Rachida y Fatima emprendieron el viaje desde el interior de Marruecos, Jenifra (a 160 kilómetros de Fez), a Huelva el 10 y 11 de marzo, pocos días antes de que el país cerrase sus fronteras para hacer frente a la pandemia del coronavirus. En plena madrugada se subieron a un taxi colectivo rumbo a Tánger, cruzaron El Estrecho y montaron en un autocar que las depositó en Cartaya (Huelva). Un largo viaje para trabajar unos meses recogiendo frutos de temporada en los campos onubenses, ganar unos miles de euros y regresar junto a su familia.
A pesar de haber finalizado sus tres meses de faena no pueden volver a casa porque las fronteras permanecen cerradas y sus nombres no forman parte de la lista de las 48 mujeres de “perfil vulnerable” que Marruecos ha aprobado repatriar dentro de la operación que emprendió el pasado miércoles el ministerio de Asuntos Exteriores. A sus ganas de reencontrarse con su familia, se suma la falta de trabajo en Huelva y su nerviosismo debido a gastos ligados a su estancia en España.
Por el momento, solo han llegado a Marruecos siete jornaleras del contingente de 7.028 (3.000 ya están inactivas) contratadas en origen, dos embarazadas y cinco mujeres que han dado a luz en España, con sus bebés. Según explica la Delegación del Gobierno en Andalucía, el poco margen de tiempo con el que el Gobierno marroquí aprobó la repatriación de un listado de 48 jornaleras hizo que la mayoría no tuviese tiempo para realizar trámites necesarios antes de regresar a su país, como cobrar su nómina o cerrar sus cuentas bancarias.
Fatima ya terminó la temporada. En los tres meses de recogida de arándanos y frambuesas, ha conseguido ahorrar 3.000 euros, una vez descontados los gastos de mantenimiento. A pesar de que quiere volver a su país, se muestra contenta porque recuerda que “en Jenifra trabaja días sueltos en la agricultura, desde las 8 hasta las 17 horas, y gana seis euros. Somos una familia pobre y esta oferta es buena para sobrevivir durante el año. En mi región no hay empresas, ni ofertas de trabajo, solo agricultura”, cuenta en una entrevista telefónica con eldiario.es.
Su preocupación es volver junto a su marido de 58 años ya retirado, y su hijo que está en el paro. Le pesa la incertidumbre de cuánto tiempo más va a tener que quedarse en España sin trabajar. “Quiero volver a casa con mi familia”, dice Fatima. “Si no puedo ir a Marruecos prefiero que me recoloquen, que estar sin hacer nada”, añade la jornalera. Aunque el alojamiento se lo proporciona el empresario, los gastos compartidos con otras dos amigas marroquíes para la comida y la bombona del gas ascienden a 100 euros, según explica.
Como alternativa, algunos empresarios y asociaciones que aglutinan a varias fincas proponen extender la fecha de los visados, que caducan el 30 de junio, hasta finales de octubre, y trasladar a parte de las 3.000 mujeres inactivas a otras provincias con el beneplácito de la Subdelegación del Gobierno en Huelva. Apuntan a empresas en Segovia y Valladolid que necesitan mano de obra para crear las plantas de las fresas.
Por su parte, la Asociación de Citricultores de la Provincia de Huelva (ACPH) ha intervenido para que una empresa socia contrate a 65 trabajadoras de otra de las compañías del grupo en Ayamonte “con la idea de que estuvieran el mínimo tiempo posible sin trabajo”, explica un empleado. El objetivo también es evitar que si el tiempo de espera se prolonga sin actividad decidan irse por su cuenta a otra provincia en busca de trabajo, y entren en un estado de irregularidad.
Seis mujeres con bebés comparten tres habitaciones
El sueño de Rachida es ver a su hija de nueve años, que dejó en Marruecos a cargo de su abuela paterna. “Estoy divorciada, mi madre murió y mi padre se volvió a casar; así que vivimos solas. Quiero que mi hija estudié y darle un buen porvenir”, dice a eldiario.es.
En su país limpia una residencia de estudiantes cuatro horas al día por 70 euros mensuales. Un sueldo muy bajo, que la obliga a volver al campo de Huelva con un embarazo incipiente. Resistió la temporada sin sobresaltos. A la espera de poder retornar, está alojada en la Residencia Tariquejo en Cartaya, junto al menos otras dos embarazadas y seis madres con sus hijos recién nacidos.
“Estas madres están preparadas para irse tan pronto como se les de la oportunidad. El hecho de que se haya repatriado solo a dos de ellas, nos pone en un problema porque el resto pregunta por qué ellas no. Se creó una discusión por la distinción, pero es cierto que las dos chicas que se fueron son las que más tiempo llevan con los niños, dieron a luz en marzo”, explica el trabajador social de la residencia. De hecho, la tarde del jueves seguían pendientes de la llamada de las autoridades marroquíes para viajar en nuevos vuelos de repatriación.
Esta residencia, gestionada por la ACPH, se ha convertido en un recurso asistencial urgente con la crisis del COVID_19 porque dispone de bastantes plazas libres y está bien equipada. En la actualidad seis mujeres con bebés comparten tres habitaciones preparadas para las trabajadores que dan a luz durante su estancia en Huelva.
El complejo acoge igualmente a dos señoras mayores con discapacidad temporal, que llevan trabajando en la misma finca durante la campaña desde hace 12 años. Los empresarios les prepararon la prestación de la seguridad social después de varias bajas para que reciban igualmente una parte del salario.