Por qué la resolución de la ONU contra los asentamientos de Israel va a servir de poco
Ocurrió por primera vez hace 36 años y ya entonces fue un hecho insólito en la política exterior norteamericana. Siendo en 1980 Jimmy Carter el huésped de la Casa Blanca, los representantes de EEUU en el Consejo de Seguridad votaron a favor de la resolución 465 que ya condenaba la colonización de los territorios palestinos por parte de Israel.
A dicha resolución le precedieron otras dos el año anterior, la 446 de marzo de 1979 (que se saldó con 12 votos a favor y tres abstenciones, entre ellas la de EEUU) y la 452 de julio de ese mismo año (14 a favor y una sola abstención, la de los representantes norteamericanos). Estas tres resoluciones condenaron formalmente el establecimiento de colonias israelíes en los territorios árabes ocupados, incluyendo no sólo Cisjordania y la Franja de Gaza, sino también los Altos del Golán y Jerusalén Oriental.
Órdago final de Obama
Casi cuatro décadas después, el sucesor de Carter, Barack Obama, ha optado por la abstención. Pero no era la primera vez que podría haberlo hecho, porque en 2011 sí vetó otra propuesta de resolución, con un articulado muy similar a la actual, con el pretexto de que resultaría contraproducente para la puesta en marcha de negociaciones entre las partes.
Por entonces acababa de terminar la moratoria de construcción de nuevos asentamientos auto-impuesta en 2010 por el primer ministro Benjamín Netanyahu mientras que Washington quería promover una nueva ronda de negociaciones, con intermediación estadounidense, que terminarían descarrilando en 2014.
Sin embargo, a pocas semanas de que Barack Obama deje la Casa Blanca, el Presidente norteamericano le ha mostrado abiertamente sus cartas al Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu. Así, la resolución número 2334 –presentada por Venezuela, Malasia, Nueva Zelanda y Senegal, después de que Egipto reculara tras la intromisión del presidente electo Donald Trump– fue aprobada por 14 miembros del Consejo, entre ellos España que preside el foro hasta el 31 de diciembre. Esta vez, Estados Unidos, sí se abstuvo.
Reprimenda por las útimas decisiones de Netanyahu
La Administración Obama justificaba su decisión en el Consejo en cuanto que el texto de la resolución también condena el terrorismo y la incitación a la violencia, aunque implícitamente castigase a Netanyahu por la última decisión de su gobierno: aprobar una ley que legalizase retroactivamente un centenar de los más de 200 enclaves ilegales (outposts) construidos por los colonos en Cisjordania. Asentamientos que se añadirían a las más de 120 colonias consideradas “legales” de acuerdo al derecho interno israelí, pero calificadas como “ilegales” por gran parte de la comunidad internacional.
Este polémico proyecto de ley nació de la crisis surgida por la anunciada evacuación del enclave de Amona –dictaminada por el Tribunal Supremo en contra de los designios del Gobierno– que ha de tener lugar antes de los 45 días de plazo que les concedió el Supremo y que comenzarán a contar a partir del 25 de enero, momento en el que Donald Trump ya será el nuevo inquilino de Washington.
No obstante, un reciente acuerdo rubricado entre los colonos del outpost y la administración israelí implicará la reubicación de las familias en terrenos adyacentes -también en la Cisjordania ocupada- bajo pago de suculentas cantidades de dinero.
La resolución 2334 establece que “los asentamientos israelíes en territorios palestinos, incluido Jerusalén Este, no tienen validez legal” (…) “y constituyen una flagrante violación de la ley internacional y un gran obstáculo para conseguir la solución de los dos Estados, así como una paz firme, duradera y completa”.
Asimismo, advierte de que la comunidad internacional no reconocerá ninguna alteración de las fronteras establecidas antes de la guerra de 1967 si no hay un acuerdo previo entre las partes. Incluso abre las puertas a la eventual imposición de sanciones internacionales a Israel.
La resolución carece de poder coercitivo
La 2334 ha logrado colocar a Israel contra las cuerdas diplomáticas, algo que no ocurre con frecuencia. Sin embargo, la experiencia demuestra que hay razones para pensar que, a pesar de las condenas, la colonización de los territorios ocupados seguirá adelante. Por varios motivos:
En primer lugar, aunque se trata de una resolución de carácter vinculante, en este caso carece de poder coercitivo. Es decir, que una cosa es su aprobación por parte del Consejo de Seguridad –y por lo tanto su incorporación al ordenamiento jurídico internacional– y otra su aplicación práctica.
Sirvan como ejemplo dos resoluciones: la 242 de noviembre de 1967, que llamaba a Israel a retirarse de los territorios ocupados durante la Guerra de los Seis Días; y la 338 de octubre de 1973, que promovía la puesta en marcha de un alto el fuego entre las partes tras la Guerra del Yom Kippur y conminaba de nuevo a Israel a retirarse de los territorios ocupados.
Por otro lado, hay miembros relevantes de la comunidad internacional que querrían tener capacidad de influencia sobre Israel –como la propia ONU o la UE– pero en realidad no pueden. Otros, que podrían ejercer una influencia real –EE.UU. sería el único–, no quieren.
La Administración Obama ha venido a suscribir la resolución a través de su abstención, pero lo ha hecho en su fase terminal, cuando está a punto de abandonar la Casa Blanca.
Obama acaba de ampliar la ayuda militar a Israel
Por otro lado, la Administración saliente acaba de ampliar la ayuda militar a Israel para el próximo decenio hasta 38.000 millones de dólares, superando con creces los 3.000 millones anuales que les proporcionaban otras administraciones. Esto demuestra que la relación entre ambos países está blindada más allá de las buenas o malas relaciones que pueda haber entre sus máximos dirigentes.
Aunque Obama ha sido permanentemente desairado por Netanyahu –que organizó su comparecencia ante una sesión conjunta del Congreso de los EEUU a espaldas de la Casa Blanca– con la intención de obligar a Obama a suspender las negociaciones por el programa nuclear entre Irán y el G5+1, el presidente saliente ha optado por una vendetta limitada.
Esto es, se ha abstenido ante la resolución de condena de los asentamientos, pero no ha promovido otra resolución adicional en la que se trazaran los parámetros de la solución de dos Estados, tal como deseaban los palestinos.
A pesar de que los palestinos se jacten ahora de haber ganado una batalla diplomática contra Israel esta podría ser una victoria pírrica. La aprobación de la resolución les permitiría efectuar las correspondientes denuncias ante la Corte Penal Internacional (CPI) por supuestos crímenes de guerra, pero el hecho de que Israel no haya firmado y ratificado el Estatuto de Roma –junto a países como EE.UU., Rusia o Sudán– hace que sea realmente difícil que la CPI proceda a emprender cualquier acción legal contra las autoridades israelíes.
Trump deja claro que no seguirá el mismo camino
Aunque se hubiera aprobado una segunda resolución que perfilara ese Estatuto definitivo su duración habría sido efímera, dado que es probable que la administración de Trump promueva otra contra-resolución en cuanto tome posesión.
Y aunque el próximo día 15 la “Iniciativa francesa de paz” intentará relanzar el proceso de paz israelí-palestino tratase de imponer algún tipo de de condición o de plazo, los portavoces de Trump ya han advertido que cualquier compromiso adoptado por su predecesor será inmediatamente revocado. Entre ellos destaca el nuevo embajador estadounidense en Israel, David Friedman, que aboga públicamente por la legalización de los asentamientos y la anexión del 60% de Cisjordania.
Según Trump, Israel “solía tener a EEUU como un gran amigo, pero ahora no. (…) ”¡Mantente fuerte, Israel, que se está acercando el 20 de enero!“, tuiteó el presidente electo.
Los asentamientos: solo una parte de la ocupación
En cualquier caso hay que tener en cuenta que las colonias o asentamientos son una parte de la ocupación, que a su vez es un sumatorio de la llamada “política de hechos consumados”.
Esta combina la construcción de una barrera de separación de Cisjordania de más de 700 km de largo que alterna tramos de muro de hormigón en las áreas metropolitanas con otros de verja inteligente en las zonas rurales, con la construcción de carreteras que conectan los asentamientos entre sí o la instalación de numerosos controles o checkpoints que requieren de la expedición de permisos específicos para poderlos cruzar.
En Cisjordania hay unos 120 asentamientos israelíes y más de 200 embriones de futuras colonias (llamados outposts, en inglés). A veces esos asentamientos consolidados se transforman en pequeñas ciudades, como puede ser el caso de Ariel (situado entre Nablús y Salfit), Ma´ale Adumim (en la periferia de Jerusalén) o el bloque del Gust Etzion (entre Belén y Hebrón).
Hay ya unos 650.000 colonos israelíes residiendo ilegalmente en los territorios palestinos, más de 400.000 en Cisjordania y unos 250.000 en Jerusalén Oriental. Y la proyección demográfica es que al ritmo de crecimiento actual en el año 2025 el número de colonos israelíes superaría el millón.
Los hechos sobre el terreno corroboran esta tendencia. Esto es, que Israel se expande cada vez más en las zonas palestinas, sea declarándolas como zonas militares cerradas o como reservas naturales, confiscando la tierra en un segundo momento y eventualmente construyendo nuevas colonias o ampliando las ya existentes.
El presidente de la ANP, Mahmoud Abbás, clama como profeta en el desierto que la Conferencia de paz de París prevista para el 15 de enero establezca una nueva “Hoja de Ruta” que ponga fecha de caducidad a la ocupación israelí. Pero ahí está la que diseñó el Cuarteto (formado por la ONU, la UE, Rusia y los EE.UU.) y luego fue aprobada por el Consejo de Seguridad a propuesta de Rusia en noviembre de 2003. Un buen ejemplo de cómo las resoluciones de la ONU –aunque estén promulgadas por el Consejo de Seguridad en vez por la Asamblea General– hacen mucho ruido, pero dan pocas nueces.