Los refugiados que esperan ser reasentados desde Líbano: “Aquí no vivimos con dignidad”
Otro otoño más en los campos de refugio de El Líbano. En Chtura, valle de Beqa’a, el sol todavía aprieta pero las frescas noches anticipan el duro invierno. Se pueden divisar algunas cumbres que en unos meses se cubrirán de nieve. Un poco más al este se eleva Siria, la madre patria de más de un millón y medio de personas que se refugian en un país vecino donde cada vez es más complicado vivir.
En siete años de guerra en Siria, de huida y desplazamiento externo de su población civil, Líbano ha visto cómo el número de personas refugiadas llegaba a una proporción per cápita abrumadora. Uno de cada cuatro habitantes en Líbano es refugiado o refugiada de Siria, lo que le convierte en el país con mayor número de gente refugiada del mundo en comparación con su población.
Una vez dejada la muerte atrás, la vida sigue, como la de este anciano sirio. Sentado a la puerta de una choza que ha convertido en una pequeña tienda de ultramarinos, el viejo hajj, como lo llama educadamente la gente, sorbe lentamente la bombilla de su vaso de té mate. El vaso, como su vida en Líbano, es de plástico, desechable.
“Acabamos de venir hace poco, estábamos en otro campamento. Somos de Alepo. La vida aquí es solo una vida de paso”, dice convencido.
A su mujer se la ve con más energía. Con el café calentándose a fuego lento, atiende a un niño que quiere comprar una bolsa de patatas fritas. “Casi nadie paga al contado. Todos estamos endeudados”, lamenta la mujer.
Este mes de octubre comienza a aplicarse el recorte de ayuda alimentaria de la Agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR). La notificación, a través de mensajes SMS, cayó como una losa sobre sus espaldas. Mientras tanto, alejados de esa realidad, las niñas y niños juegan y corretean entre los laberínticos espacios de los campos. La mayoría ha nacido durante la diáspora del refugio.
“Llevamos aquí cinco, seis, siete años”, cuenta Adwan, el mokhtar de un campamento de Chtura. “Llegamos a este campo de refugiados de la zona de Raqqa, de Tabqa. Todos éramos campesinos, teníamos nuestras tierras y nuestras casas. ¿Tú crees que si pudiéramos volver ahora no nos iríamos? ¡No lo pensaríamos dos veces! Aquí no vivimos con dignidad”.
Choque entre EEUU y Líbano en la ONU
Durante la 72ª reunión de la Asamblea General de la ONU el pasado mes de septiembre, el presidente estadounidense Donald Trump propuso que los refugiados y refugiadas fueran reasentados en los países árabes más cercanos a Siria. Tanto el primer ministro libanés, Saad Hariri, como el presidente, Michel Aoun, expusieron a los medios su rechazo. Líbano ha sobrepasado el máximo de sus capacidades para acoger a gente refugiada de Siria u otros países, aseguraron.
En su discurso frente al Asamblea, Aoun indicó que lo mejor sería que la ONU “les ayudara a regresar a sus países de origen en lugar de ayudarles a permanecer en los campamentos, carentes de los niveles básicos de una vida digna”.
Además de las complicadas condiciones de los campos, las refugiadas y refugiados arrastran las mismas penurias en los pequeños apartamentos o habitaciones, prácticamente cuchitriles, que han podido alquilar en ciudades como Beirut.
Ghada vive con su marido y con su hija en la trastienda de un pequeño local, en unos diez metros cuadrados, y pagan 600 dólares mensuales. Muchas veces no les queda nada tras desembolsar el alquiler y, dentro de un año, su hija debería ir al colegio. La pequeña ya ha comenzado a desarrollar los primeros síntomas de comportamiento agresivo.
“Nunca podemos salir o jugar con la niña. Mi marido trabaja fuera, tampoco se preocupa mucho por nosotras, y yo tengo que estar en la tienda”, expone Ghada que es la única que administra el hogar y paga las facturas. “Yo cierro a las once de la noche y abro por la mañana. Además, tampoco podemos salir de noche porque somos de Siria y eso nos traería problemas”.
La situación del refugio es mucho más dura para las mujeres; sobre todo, si además sufren algún tipo de violencia machista, como es el caso de Ghada.
“¿Volver a Siria yo y mi hija o quedarme aquí?”, se pregunta Ghada con la vista perdida. “Prefiero volver. Mejor tener una muerte rápida y una sola vez que vivir esto aquí cada día”.
“Necesitamos que otros países acepten más refugiados”
Las personas refugiadas de Siria suponen en Líbano un tema humanitario, político y también social. La endeble estructura política del país provoca que haya posiciones disonantes en lo concerniente al retorno de la gente desplazada. De la ayuda humanitaria se encargan organismos internacionales, asociaciones y ONG (algunas, religiosas) que intentan ofrecer lo máximo posible, aunque los fondos sean escasos. Las personas refugiadas no se sienten a gusto entre la sociedad libanesa y llevan tiempo denunciando un maltrato social que apunta a la víctima en lugar de la causa.
“Siete años después de la crisis siria hay más de un millón de refugiados registrados en un pequeño país de cuatro millones de libaneses”, apunta Lisa Abo Khaled de la oficina de Comunicación de ACNUR en Beirut.
Abo Khaled menciona la cifra oficial, un millón, pero se estima que, desde mayo de 2015 –cuando ACNUR dejó de registrar personas refugiadas– ese número ha aumentado en, probablemente, más de un millón y medio. Según el organismo de la ONU, el 70% del total vive bajo el umbral de la pobreza y más del 90% está endeudado.
“Muchos padres tienen que decidir si enviar a sus hijos a la escuela o hacer que trabajen”, continúa Abo Khaled. “Actualmente tenemos solo presupuesto para ayudar a la mitad de las personas refugiadas. Debemos dar prioridad a los pobres de los pobres. La otra mitad no está cubierta”.
Para la ONU, todavía no es el momento para el retorno a Siria, al contrario que para algunos grupos políticos libaneses o el mismo presidente Aoun quien afirmó en París recientemente que en 2018 puede resolverse “la crisis de refugiados”.
La inestabilidad de Líbano en la región, con la guerra en Siria muy cerca, células del ISIS siendo desmanteladas día sí día no, o con el Ejército israelí realizando maniobras o violando el espacio marítimo y aéreo libanés, hacen del país un lugar poco seguro para el refugio.
“Necesitamos que los otros países acepten más refugiados, que aumenten las cuotas, sobre todo para los más vulnerables”, sentencia Abo Khaled.
Sin embargo, los “otros países”, los que sí cuentan con mejores condiciones de refugio como los de la Unión Europa, han suspendido en solidaridad. Así lo afirmaba Oxfam Intermón, en palabras de su director, José María Vera, quien llamó a la implementación de un “nuevo mecanismo que vigile el cumplimiento de los compromisos de los países”.
El 26 de septiembre finalizó el plazo de acogida de refugiados, según el sistema de la Comisión Europea, y casi ningún país ha cumplido con las cuotas. España se sitúa en los últimos puestos. En dos años solo ha acogido a 1.961 personas de las 17.337 de la cuota establecida.
“El Gobierno español, con su estrategia de mirar hacia otro lado y dejar que las cosas caigan por inercia o por desidia, solo ha acogido a un 11% de las personas refugiadas que prometió. Y se queda tan tranquilo. Estamos ante un Gobierno irresponsable e insolidario con la mayor crisis de refugiados de la historia europea reciente. Un Gobierno que además es ajeno a las constantes peticiones que le ha hecho la ciudadanía”, declaró Vera.