Kumar y su esposa cenaban en su casa de Gujarat en el norte de India. Sin esperarlo, comenzaron a llover piedras contra las ventanas. Kumar, de 24 años, dice que mientras se ponía a cubierto alcanzó a ver un coche que se iba. En el parachoques llevaba una pegatina del BJP, el partido nacionalista hindú que gobierna India.
Un par de meses después, la pareja regresaba en moto a casa de noche. Venían de un pueblo cercano en el que habían hecho campaña a favor del Congreso Nacional Indio, principal rival del BJP en las elecciones generales que se celebrarán el año que viene. Cuatro hombres a los que Kumar reconoció como partidarios del BJP bloquearon la carretera frente a ellos. Los esquivó, perdió el control y se cayó. Le pegaron tal paliza que no pudo caminar en 10 días. Quiso denunciar, pero cuando llegó a la comisaría un grupo de miembros del BJP le impidieron entrar.
Poco después, un pariente le contó que lo estaban buscando de nuevo. Kumar y su mujer decidieron dejar el país. Kumar dice que temía por su vida, quien pidió no citar su nombre completo para proteger a sus familiares en India. “Pensé que iban a matarme”.
No pasó mucho tiempo antes de que ambos embarcaran en un avión rumbo a México. El número de personas de India que hacen lo mismo con la intención de pedir asilo en Estados Unidos no deja de aumentar. Los indios son la nacionalidad más representada entre los detenidos en la frontera sur de EEUU que no vienen de Centroamérica. Su cifra sólo es superada por la de latinoamericanos. En 2018, último año con cifras disponibles, fueron detenidos casi 9.000 indios. Una década antes esa cifra fue de sólo 77.
Cuando atraviesan medio mundo para llegar a Estados Unidos se enfrentan los mismos peligros que otros migrantes. Violación, robo e incluso asesinato. Una niña sij de seis años murió cruzando el desierto de Arizona a mediados de junio del año pasado. Una vez que llegan a su destino no disminuyen los riesgos. Cinco solicitantes de asilo indios llevan más de 90 días en huelga de hambre en protesta por su detención en un centro del ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, por sus siglas en inglés) en Luisiana. Dos de ellos ya han sido obligados a ingerir alimentos.
Uno ha dicho a The Guardian que dejó India después de recibir amenazas por parte de los nacionalistas hindúes por convertirse al cristianismo. “Nunca he cometido un delito. Nunca he estado en la cárcel”, ha explicado.
En octubre, las autoridades migratorias mexicanas deportaron a 311 ciudadanos indios, la mayoría de Punjab –estado más norteño del país– en lo que se ha considerado una repatriación “sin precedentes”.
Son muchos los motivos que llevan a migrar. Muchos abogados especialistas en casos de inmigración ante las autoridades de Estados Unidos creen que el incremento del número de personas de India está vinculado con el ascenso del BJP y la violencia sectaria que está inspirando. Deepak Ahluwalia, uno de esos abogados, cree que “si uno tiene en cuenta cuando comenzó este repunte [de la violencia], nace del momento en que el BJP llega al poder”.
Desde que Narendra Modi se convirtió en Primer Ministro, las turbas de nacionalistas hindúes han campado a sus anchas. Al menos el 90% de los crímenes de odio religiosos de la década pasada se registran desde que Modi asumió el poder según Factchecker.in, una plataforma india que sigue el tema. Las víctimas suelen ser musulmanes, miembros de las castas más bajas y otras minorías. Se han denunciado conversiones forzadas, palizas mortales y linchamientos. Grupos extremistas han atacado a personas a las que acusan de robar o matar vacas, sagradas para los hindúes. Esas turbas hindúes han asesinado al menos a 44 personas entre mayo de 2015 y diciembre de 2018 según un informe reciente de Human Rights Watch.
La policía no ha investigado con diligencia, mucho menos ha perseguido a los responsables de tales hechos. Los líderes nacionalistas hindúes han llegado a defender los ataques. La Comisión Estadounidense para la Libertad Religiosa Internacional ha denunciado “el apoyo y la incitación a la violencia colectiva contra las minorías religiosas”, según un informe publicado en abril.
En diciembre, el parlamento indio aprobó una controvertida ley de ciudadanía que muchos consideran abiertamente discriminatoria contra los musulmanes. Las protestas han sido importantes y se han sucedido a lo largo de todo el país. Su aprobación no es más que la última de una serie de ataques contra los musulmanes por parte del gobierno Modi. Ha habido miles de detenciones de musulmanes en Cachemira y en el noroeste del país se ha desatado una reforma legal sobre la ciudadanía que podría dejar a millones de personas, la mayoría musulmanas, en situación de apátridas.
Algunos investigadores creen que lo que sucede con los migrantes indios que tratan de llegar a Estados Unidos tiene una motivación más económica. Tayyab Mahmud, profesor de derecho en la Universidad de Seattle que ha testificado como experto en casos de asilo de ciudadanos indios cree que “la visión de conjunto no es una de persecución sino de migración económica”. John Lawit, abogado especializado en derecho migratorio explica que la mayor parte de sus clientes son campesinos Sij que han perdido sus tierras debido a las grandes empresas agrícolas.
Pero otros abogados que han representado a solicitantes de asilo indios dicen que han visto casos de violencia en razón de cuestiones identitarias, ya sea el cristianismo, el islam, la identidad de género o la pertenencia a una casa determinada.
Harjinder Singh, un solicitante de asilo de Punjab ha explicado que el viaje desde India a Estados Unidos es demasiado caro para quienes migran por motivos económicos. En su caso, dice que dejó Punjab porque recibió una paliza de miembros del BJP por ser miembro del partido Sij: “Aquí sólo llegan quienes tienen los 40.000 dólares para pagarse el viaje”.
Los solicitantes de asilo indios suelen temer que si se quedan en su país, aunque sea lejos de su lugar de origen, pueden sufrir violencia por parte de turbas. Las entrevistas con los migrantes sugieren que muchos han elegido viajar a Estados Unidos porque ya tienen familia o amigos viviendo en el país. Algunos migrantes indios vuelan a Europa y de allí a México. Otros van directamente a Centroamérica o más al sur y se suman a la ruta migrante que atraviesa México.
La mayoría de los indios, como Kumar, cruzan la frontera cerca de Caléxico, en el desierto californiano. Los coyotes los dejan cerca del muro fronterizo, no demasiado alto en ese lugar, y les dicen que salten y caminen. Así lo relata Eduardo Jacobo, portavoz de la patrulla fronteriza de El Centro, a la que pertenece Calexico. Ninguno de los agentes habla Punjabi ni Hindi, explica Jacobo. Hasta que logran un intérprete, se comunican con gestos. “Los coyotes siempre los llevan a los mismos lugares. Siempre parecen asustados y perdidos”.
Traducido por Alberto Arce