Un año después de que el conflicto estallara en la región de Kasai, en el centro de República Democrática del Congo (RDC), parte de la población que había huido al bosque regresa a sus hogares
Médicos Sin Fronteras (MSF) advierte de que la población necesita ayuda urgente, sobre todo en las zonas rurales, aquellos pueblos y aldeas más afectados por la violencia, que estalló en agosto de 2016
Los equipos móviles de MSF viajan a pueblos de Kasai para tratar a personas que necesitan atención médica, en particular niños con desnutrición, y reabastecer los centros de salud locales con medicinas y otros materiales
Kanku (21 años) vive ahora en Mayi Munene con sus dos hijos, de cinco y dos años. Su esposo fue asesinado en Kamako, su ciudad. Ella estaba lavando ropa en el río cuando comenzó la violencia. Su marido y ella huyeron con los niños al bosque. Él recibió un disparo. Kanku pasó un mes escondida y luego se marchó a Kamonia, donde pasó otro mes. Después vivió en una iglesia de Tshikapa, donde se enteró de que su hermana la buscaba en Mayi Munene, donde viven ahora. No cree que pueda volver nunca a su ciudad. © Marta Sosynska / MSF
Kanku (21 años) vive ahora en Mayi Munene con sus dos hijos, de cinco y dos años. Su esposo fue asesinado en Kamako, su ciudad. Ella estaba lavando ropa en el río cuando comenzó la violencia. Su marido y ella huyeron con los niños al bosque. Él recibió un disparo. Kanku pasó un mes escondida y luego se marchó a Kamonia, donde pasó otro mes. Después vivió en una iglesia de Tshikapa, donde se enteró de que su hermana la buscaba en Mayi Munene, donde viven ahora. No cree que pueda volver nunca a su ciudad. © Marta Sosynska / MSF
Tras huir del pueblo de Senge a raíz de un ataque de milicianos, Kabeya Mamba (30 años) está en el centro de salud Diketemena de Tshikapa con su esposa e hija. Después de dos meses refugiados en el bosque, la policía les dijo que podían volver al pueblo. Sin embargo, fueron de nuevo atacados y disparados. Llegaron a Tshikapa tras cuatro días de ruta, en la que han visto morir a menores. Ni Kabeya ni su familia había visto una situación tan violenta en Kasai. Han visto como enterraban hasta a 40 personas en fosas comunes. © Marta Sosynska / MSF
Tras huir del pueblo de Senge a raíz de un ataque de milicianos, Kabeya Mamba (30 años) está en el centro de salud Diketemena de Tshikapa con su esposa e hija. Después de dos meses refugiados en el bosque, la policía les dijo que podían volver al pueblo. Sin embargo, fueron de nuevo atacados y disparados. Llegaron a Tshikapa tras cuatro días de ruta, en la que han visto morir a menores. Ni Kabeya ni su familia había visto una situación tan violenta en Kasai. Han visto como enterraban hasta a 40 personas en fosas comunes. © Marta Sosynska / MSF
A Ntumba Kasomba (31 años) tienen que amputarle el brazo izquierdo por una antigua herida de machete. A ella y a su familia les atacaron los milicianos en su pueblo natal, Senge. Vio cómo niños pequeños recibían cortes de machete. Ha visto morir a cinco de sus hijos y su esposo recibió un disparo. Solo entre 50 y 100 personas de su pueblo han sobrevivido a la violencia. © Marta Sosynska / MSF
A Ntumba Kasomba (31 años) tienen que amputarle el brazo izquierdo por una antigua herida de machete. A ella y a su familia les atacaron los milicianos en su pueblo natal, Senge. Vio cómo niños pequeños recibían cortes de machete. Ha visto morir a cinco de sus hijos y su esposo recibió un disparo. Solo entre 50 y 100 personas de su pueblo han sobrevivido a la violencia. © Marta Sosynska / MSF
Bulu Kuetem (69 años) vive con sus cuatro hijos y tres nietos en una iglesia en Tshikapa. Su esposo huyó tras recibir un disparo en su pueblo, una localidad cerca de Kamonia. Pese a que la violencia ha ido a menos, teme regresar. Además, antes de que comenzara la violencia, se dedicaba al cultivo. Ahora no hay nada que cultivar. “No sé cuál es la solución para la crisis. Bastante tengo con encontrar comida todos los días y asegurarme el refugio”, afirma. © Marta Sosynska / MSF
Bulu Kuetem (69 años) vive con sus cuatro hijos y tres nietos en una iglesia en Tshikapa. Su esposo huyó tras recibir un disparo en su pueblo, una localidad cerca de Kamonia. Pese a que la violencia ha ido a menos, teme regresar. Además, antes de que comenzara la violencia, se dedicaba al cultivo. Ahora no hay nada que cultivar. “No sé cuál es la solución para la crisis. Bastante tengo con encontrar comida todos los días y asegurarme el refugio”, afirma. © Marta Sosynska / MSF
Kanlu Joseph (54 años) ha vuelto a su pueblo, Masanga Anaï, que fue atacado por milicianos hace cinco meses. Se refugió en el bosque y sus hijos enfermaron. Cuando regresó, encontró su casa destrozada y ahora vive en la escuela. Ha perdido a su hermano, a sus cuatro sobrinos y a un nieto a causa de la violencia. Trabaja cada día para reconstruir su casa y volver a tener un hogar. © Marta Sosynska / MSF
Kanlu Joseph (54 años) ha vuelto a su pueblo, Masanga Anaï, que fue atacado por milicianos hace cinco meses. Se refugió en el bosque y sus hijos enfermaron. Cuando regresó, encontró su casa destrozada y ahora vive en la escuela. Ha perdido a su hermano, a sus cuatro sobrinos y a un nieto a causa de la violencia. Trabaja cada día para reconstruir su casa y volver a tener un hogar. © Marta Sosynska / MSF
Pascal Balananai ha pasado 7 años atendiendo a víctimas del conflicto en el centro de alimentación terapéutica de Tshikapa