Son las ocho de la mañana en el “Calvario”, el mercado minero de la ciudad, donde cada mañana cientos de mineros de las Cooperativas del Cerro Rico se acercan para desayunar y proveerse de material. La entrada a la mina es lúgubre y triste. Seguimos los pasos de las botas de agua que marcan el ritmo chapoteando en el barro y nos adentramos en lo más profundo de una de las minas más antiguas del cerro: La mina de Rosario.