Obligan a un niño de tres años a separarse de sus padres al llegar a Melilla
“Tengo miedo de que quieran quitarme a mi niño”, lamentaba Hizia a las puertas del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla. No podía contener las lágrimas. La mujer de origen argelino llegó con su pequeño de tres años a la ciudad el pasado 10 de septiembre. Embarazada de dos meses, cruzó la frontera desde Marruecos utilizando un pasaporte falso. Cuando las autoridades vieron que su rostro no coincidía con el de la imagen del documento, nada más pisar el suelo europeo la ingresaron en el calabozo y la separaron del niño, a quien llevaron a un centro asistencial.
Hizia pasó dos días encerrada en dependencias policiales. Al recuperar su libertad, lo primero que hizo fue acudir al centro para recoger al pequeño. Pero no le dejaron llevárselo, ni tampoco verle desde entonces. Según explica el consejero de Bienestar Social de la Ciudad, Daniel Ventura, antes se debía acreditar la relación materno-filial. “Esta mujer dice que el menor es su hijo, pero no aporta ninguna documentación. No podemos arriesgarnos a que el niño desaparezca con alguien que no es su madre”, argumentaba el responsable de la Consejería, unos días antes de que este martes las pruebas de ADN confirmaran que, efectivamente, son madre e hijo.
La argelina, sin embargo, siempre afirmó que contaba con el certificado de nacimiento del niño, obtenido en el país de origen. Lo guardaba en su bolso, plegado y algo arrugado por tanto uso. Desde el primer día defendió que en el documento figuraban ella y su marido como los progenitores –el texto está escrito en árabe–, pero no fue suficiente para la administración, que ha mantenido al pequeño separado de sus padres durante más de tres semanas.
Régimen de visitas denegado
Hizia y el niño de tres años coincidieron el pasado día 15 en una de las dependencias de la Ciudad, donde se tomaron las muestras para la prueba de ADN. Por segunda vez en menos de una semana y después de escasos minutos, tuvieron que enfrentarse de nuevo al dolor de la separación. El menor lloraba y pataleaba. Le suplicaba a ella que, por favor, no se fuera. La argelina, desconsolada, intentaba calmar al niño antes de que lo trasladaran de vuelta al centro de acogida.
Al día siguiente, Hizia se presentó en la sede de Bienestar Social para solicitar un permiso de visitas. “Sólo quiero volver a verle y llenarlo de besos. Añoro estar con él y abrazarlo. Quiero decirle que todo está bien”, decía entonces. Sin perder la esperanza, la madre siguió acudiendo cada día al centro durante otros diez días de agonía e incertidumbre.
No sabía que le esperaban malas noticias: la Consejería denegó su petición y no podría volver a verle hasta que los resultados de la prueba de ADN acreditasen el parentesco. La fecha de salida de la notificación que rechazaba el régimen de visitas es del 19 de septiembre, pero nadie se la entregó a Hizia en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) hasta el pasado miércoles 28.
“Le negaron las visitas porque dicen que no tiene documentos que acrediten que es su hijo y que cumplan la ley. Las dos cosas son mentira”, sostiene el fundador de la asociación melillense Pro Derechos de la Infancia (PRODEIN), José Palazón. Por el contrario, Ventura defiende que esta decisión fue tomada por el equipo técnico de la Consejería “en base a lo que marcan las leyes”.
Organizaciones como Save The Children o Amnistía Internacional se manifestaron para que Bienestar Social se replantease su postura en cuanto al régimen de visitas. También el Defensor del Pueblo nacional emitió un escrito para que permitieran el encuentro, pero el consejero respondió que “no había nada que reconsiderar”, aunque aseguró que se había puesto en contacto con la Universidad de Granada (UGR) para intentar acelerar el proceso de la prueba de ADN.
“Entendemos que, si son madre e hijo, lo deben estar pasando mal. Por eso hemos pedido a la UGR que, por favor, le den prioridad para saber cuanto antes los resultados”, trasladó Ventura. El parentesco se ha confirmado 24 días después.
Su marido llega a Melilla
Toula, el padre del menor argelino, llegó a Melilla el pasado miércoles 21 de septiembre. Cruzó la frontera de Beni Enzar sin que nadie reparase en él. “Estaba deseando abrazar a mi mujer y a mi hijo. Me fui de Marruecos porque no aguantaba más sin ellos”, relata. Después de once días se reencontró con su esposa en las inmediaciones del Centro de Estancia Temporal de Extranjeros (CETI), pero nada más verla se dio cuenta de que el pequeño no estaba a su lado.
“Cuando me contó que se habían llevado a nuestro hijo fue muy doloroso. Es lo peor que le puede pasar a unos padres”, sentenciaba Toula. Con los ojos enrojecidos y las ojeras clavadas en la piel, reconocía que estaban viviendo una angustia constante: “No podemos dormir porque estamos muy preocupados. No sabemos si se quieren quedar con nuestro hijo. Ojalá que no”, deseaba el padre una semana atrás, cuando aún no había podido ver al niño.
Toula e Hizia decidieron abandonar Orán (Argelia) cuando se enteraron que estaban embarazados. “En Argelia hay mucha gente mala. Queríamos que nos protegieran, sobre todo a nuestros niños. Allí la Policía no hace nada y las mafias cometen muchas agresiones”, explica él mientras señala una cicatriz en su pierna, fruto de una puñalada, según apunta.
Además de la violencia a la que estaban expuestos, esta familia tampoco tenía una casa en la que vivir. Relatan que viajaron con su pequeño durante siete días en autobús, en taxi y a pie para llegar al país en el que tenían depositados todos sus sueños. Desilusionados, dicen que no esperaban toparse con una experiencia tan dolorosa en la Europa de las esperanzas. “Mi mujer está embarazada y lo está pasando muy mal. Ahora sólo soñamos con besarle y jugar con él. Necesitamos que nos lo devuelvan ya”, rogaba Toula hace unos días.
Ya respiran tranquilos. Han podido volver a abrazarse después de que los resultados confirmaran este martes lo que los llantos del niño, al grito de “¡mamá, mamá!”, ya advertían cuando les separaron hace tres semanas.