El tabú de la violación en República Centroafricana: “Para muchas familias la culpa es de la persona que sufrió el abuso”
“Tras la agresión pensé en quitarme la vida”, explica Charlotte*, una superviviente de violencia sexual de 18 años oriunda de la capital de República Centroafricana (RCA), Bangui. Su madre había fallecido y su padre renegaba de ella, por lo que Charlotte vivía con unos parientes cercanos cuando un día, en casa, su tío la violó mientras el resto de la familia estaba fuera. Su tía no le creyó y Charlotte se sintió completamente sola y desesperada. Primero acudió a la policía sin éxito y, tras hablar con una prima a la que considera como una hermana, decidió buscar ayuda.
Charlotte estaba muy frágil, tanto física como mentalmente, cuando llegó a nuestro centro de apoyo de Tongolo. Tongolo significa “estrella” en sango, la lengua franca local, y hace alusión a la “esperanza”, ya que la estrella brilla en el cielo oscuro. Charlotte es una de las más de 6.000 supervivientes de violencia sexual que han recibido atención médica, psicológica y psicosocial por parte de nuestros equipos de Médicos sin Fronteras desde que arrancó el proyecto Tongolo en Bangui en 2017.
Célestin*, otro superviviente de Bangui al que conocí, también se sintió en un callejón sin salida. Nunca imaginó que algo tan traumático pudiera ocurrirle a él. De manera inocente ofreció cobijo a una persona que creía conocer, hasta que una noche le acosó sexualmente.
“Estaba durmiendo y él apareció de la nada con malas intenciones”, rememora Célestin cuando hablamos. “Estaba borracho y me obligó a hacer cosas que yo no quería. Entré en pánico, estaba muy asustado. Me golpeó, pero logré escapar”.
Los servicios de atención a este grupo de pacientes se proporcionaban inicialmente a través de dos estructuras diferentes en Bangui, Bédé-Combattant y Hôpital Communautaire, hasta que en agosto de 2020 en MSF (Médicos Sin Fronteras) abrimos el centro Tongolo, cerca del Parc du Cinquantenaire en el barrio de Lakouanga. El nuevo complejo complementa a los demás y está totalmente dedicado a supervivientes de violencia sexual.
Mujeres y menores, principales colectivos afectados
La mayoría de los pacientes que vemos proceden de la propia Bangui, una ciudad donde viven 890.000 de los 4,5 millones de centroafricanos; sin embargo, uno de cada cuatro es de las afueras de la capital y una pequeña fracción, que va en aumento, proviene de áreas más remotas en otras provincias.
“A través de la iniciativa Tongolo nos esforzamos en ofrecer un programa gratuito y de alta calidad de atención completa accesible para todo el mundo”, me explica Bilge Öztürk, coordinadora del proyecto. Los servicios están adaptados a hombres, niños y adolescentes.
Si bien la mayoría de los pacientes son mujeres y niñas (más de 1.900 en 2020, o casi el 95% del total), 111 hombres también buscaron atención en el marco de este programa el año pasado. El 52% de todos los supervivientes fueron menores, una cifra que Axelle Franchomme, responsable médica de Tongolo, califica de alarmante, al tiempo que cree que los datos recopilados en Tongolo son representativos del problema de violencia sexual que afecta a otras partes del país.
Los menores son los más vulnerables, ya que día a día van construyendo su identidad a partir de las situaciones que viven. Si estos hechos violentos no se toman en serio pueden tener un impacto duradero en el futuro y dejar un rastro para el resto de sus vidas.
Una crisis crónica que conduce a la violencia sexual
Con la República Centroafricana devastada por años de guerra civil (el conflicto se ha intensificado desde diciembre) y su población expuesta repetidamente a desplazamientos forzosos, altos niveles de violencia y abusos contra los derechos humanos, la violencia sexual también se ha convertido en un problema de salud pública.
Hace años, los supervivientes identificaban a hombres armados como sus agresores en la mayoría de los casos. Hoy, con el programa abierto a sectores más amplios de la sociedad, nuestra experiencia muestra que los agresores son con mucha frecuencia conocidos por sus víctimas y forman parte de su círculo cercano, ya sean amigos, vecinos o incluso familiares.
En 2020, el 56% de los pacientes atendidos por el personal de MSF declararon que conocían a sus agresores. Con la reactivación de la violencia en diciembre de 2020, esta tendencia se ha revertido y los miembros de grupos armados vuelven a ser los agresores más habituales en los últimos meses.
Más allá del momento de la agresión, los asaltos acarrean múltiples desafíos y secuelas para quienes los sufren.
“Para la familia, cuando un familiar es agredido sexualmente, la culpa es de la persona que sufrió el abuso. No se dan cuenta de que ellos mismos podrían sufrir abusos”, me explica Aimé-Césaire, consejera de salud mental. “Siempre le echan la culpa a la persona que recibió el abuso, quien ya de por sí se encuentra en una situación difícil y fue incapaz de defenderse ante el agresor”.
Esto también se traduce en la forma en que los pacientes se comunican. Algunas de las lenguas centroafricanas no recogen en su vocabulario la palabra “violación” porque se considera un tabú y algo vergonzoso.
Según nuestros equipos, el silencio solo lleva a la pérdida de ambición, a rupturas familiares, enfermedades, relaciones disfuncionales y vidas arruinadas. Los supervivientes se merecen respeto y el apoyo psicológico de la familia, pero a menudo no sucede así.
Cicatrices invisibles
Las consecuencias invisibles de una experiencia de violencia sexual van desde el trastorno de estrés postraumático o la ansiedad a la depresión. Algunos también tienen ideación suicida e incluso intentan suicidarse. Como el tema sigue siendo un tabú, las y los supervivientes tienen prohibido en la mayoría de los casos hablar sobre la agresión sexual por la que pasaron, debido a la deshonra que podría suponer para la familia. El problema se resuelve entonces de manera amistosa en el seno de la comunidad o entre familiares, olvidando que se trata de una emergencia médica que debe ser atendida.
Para los hombres, la situación es aún más complicada. Muchos están demasiado asustados para hablar y solo unos pocos se atreven a venir a las instalaciones de Tongolo. Son reacios a pedir ayuda, ya que existe una gran presión y estigmatización comunitaria.
Debido a estas complejidades es fundamental recibir apoyo psicosocial para prevenir o reducir la cantidad de enfermedades psicológicas y el sufrimiento causado por la violencia sexual. Los supervivientes que presenten síntomas deben ser admitidos para recibir atención y ser referidos a un psicólogo o psiquiatra sin demora.
Pero las necesidades médicas y de salud mental de los supervivientes no se pueden abordar adecuadamente sin considerar su entorno social, así que también se pone a los pacientes en contacto con un trabajador social.
“El objetivo es acompañar a los supervivientes en su viaje de curación, ayudarlos a resolver sus problemas y a volverse lo suficientemente fuertes para reanudar sus vidas”, me dice Franchomme, la responsable médica.
Buscar ayuda temprana es crucial
Después de una violación, se debe realizar lo antes posible el tratamiento que previene el VIH y otras infecciones de transmisión sexual, así como la vacunación contra la hepatitis B y el tétanos. Lo adecuado es que esto ocurra en el intervalo de tres días posteriores a la agresión.
Sin embargo, en 2020, solo el 26% de los pacientes atendidos que atendimos llegaron en el marco de esas 72 horas posteriores. Los trabajadores comunitarios de salud y los anuncios de radio son una forma de crear conciencia sobre esta necesidad entre las comunidades. “Escuchamos en la radio que debemos ir al centro de Tongolo lo antes posible para que puedan solucionar nuestros problemas”, me cuenta Célestin.
“Las víctimas ya están traumatizadas cuando acuden a nosotros, por lo que es muy importante mitigar otros problemas relacionados con la salud”, me subraya Franchomme.
Una vez que entregamos este paquete de medicación a los pacientes, se organizan consultas de seguimiento para comprobar la adherencia al tratamiento y prevenir posibles efectos secundarios o complicaciones. Las pacientes también pueden recibir anticoncepción de emergencia para prevenir embarazos no deseados y se ofrecen opciones de planificación familiar en todas las instalaciones de Tongolo para mitigar la estigmatización relacionada con un niño nacido fruto de una violación.
Necesidades descubiertas
Si bien tanto buscar ayuda médica lo antes posible como compartir la experiencia traumática con especialistas en salud mental resulta crucial para sanar las heridas visibles e invisibles de la violencia sexual, reconstruir el futuro después de la agresión puede ser una tarea abrumadora, en buena parte por los problemas legales y socioeconómicos que surgen a continuación.
Actualmente, hay muy pocos servicios disponibles en estos ámbitos en el país, lo que deja a muchas personas en un punto ciego. Al mismo tiempo, existe un problema de impunidad vinculado a la violencia sexual, con una capacidad muy baja del sistema judicial para ver causas de este tipo y solo en la capital.
En el centro de Tongolo creamos hace meses un espacio para acoger a organizaciones locales e internacionales especializadas en apoyo legal, socioeconómico, protección y educación para que los supervivientes puedan acceder a todos los servicios en un solo lugar como parte de un circuito. A lo largo del año reforzaremos la coordinación y colaboración entre los diferentes grupos.
Otros desafíos que afrontan nuestros pacientes son el toque de queda temporal y las restricciones a la circulación impuestas por el gobierno durante este período de agitación política. Por ejemplo, varios supervivientes solían acudir al Hôpital Communautaire por la noche para evitar sufrir estigmatización, pero desde enero de 2021, y durante los próximos meses, esta no es una opción.
Aún queda un largo camino por recorrer para identificar, tratar y asistir adecuadamente a todos y todas las supervivientes de violencia sexual en la República Centroafricana.
*Se han cambiado los nombres de los pacientes para proteger la identidad de los pacientes
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