Grecia, sin medios para recibir dignamente a los inmigrantes del Mediterráneo
Empieza a amanecer en el muelle E2 del Puerto del Pireo. Desde lejos ya se puede leer el nombre del siguiente barco, 'Vías Marítimas Griegas', proveniente de la isla de Quíos, a escasos kilómetros de Turquía. Mientras la embarcación atraca lentamente, tres jóvenes sacan sus móviles para grabar las primeras imágenes de Atenas. Mashid, Rashad y Abdallah son tres sirios de 22, 19 y 16 años que por primera vez pisan el continente europeo. Al bajar, se confunden entre las decenas de turistas y despistan a las cámaras que les esperan abajo. Cuando la marabunta se dispersa, se acoplan a un grupo de doce personas, entre ellos niños, que esperan sentados al próximo autobús cargados con varias bolsas de plástico.
Los tres jóvenes forman parte de la avalancha de refugiados que ha llegado en la última semana a las islas griegas desde la cercana costa turca. De acuerdo con los datos de la Guardia Costera, más de 10.000 personas arribaron por mar a suelo heleno durante los tres primeros meses de este año. Una cifra que cuadriplica la del periodo correspondiente del año anterior y que excede ya la suma total de llegadas a lo largo de 2013. Según datos de Naciones Unidas, un 60% viene de Siria, aunque también hay muchos ciudadanos afganos, somalíes y eritreos.
“Hemos dormido tres días en el suelo”, cuenta Mashid, cuyas ojeras delatan el cansancio acumulado por los dos días de viaje en barco desde la costa turca hasta Quíos, más los tres días retenido en una comisaría de policía de la isla griega. El joven de Damasco, estudiante de Contabilidad, explica que unos 47 inmigrantes –hombres, mujeres y niños juntos- estuvieron hacinados en una habitación de unos 50 metros cuadrados. Ninguno de ellos recibió asistencia médica ni mucho menos legal.
El nuevo Gobierno griego se confiesa desbordado a la hora de gestionar este súbito incremento del flujo migratorio -según la ministra adjunta de Inmigración, a lo largo de este año el país recibirá a un total de 100.000 refugiados-. La falta de infraestructuras y la lentitud de los trámites burocráticos les dejan encallados durante días en las islas, hasta que reciben el documento que les autoriza a permanecer en suelo griego por tres meses.
Un doctor y una enfermera para 400 personas
Así lo confirma Garifallia Anastasopoulou, jefa de misiones de Médicos del Mundo (MDM), quien trabaja en las islas del Dodecaneso desde que se inició la llegada masiva de refugiados por el buen tiempo. “El centro de control de Quíos está atestado. En estos momentos hay 400 personas y no hay más espacio, por eso utilizan las comisarías”, narra la abogada en declaraciones telefónicas a este diario.
Como ya advirtió Médicos Sin Fronteras en una nota reciente, Anastasopoulou tacha de “dramáticas” las condiciones de recepción en las islas debido a la falta de personal. “Apenas hay policías y los registros se alargan varios días, cuando los centros sólo están preparados para pasar una o dos noches. Tampoco hay los cuidados médicos necesarios. Tan sólo un doctor y una enfermera se hacen cargo de los 400 inmigrantes del centro, aunque cuentan con el apoyo del hospital local”, declara la representante de MDM.
“A nivel de recepción inicial, las autoridades locales se ven sobrepasadas,” explica por su parte Ketty Kehayioglu, de ACNUR Grecia. “Estamos muy preocupados por las condiciones que se dan en las islas del Egeo más afectadas, como Lesbos, Cos y Quíos. Allí hay cientos de personas, incluyendo familias con niños pequeños, que están esperando ser registradas y recibir sus permisos administrativos de la policía local.”
Sin embargo, tras su liberación y llegada a Atenas la situación de los refugiados no se torna más halagüeña. Los más afortunados se alojan con familiares o son ubicados en pisos por los traficantes que les enviarán hacia otros países más prósperos del norte europeo. Pero para quienes carecen de recursos, no bastan las limitadas plazas en pensiones y albergues -e incluso residencias de ancianos-, que ofertan las autoridades municipales, y muchos acaban durmiendo en parques y plazas.
La respuesta del Gobierno griego: plan de emergencia
Esta semana, el primer ministro Alexis Tsipras se reunió con los representantes de los diferentes ministerios competentes para preparar un plan de emergencia. “Parece que la motivación de la mayoría de estas personas no son las dificultades financieras, sino una amenaza directa a sus vidas”, declaró al término del encuentro el portavoz del Gobierno para justificar la necesidad de prestar ayuda.
El Ejecutivo proyecta acondicionar para los refugiados instalaciones vacías al aire libre, propiedad de los municipios y del Ejército, tanto en las islas como en las grandes ciudades. Allí se emplazarán tiendas de campaña, y los ocupantes, libres de entrar y salir, recibirán servicios sanitarios básicos. Entretanto, sus casos serán examinados uno a uno para determinar su condición de refugiados o inmigrantes económicos.
Desde la institución del nuevo Servicio de Asilo en 2013, la tramitación de las soliticitudes se ha acelerado, aunque los problemas burocráticos retrasan durante meses la emisión efectiva de los permisos de residencia y pasaportes, cuyos portadores pueden moverse y trabajar por el Espacio Schengen.
El plan de emergencia se implementará de aquí a junio, pero para ello es crucial la recepción de fondos europeos, advirtió recientemente la viceministra de Inmigración, Tasía Jristodoulopoulou. Las arcas públicas no estarían ahora mismo en condiciones de financiar la iniciativa, por lo que el Gobierno está remitiendo propuestas a la Comisión Europea para obtener ayuda de emergencia.
“En vista de la falta de alojamiento disponible, cualquier tipo de medidas a corto plazo como instalaciones temporales -incluso tiendas de campaña- que puedan proteger a la gente de los elementos, serían un alivio”, valora Kehayoglu, la representante de ACNUR. “A más largo plazo, recomendamos el establecimiento de Centros de Recepción Inicial en los principales puntos de entrada, y la concesión de los recursos necesarios al Servicio de Recepción Inicial,” concluye.
Entretanto, el grupo de sirios recién llegado a Atenas se echa a caminar sin rumbo para dirigirse al centro. Los tres niños, de 2, 3 y 6 años, se asombran al ver por vez primera el metro, mientras los mayores se enredan para picar el billete. Lo único que saben de Grecia son tres palabras: “Omonia”, una plaza céntrica de la capital donde en los últimos días deambulan decenas de nuevos refugiados; “Cosmote”, una compañía telefónica, y “Al-Bashar”, el nombre de un café árabe del que algunos compatriotas les habían hablado.
Al salir del andén, el grupo se separa para encontrar lo antes posible un hotel con habitaciones disponibles. “Sólo una noche”, dice Mashid a la recepcionista de una de las posadas. “Quiero irme lo antes posible a Alemania”, asegura con una sonrisa. Sus compañeros intentan convencerlo para quedarse más noches. En el mismo mostrador, se asoma otro corro de adolescentes sirios. Comienza la discusión sobre el número de camas y el precio, al tiempo que aparece un colega de Mashid victorioso por haber encontrado un alojamiento más barato. Son las diez de la mañana y en la calles de Atenas el sol primaveral ya aprieta con fuerza. Las sombras alargadas se desvanecen en los pasos de cebra que, sin mirar, los jóvenes sirios cruzan con paso agotado.