Meghna Lama luce una sonrisa embaucadora. Ella, consciente de su magnetismo, sabe exprimirla al máximo: ya sea para ganarse al público con el resultado de sus sesiones fotográficas o para evadir preguntas incómodas. Aunque, al final, termina accediendo a responder esas últimas con gesto más serio. Al fin y al cabo, antes que modelo y Miss Pink Nepal 2010, Lama se considera activista. Y eso requiere bucear a menudo en una historia llena de sinsabores.
“Nací varón en Damak, una zona rural de Nepal. Recuerdo mi infancia, a partir de los siete años, como un período de confusión total”, recuerda Lama en una conversación con eldiario.es.
“Sabía que era diferente al resto de niños, pero no por qué. Me veía más atraído por los juegos de niñas y algunos compañeros me insultaban porque rehuía los deportes y tenía un carácter algo afeminado. Pero, en aquella época y en aquel lugar, nada se sabía del colectivo LGBTI, así que no entendí lo que pasaba conmigo hasta que entré en el instituto”, prosigue.
Ella se sentía mujer, pero no conocía ningún otro caso como el suyo y creyó que lo mejor era suprimir esa identidad en la medida de lo posible. Su único hermano murió en un accidente y esa tragedia complicó aún más su transición. “De repente, me convertí en hijo único. En el hombre que debía perpetuar la estirpe familiar. Me presentaron a varias mujeres con las que querían casarme, y el pueblo se volvió en contra de mi familia cuando las rechacé. Algunos incluso culparon a mi madre de la muerte de mi hermano y de mi 'orientación sexual' –el pueblo la identificaba como homosexual&ndash, y comenzaron a exigirle a mi padre que nos abandonase y que se casara con otra mujer. Al final, traté de suicidarme bebiendo veneno”, relata Lama.
“Cuando vieron que si mantenían esa actitud también me perderían a mí, mis padres cedieron en sus exigencias y me mudé a Katmandú”. En la capital, Lama abrió los ojos a una realidad completamente desconocida para ella y las piezas de su puzle encajaron. Allí descubrió la Blue Diamond Society, la primera ONG dedicada a luchar por los derechos del colectivo LGBTI en Nepal. “Por un lado, fue un alivio comprenderme; por otro, supe que mi vida nunca sería fácil”, comenta.
Ganar un certamen de belleza, su punto de inflexión
Sin recursos para salir adelante, y ya vestida de mujer, Lama comenzó a experimentar la discriminación que sufre el tercer género, como se conoce a quienes no encajan en el esquema binario hombre/mujer. “Encontrar un trabajo es misión imposible. Incluso lograr que te alquilen un piso digno es complicado”, señala. Así que Lama acabó en la salida más habitual de las personas transgénero: la prostitución. “No es una opción, es la única forma de sobrevivir”, sentencia.
Pero, tras el movimiento democrático iniciado en 2006, que puso fin a dos décadas de guerra civil, derrocó a la monarquía y marcó la llegada al poder de maoístas y comunistas, la situación para el tercer género en Nepal dio un vuelco. La aceptación social se disparó, y el colectivo se coló en la agenda política. En 2015, la Constitución fue modificada para proteger a la comunidad LGBTI frente a diferentes tipos de discriminación, y también se aprobó el término 'otros' para que, en documentos oficiales como el carné de identidad o el pasaporte, el tercer género se añadiera a los tradicionales hombre y mujer.
El punto de inflexión en la vida de Lama se produjo un lustro antes de aquel hito, en 2010, cuando ganó el certamen de belleza Miss Pink para personas transgénero y representó a Nepal en el equivalente internacional, Miss Transgender Queen. “Supuso un cambio total por dos cosas: en primer lugar, porque la prensa y la sociedad se comenzaron a interesar por mi historia, lo cual se tradujo en oportunidades laborales y también en un canal para hacer activismo; en segundo lugar, me dio la confianza suficiente como para poner en marcha mi transición física”, afirma Lama.
Comenzó una terapia hormonal y, como en Nepal la cirugía de reasignación de sexo está aún prohibida, terminó viajando a Tailandia para seguir el procedimiento de implante de senos. “En el futuro también quiero operarme los genitales, pero no saco el tiempo suficiente. Hacen falta meses de reposo y yo estoy ahora muy activa”, cuenta entre carcajadas. Y no miente. Lama se ha propuesto derribar otra de las barreras que constriñen la vida de los transexuales, la de la pobreza, y ha logrado poner en marcha un exitoso negocio.
“En 2015 abrí Pink Tiffany, el primer bar-restaurante para la comunidad LGBTI. Tenía varios objetivos: demostrar que nosotros también podemos sacar adelante un negocio, crear puestos de trabajo dignos para el colectivo, y ofrecer un lugar en el que nos sintamos seguros y no suframos discriminación”, explica en una de las mesas del local, situado en el turístico barrio de Thamel. Una de las columnas está decorada con los colores del arcoíris, en la pared de un extremo luce un retrato de Buda, “lo divino”, y en la opuesta hay dos alas de ángel “que representan la libertad”.
Lama tuvo que buscar el apoyo de un hombre heterosexual para cerrar el contrato de alquiler del local, que terminó reubicando en 2017 en la localización actual. No obstante, regentar un negocio que todavía se considera peculiar conlleva problemas particulares. “La Policía le presta especial atención”, señala con una sonrisa y encogiéndose de hombros cuando se le pregunta si eso quiere decir que los agentes exigen sobornos para dejar en paz a la clientela. A pesar de las dificultades, en sus planes está inaugurar más locales.
Volcada en el activismo
Además del negocio hostelero, Lama está muy involucrada en la lucha por los derechos LGBTI. Como otros activistas, hace presión sobre los políticos para que se vuelva a reformar la Constitución de forma que tengan los mismos derechos que los heterosexuales. Eso incluye, por ejemplo, la aceptación del matrimonio homosexual, un debate que ha encallado en el Parlamento después de que el Gobierno encargase un informe al respecto.
A pesar de que todavía queda mucho camino por recorrer en Nepal, organizaciones como Human Rights Watch consideran al país del Himalaya un faro para el colectivo LGBTI. Un buen ejemplo de que lo es se ve nada más aterrizar en el país: en el formulario de inmigración la casilla 'Otros' aparece junto a la de 'Hombre' y 'Mujer'.
Lama, sin embargo, continúa manteniendo su carné de identidad de hombre. Es una decisión que no tiene nada que ver con Nepal, sino con el resto del mundo. “Que mi sexo se marque como 'Otros' me puede dar problemas en diferentes países, sobre todo en los de Oriente Medio, donde ni siquiera se me permitiría la entrada. Así que, cuando viajo allí –es un destino habitual para los nepaleses–, me visto como hombre y paso como tal. Nepal ha avanzado mucho y estoy orgullosa de ello, pero, desafortunadamente, muchos otros países se han quedado atrás”, sentencia.