En la capital de la autoproclamada República de Artsaj, en la región montañosa de Nagorno Karabaj, Bella Sargsyan se prepara para marcharse. La capitulación de las tropas karabajíes tras la operación relámpago de Azerbaiyán contra el enclave armenio ha empujado a la joven, como a la mayoría de sus vecinos, a asumir la huida de un hogar que corre el riesgo de desaparecer para siempre. Pero el bloqueo azerí que durante meses ha mantenido aislados, sin apenas suministros, a los cerca de 120.000 residentes del disputado territorio, también obstaculiza su éxodo.
“Estamos dispuestos a abandonar nuestros hogares con tal de no vivir bajo el control de Azerbaiyán”, dice Bella Sargsyan a elDiario.es desde su vivienda en Stepanakert, en los pocos minutos diarios en los que obtiene conexión debido a los ataques azeríes a las principales infraestructuras del territorio. En 24 horas, Azerbaiyán se hizo esta semana con el control del territorio en una operación a gran escala lanzada en la región, situada dentro de las fronteras azeríes, pero habitada hasta ahora por ciudadanos de etnia armenia que han resistido al dominio de Bakú durante más de un siglo de historia.
Mientras las autoridades de Azerbaiyán y Nagorno Karabaj continúan las reuniones para cerrar los detalles del acuerdo de paz, que determinarán el futuro de la región tras la rendición de las fuerzas karabajíes, la población vive en la incertidumbre. Sin luz, gas, agua ni electricidad, la situación humanitaria del enclave comenzó a agravarse a finales de diciembre de 2022, debido al bloqueo a los suministros procedentes de Armenia, impuesto por las autoridades azeríes desde hace nueve meses. A ello se suma el aislamiento de algunas localidades concretas de Nagorno Karabaj, con dificultades de comunicaciones y acceso a la capital, a donde han llegado 10.000 personas desplazadas desde otros puntos del territorio, expulsados por los combates y la aproximación de las tropas azeríes, según los datos del Gobierno de Artsaj.
Aunque las autoridades de Azerbaiyán niegan las acusaciones que apuntan a un intento de limpieza étnica en el Karabaj y rechazan que existan planes para obligar a la población local a irse, la ansiedad crece entre los ciudadanos del enclave. La población no se fía de las autoridades azeríes, después de décadas de conflicto y violaciones de derechos humanos contra los civiles. Alrededor de 5.000 personas desplazadas en la capital del territorio desde distintos puntos de la autoproclamada República de Artsaj han buscado refugio en el cuartel de las fuerzas de paz rusas, ante el temor a represalias de las tropas azeríes y la imposibilidad de salir del territorio.
Thousands of Artsakh people, along with the Azerbaijani forces approaching Stepanakert & especially after the ceasefire announcement, gathered near the headquarters of the Russian peacekeepers.
— Artak Beglaryan | #StopArtsakhGenocide (@Artak_Beglaryan) September 20, 2023
They are demanding evacuation by helicopters and expecting better protection. pic.twitter.com/DcdD9aPVG2
“La gente se busca desesperadamente y llama a la oficina de HRD [Defensor del Pueblo] para saber al menos algunas noticias sobre sus familiares. Todas las calles de Stepanakert están llenas de personas desplazadas, hambrientas, asustadas y en incertidumbre”, ha afirmado Gegham Stepanyan, defensor del Pueblo de la autoproclamada República de Artsaj. “Más de 10.000 personas evacuadas permanecen actualmente en los sótanos sin alimentos, agua, electricidad ni otras condiciones básicas de vida. Azerbaiyán está cometiendo un genocidio en Artsaj en tiempo real con el consentimiento tácito de la comunidad internacional”, denunciaba la institución a través de Twitter este jueves.
El bloqueo impide la huida
La región de Nagorno Karabaj ha sido fuente de tensiones desde antes de la creación de la Unión Soviética. En 2020, tras años de escaramuzas entre ambos lados, Azerbaiyán inició, con clara ventaja militar, una guerra de 44 días que buscaba recuperar los territorios perdidos en 1994, cuando las fuerzas armenias se hicieron con la zona y con varios territorios azeríes colindantes. La victoria de Bakú en la última contienda dio al bando azerí aproximadamente un tercio de Karabaj.
El acuerdo del alto al fuego concluyó con el despliegue de unos 2.000 soldados de paz rusos cuya misión era proteger la única carretera que une Armenia y Nagorno Karabaj, clave para abastecer de suministros a la población y para mantener las comunicaciones terrestres con el exterior. Sin embargo, en diciembre de 2022, activistas azeríes respaldados por su Gobierno bloquearon el llamado corredor de Lachín hasta que el pasado mes de abril las tropas de Azerbaiyán oficializaron el cerco, incluyendo un puesto de control que, de facto, obstaculiza la entrada y salida de personas y mercancías.
Este bloqueo de la principal carretera que une Nagorno Karabaj con Armenia, la vía de escape y suministro de la población del enclave, también impide por ahora un probable éxodo a gran escala hacia Armenia. Mientras, las autoridades del país vecino se preparan para recibirles. “Por el momento ningún ciudadano de Nagorno Karabaj se ha mudado a Armenia. Pero hay conversaciones activas con varios departamentos responsables y se están discutiendo diferentes escenarios, incluida la cuestión de trasladar a los ciudadanos de Artsaj a Armenia”, ha declarado a medios locales Nelly Davtyan, portavoz del Servicio de Migración y Ciudadanía del Ministerio del Interior de la República de Armenia.
“No hay posibilidad de abandonar Artsaj, no hay ninguna opción, ni siquiera con la intervención de las fuerzas de paz rusas”, explica desde Armenia Yana Avanesyan, abogada especializada en derechos humanos procedente de Nagorno-Karabaj, cuya familia se encuentra bloqueada en el enclave. El bloqueo se está produciendo también en el interior del enclave, por lo que la comunicación entre las familias es muy complicada y cientos de personas buscan a sus seres queridos. “Las tropas de Azerbaiyán han cercado pueblos enteros en Mardakert, Martuni y Askeran, y miles de personas, incluyendo ancianos y niños, se encuentran desaparecidos debido a los bombardeos dirigidos contra la infraestructura civil”, apunta Levón Grigorián, abogado armenio.
“La población civil desea huir a Armenia, pero todas las rutas de comunicación están bloqueadas por las fuerzas de Azerbaiyán. Artsaj se ha convertido en una prisión para los 120.000 ciudadanos que viven en la región”, continúa Grigorián. “Este nuevo genocidio se está desarrollando ante la inacción de la comunidad internacional a las puertas de Europa”.
Armenia se prepara para recibirles
Fuentes oficiales explican a la Agencia Armenpress que, aunque el Gobierno de Armenia no busca el desplazamiento de los armenios de Nagorno Karabaj y cree que se debe garantizar su derecho a vivir en condiciones de seguridad en sus hogares, están preparando “distintos escenarios” y realizando los preparativos necesarios para ello: “En el caso de evaluar la estancia [en el enclave] de los armenios de Nagorno Karabaj, o de una parte de ellos, como imposible, se tomarán las decisiones necesarias”, añade Davtyan.
Las ONG también se preparan en Armenia para recibir la llegada de decenas de miles de personas, a la espera de la apertura de un corredor humanitario. “Esperamos que, cuando termine el bloqueo del corredor de Lachin, se produzca un flujo importante de desplazados, especialmente mujeres, niños, ancianos, personas con problemas de salud y otra población vulnerable”, indica a este medio Marcella Maxfield, directora regional de Acción contra el Hambre en el Cáucaso Sur. “Hemos estado siguiendo la situación muy de cerca para poder responder a diferentes escenarios, ya que podría haber hasta 60.000 personas desplazadas. En coordinación con las autoridades y otras organizaciones humanitarias, podemos asistir inmediatamente a los miles de personas que se espera que se desplacen”, añade desde Armenia.
El cerco a las comunicaciones entre Nagorno Karabaj y Armenia, iniciado hace nueve meses, pilló a Yana Avanesyan mientras estudiaba en el extranjero. A su vuelta, esta abogada karabají se quedó bloqueada en Armenia y no pudo reunirse con su familia. En estos momentos, la letrada especializada en derechos humanos se ha trasladado a Goris, la localidad más próxima al enclave, donde espera ansiosa noticias de sus seres queridos.
“Apenas estoy hablando con mi familia y amigos, porque casi no hay conexión, no hay electricidad. Están en los refugios de los edificios, porque Stepanakert sufrió disparos también después del alto el fuego. Estaban muy cerca los bombardeos y no era seguro ir a casa”, explica la letrada a elDiario.es. Un día después, este viernes, su familia regresó a casa y lograron hablar durante una hora. “Les pedía fotos y fotos de mi casa…”, añade Avanesyan. La última vez que dejó su hogar no fue consciente de lo difícil que sería volver. Ahora teme no poder regresar nunca más. Parece estar despidiéndose en la distancia.
El Comité Internacional de Cruz Roja ha logrado acceder al territorio con 70 toneladas de ayuda humanitaria participa en operaciones de distribución de ayuda humanitaria y participa en otros servicios de asistencia a civiles, como la búsqueda de personas desaparecidas durante la escalada militar o el apoyo en la retirada de cadáveres, pero no es suficiente. La institución humanitaria recuerda en un comunicado que, a pesar del alto el fuego, “las consecuencias humanitarias de la escalada militar siguen ahí, con comunidades desplazadas, familiares que han perdido contacto entre sí y heridos que necesitan asistencia”.
Los karabajíes no podrán huir del control azerí hasta que “las autoridades permitan un corredor humanitario o lleguen a un acuerdo que posibilite la apertura de varios pasos”, indica Maxfield, de Acción contra el Hambre. Hasta que eso ocurra, nadie puede salir ni entrar en Nagorno. La espera se complica debido al desabastecimiento de la población. “Todo escasea: combustible, electricidad, artículos de higiene... Incluso los alimentos, que se habían mantenido en cierta medida gracias a la limitada ayuda humanitaria permitida y a las limitadas actividades agrícolas mantenidas en Nagorno Karabaj, escasean”, lamenta la responsable de la ONG en el Caícaso Sur. “Muchas personas que producían verduras, frutas u otros cultivos tuvieron que dejar de ir a sus campos a cosechar debido a la proximidad del conflicto”.
Miedo a la integración
Este viernes, las fuerzas de Nagorno Karabaj comenzaron a entregar su armamento a las fuerzas de paz rusas instaladas en la región, en cumplimiento con el acuerdo por el alto el fuego. “A día de hoy han sido entregadas más de 800 armas, así como granadas, morteros, sistemas portátiles antitanque y antiaéreos”, anunciaron los soldados rusos emplazados en el territorito. Los representantes de Azerbaiyán y los armenios de Karabaj aún negocian los pormenores de la integración del enclave armenio en territorio azerbaiyano y las garantías de seguridad para los karabajíes, informa la Agencia EFE.
Tras décadas de conflicto y odio extendido entre ambos bandos, los armenios residentes en Karabaj ven complicada una futura convivencia. La abogada Yana Avanesyan descarta una vida bajo control azerí: “Azerbaiyán ha hecho lo posible para que no sea posible que los armenios vivan bajo el control de Azerbaiyán. Lo han demostrado estos años de después de la guerra: nos han bloqueado todos los suministros: ¿Cómo vamos a fiarnos de ellos?”, se pregunta. “Temo que con estas negociaciones Azerbaiyán intentará hacer parecer constructivo y comprensivo pero al final quiere exterminar toda la población de Nagorno Karabaj. Tememos un genocidio”, continúa la abogada.
Los expertos ven muy difícil una posible reintegración de la población. Aunque los ciudadanos de etnia armenia pudiesen quedarse, pocos parecen sentirse seguros para permanecer en el enclave. “Debido a la armenofobia en Azerbaiyán, los derechos y libertades de la población de origen armenio no pueden ser garantizados. En las redes sociales azerbaiyanas se han difundido vídeos que muestran soldados disparando contra casas civiles, maltratando a ciudadanos capturados y promoviendo la violación y mutilación de los niños armenios desaparecidos”, sostiene Grigorián.
“¿Quieren que viva allí con 'turcos' [en referencia a los azeríes]? No, no, no. Entrarían por la noche para matarnos”, indicaba Armine a elDiario.es tras la finalización de la guerra de 2020. Era la tercera vez que huía a causa del conflicto enquistado entre Armenia y Azerbaiyán por el control de Nagorno Karabaj. “La primera vez, en los 90, destruyeron y quemaron mi casa, y la volvimos a construir. La segunda vez, nos robaron todo. La tercera vez no sé qué voy a encontrar. Si los turcos han llegado a un acuerdo con los rusos quizá ya sea la última vez. No se puede vivir ahí en esa situación”, reflexionaba ya hace tres años, antes del bloqueo y la operación que ha acabado por arrebatar a la población armenia la totalidad del territorio.
En un parque del centro de la capital del Karabaj, un muro se ha convertido en símbolo del temor de la población al control azerí. Sus paredes estaban cubiertas por decenas de fotografías de soldados muertos en combate, pero desde el alto el fuego cada día pueden diferenciarse cada vez menos rostros. Varios ciudadanos han retirado las imágenes de sus familiares o seres queridos, militares fallecidos en combate. Temen recibir represalias.