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Tiznit: la casilla de salida donde Marruecos expulsa a los migrantes que se acercan a la frontera con España

Algunas de las personas se amontonan en precarias condiciones en los soportales de una plaza en Tiznit.

Sonia Moreno

Tiznit (Marruecos) —

Souleiman (nombre ficticio) muestra su pasaporte con el visado de Costa de Marfil en regla a eldiario.es mientras deambula solo por la calle, a 870 kilómetros de su madre y de sus dos hermanas de seis y once años. Vive con ellas en Tánger, pero la Policía marroquí lo detuvo en su casa de Boukhalef y lo metió en un autobús para expulsarlo a Tiznit, a las puertas del desierto del Sáhara, en el sur del país.

“Entraron de madrugada en casa tirando abajo la puerta. Me llevaron a la comisaría, me tomaron las huellas y me hicieron fotos. Después me metieron en un bus durante horas con un pequeño sándwich. A ellas – su madre y sus hermanas– , como son mujeres, las dejaron”, explica. No es la primera vez que lo trasladan, ya había sido expulsado en dos ocasiones anteriormente. Después de dos días en Tiznit, se le nota muy cansado y con la cara hinchada.

Este chico espigado de 14 años no tiene dónde dormir ni qué comer, y solo confía en otro hombre marfileño que le trata de “petit frère” (hermano pequeño). Compartió casa con él al llegar al norte de Marruecos. Solo lleva encima un jersey, que le prestó este amigo, a pesar de que es de noche y hace frío. “Me detuvieron con lo puesto, en camiseta de manga corta”, explica el menor.

Souleiman sobrevive en la calle. Se refugia, junto a dos centenares de personas, debajo de unos soportales a unos pasos de una de las plazas repletas de hoteles en el centro de la pequeña ciudad de Tiznit. “No hay mantas suficientes para todos”, asegura. Hasta allí se acercan los que van llegando nuevos. “Todos los días vienen autobuses con cuarenta o cincuenta personas”, apunta.

Sortear el suelo resulta difícil, está lleno de mantas, colchones y algunos cacharros de cocina. “Viven de los que les dan los vecinos”, explica a eldiario.es Khadija Ainani, vicepresidenta de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH). En la oficina de Tiznit vienen denunciando la llegada de migrantes desde 2015, aunque actualmente el número ha crecido, tras las intensas redadas que llevan a cabo las fuerzas de seguridad desde este verano en las localidades del norte del país a raíz de la promesa de mayores fondos por parte de la Unión Europea (UE). Al menos dos personas, una de ellas menor, han fallecido en el marco de estos operativos.

Peores condiciones que en los bosques de Nador

Las condiciones en el campamento improvisado son extremas porque no tienen comida ni ropa. Lo explica Macu, un ciudadano camerunés que lleva más de un mes en los soportales. “Dormimos fuera. Hay personas de buena voluntad que nos donan alguna manta, porque estamos en la calle, y nadie aquí nos va a llevar a su casa”, dice.

Organizaciones locales denuncian las condiciones en las que sobreviven los migrantes abandonados por las autoridades en la ciudad. “La situación en Tiznit es peor que en Nador, porque allí tienen una cierta estabilidad en el bosque”, puntualiza a este medio Ahmed El Haij, presidente de la AMDH.

“Hay falta de infraestructura, la gente joven no sabe cómo comportarse ante la situación y sobreviven gracias a las solidaridad de la población de Tiznit”, afirma. Por su parte, Ainani lamenta que “desafortunadamente, el Estado sigue enviando a la gente allí desde 2015, y dependen de la caridad de los ciudadanos”.

Macu se queja de que están “abandonados” y asegura que las organizaciones no los visitan para ayudarlos. En la conversación menciona a Cáritas que, afincada en varias ciudades marroquíes, ofrece a los migrantes subsaharianos acceso a servicios básicos como salud y educación y facilita su inclusión en los ámbitos laboral y profesional desde hace más de 15 años. Este medio se puso en contacto con su director en Rabat, Hannes Stegemann. Desde la oficina de la ONG de la capital explicaron que no tienen sucursal en Tiznit pero que están en contacto con diferentes organizaciones para analizar la situación.

En este caso, dicen, “no pueden hacer mucho más porque los inmigrantes pocos días después de ese desplazamiento vuelven a subir al norte”. Además, Stegemann sostiene: “Esta es la política marroquí y de la UE de cara al foro global de migración. Nosotros hacemos nuestro trabajo social y humanitario”.

Piden en la calle para el billete de vuelta al norte

La mayoría de los migrantes quiere salir de Tiznit cuanto antes, pero por falta de dinero, algunas personas continúan en la calle durante semanas. Y las circunstancias no ayudan, explica Tidjane. “Yo no traje ropa, se perdió todo; rompieron la puerta de la casa, nos hicieron salir, y después entraron y cogieron todo. Así que me he lavado dos veces en tres semanas”, asegura.

Hasta el anochecer piden limosna, pero pasan días hasta que reúnen los 30 euros que necesitan para coger un autobús de vuelta al norte. Otros salen más rápido porque conocen a algún ciudadano marroquí que les ayuda o porque algún familiar les envía dinero desde el norte del país.

El pequeño Souleiman ha tardado dos días en juntar los dirhams [moneda local] que necesita para cruzar el país y reunirse con su madre cerca de la frontera con Ceuta. “Vamos pidiendo poco a poco por las calles y en los semáforos. Como es menor y todavía tiene buen aspecto, la gente le ayuda y le da más dinero”, explica Tidjane.

Aquí se separan sus caminos. Souleiman coge al día siguiente un bus dirección a Tánger, mientras Tidjane se queda porque no ha reunido la cantidad para llegar a Rabat, donde se instalará para buscar trabajo. Este padre de tres hijos lamenta la situación y asegura que “no lo debería dejar solo porque es menor”.

La Policía sigue abandonando a gente, según las ONG

Unos se van cuando consiguen el billete de regreso y otros llegan. “A medida que la Policía va dejando a los hermanos tirados, estamos obligados a darles apoyo para que conozcan en la situación en la que se encuentran, ser solidarios con ellos y ofrecerles una pequeña plaza donde refugiarse”, explica Macu, que se acerca a buscar a los migrantes cuando llegan los buses.

Tiznit sigue recibiendo a decenas de migrantes cada día. Moubarak es testigo. Trabaja como camarero de una pequeña zumería delante de la parada de autocares y documenta que “la Policía trae a los africanos en buses y los apean aquí”.

Este local es uno de los pocos refugios de los migrantes en Tiznit. Aquí vienen a cargar los teléfonos y pueden tomar algo caliente por la noche, además de comunicarse con sus familiares. “Aquí la gente es maja, te saluda, te invita a un café; pero en Tánger no pasa eso”, explica Tidjane.

“Estos chicos son muy amables, pero desafortunadamente no hay futuro en Marruecos. Deben partir al norte, como siempre, a Rabat o Casablanca, porque aquí no hay trabajo, no hay inversiones, es la miseria y el desierto”, asegura, por su parte, el camarero.

Los desplazamientos forzosos del norte al sur se vienen realizando desde que comenzaron las redadas en los barrios de migrantes y en los bosques cercanos a las fronteras de Ceuta y Melilla a finales de julio. Desde entonces no han cesado. El Grupo Antirracista de Acompañamiento de Extranjeros y Migrantes (Gadem) ha registrado hasta 7.700 casos similares de personas trasladadas de forma forzosa al sur.

En el recorrido de los autobuses desde el norte al sur, las fuerzas de seguridad van abandonando poco a poco a migrantes. Así se han ido conformando diferentes campamentos en las estaciones de las ciudades por donde van pasando. Precisamente, las autoridades marroquíes han desmantelado este miércoles el de la ciudad de Settat, entre Rabat y Marrakech, según informa el periódico Today 24.

En el informe Costos y lesiones, sobre las operaciones de aplicación de la ley en el norte de Marruecos entre julio y septiembre de 2018, Gadem documenta que “el objetivo de estas operaciones es eliminar, en la medida de lo posible, de las zonas fronterizas a todas las personas de raza negra que no sean nacionales de Marruecos” y considera que estos traslados “están fuera de cualquier marco legal”. La organización alerta de que “la violencia y las violaciones de los derechos de las personas negras que no son ciudadanos marroquíes se han llevado a cabo en una escala sin precedentes desde 2005”.

También precisa que, de ese grupo, al menos 89 han sido devueltos a sus países de origen, entre ellos seis menores. La asociación se basa en los datos que aportan los propios migrantes, por lo que las cifras podrían ser superiores.

Gadem denuncia el vínculo entre el endurecimiento del control migratorio en el ámbito nacional y la cooperación entre Marruecos, la UE y sus estados miembros en esta materia. El ministro marroquí de Asuntos Exteriores marroquí, Nasser Bourita, agradeció a su homólogo español, Josep Borrell, en su última reunión en Rabat en el mes de octubre, “la ayuda prestada” para que Europa haya otorgado 140 millones de euros a Marruecos.

El político socialista lo justificó porque “el país recibe un flujo creciente de inmigrantes, y porque es necesario para controlar sus fronteras, que también son las nuestras”. En esta línea, el pasado lunes, Pedro Sánchez se comprometió en su visita a Rabat a apoyar en la UE la pretensión de Marruecos de recibir más fondos para control migratorio.

“Es la Unión Europea quien les manda hacer todo esto a cambio de dinero”, concluye el pequeño Souleiman, antes de volver a intentar llegar, una vez más, al norte.

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