazos rotos y cabezas abiertas. Y la gente no se atreve a salir a manifestarse. Hay un miedo colectivo en Senegal. Incluso la gran mayoría de los senegaleses que viven fuera del país no se atreven a volver porque tienen miedo de que puedan ser detenidos. 

Ha mencionado algunas de las detenciones arbitrarias, documentadas por diversas organizaciones como Amnistía Internacional. ¿Podría contarme alguno de esos casos?

Un ejemplo es Ndeye Fatou Fall, quien fue liberada esta semana. Es activista en las redes (conocida como Fatou Dall) y muy seguida. Compartía mensajes críticos con el Gobierno y partidarios con el partido de la oposición en sus estados y en TikTok. La detuvieron y ha estado en la cárcel [según Amnistía Internacional, acusada de “provocación directa de concentración armada y actos y maniobras susceptibles de comprometer la seguridad pública a través de sus publicaciones en las redes sociales”]. 

Otra de estas detenciones afectó a Pape Ibra Gueye, quien ha acabado falleciendo hace unos días intentando llegar a Canarias. Él era un sastre muy talentoso y también hacía viñetas satíricas con las portadas de los grandes periódicos de Senegal, cuando estas no daban importancia a la situación que vivía el país. Cogía las portadas de los periódicos y hacía un juego de palabras. Fue denunciado por haberle cambiado la portada a un diario cuyo propietario es un miembro del Gobierno. Le detuvieron, le llevaron a la cárcel, le dejaron allí seis meses y luego le liberaron sin juicio ni nada. Cuando salió, como era muy consciente de su persecución, intentó huir pero murió en el Atlántico. Como él, muchos otros chicos. 

La orden de arresto de Ousmane Sonko ha hecho explotar a una parte de la población. ¿Pero cómo se ha ido produciendo ese cambio que ha concluido en la reducción de las libertades en Senegal?

La política senegalesa es una montaña rusa desde el momento en que cualquier gobernante que llega lo primero que hace es cambiar las instituciones para adaptarlas a las necesidades de su partido político. Lo que puede tener como consecuencia que no existan cortafuegos para las violaciones de las libertades. Cuando llegó al poder Macky Sall, además de ya controlar el Parlamento y la televisión nacional, creó lo que se llama el grupo de los 100, que son los periodistas más importantes del país, a los que da una financiación importante para que callen situaciones, como puede ser abuso de poder político.

A nivel jurídico, ha colocado a los jueces que son afines para que cuando cualquiera que vaya a denunciar una situación, se declaren incompetentes o retrasen los casos. Cuando tú controlas los medios de comunicación y controlas la justicia, tienes la vía abierta para hacer todo tipo de vejaciones de las libertades.

¿Por qué la orden de arresto de Sonko ha hecho estallar de esta manera a la población?

Sonko representa una esperanza para la gente joven. La mayoría de quienes salen a las calles tienen menos de 25 años. Son chicos que han nacido hacia los años 1998 o 2000. En torno a esos años se produce la primera transición política desde la independencia de Senegal, cuando se salió a las calles para pedir un cambio. Es, por tanto, la generación en un ambiente de vitalidad política, no democracia real, pero sí libertad de manifestación, de expresión, de reunión…

Y en estos últimos años, Senegal ha pasado de ser uno de los mejores a uno de los peores. Por eso, al haber crecido con conciencia política, han creído que podían hacer algo. Cuando salieron a las calles contra la orden de arresto de Sonko y les reprimieron sin piedad, supieron que aquello que creían que era posible no lo es. Y no les puedes quitar la libertad porque han nacido en esa libertad. La mayoría de esos jóvenes habían crecido con conciencia de sus derechos y libertades, y privarlos de ellos es matarlos directamente. Por eso muchos se arriesgan a morir en el Atlántico. Porque tenían una libertad que se les está arrebatando.

¿Ha cambiado el perfil de los senegaleses que están viniendo en cayuco este año con respecto al anterior pico del 2006?

Ahora ha aumentado el número de niños y mujeres, algo que no veíamos en las otras olas migratorias. Y esto es muy simbólico. En la cultura patriarcal senegalesa, tradicionalmente los chicos eran quienes viajaban, pero no cualquier chico, sino los que estaban cerca de la edad de casarse porque se supone que es la confirmación de su masculinidad, de su hombría. Si no tienen trabajo para sostener una familia, tenían que irse a buscar ese sustento fuera. Ahora hay muchos más niños y mujeres y, a mi parecer, teniendo en cuenta la sociedad senegalesa, es significativo porque estos flujos se suelen dar cuando la gente huye por su seguridad, porque no tiene libertad. Cuando la gente huye porque ya no tiene perspectiva de futuro. Creo que este cambio de perfil también tiene que ver, precisamente, con el aumento de la represión. 

¿Cree que ahora hay más personas que necesiten protección internacional entre los senegaleses que están llegando en cayuco a Canarias?

La gran mayoría puede tener perfiles de solicitantes de asilo. Porque muchos de esos chicos, sobre todo si son estudiantes, están vinculados al partido de Ousman Sonko. Y, si la razón para darle el asilo es tener miedo de que tu vida o libertad corra peligro, todos esos chicos de Senegal podrían ser demandantes de protección. 

Podríamos ser el próximo país africano con un Estado fallido o un régimen militar

Su vida puede correr peligro porque son jóvenes que crecieron creyendo que podían manifestarse con tranquilidad, que creían que tenían unas ciertas libertades y ahora se las han arrebatado. Si se empeñan en recuperarlas, pueden acabar con un brazo roto o incluso con una bala en la cabeza. 

¿Qué perspectivas ve de cara a las elecciones presidenciales de febrero?

Temo que ni llegue a haber elecciones, al menos unas libres y transparentes, por las dinámicas que se están llevando a cabo. Esta voluntad no existe y este sería el último ingrediente que falta para estar al nivel de Níger, Malí o Gabón, donde ha habido un golpe de Estado. 

Recordemos que, tanto en Malí como en Níger, la gente apenas votó. Si se da esa situación, por la que el partido del presidente tiene el apoyo de un porcentaje muy bajo de población, tenemos un problema, dado que, desde el punto de vista de la población, no sería legítimo. 

Ahora están haciendo todos los trámites para crear una situación de desafección política. Podríamos ser el próximo país africano con un Estado fallido o un régimen militar. No parece muy probable en Senegal, por la consolidación del poder colonial, pero a estas alturas, teniendo en cuenta la inflación, teniendo en cuenta el coste de la vida, teniendo en cuenta la corrupción galopante, si se añade este último ingrediente de inseguridad e inestabilidad, las piezas del tablero se pueden mover muchísimo.