2015 es un año clave para analizar los éxitos y fracasos en la lucha contra el hambre. En la fecha límite de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, 189 países establecieron como objetivo reducir a la mitad el porcentaje de personas hambrientas en el mundo. El informe 'El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2015' presentado por las Naciones Unidas este miércoles en Roma apunta que no se han alcanzado los mínimos y analiza cómo llegan los países a la línea de meta: más de 216 millones de personas han conseguido salir de esta estadística desde 1990, pero en ella siguen sumergidas 795 millones de personas.
El estudio anual publicado por la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) expone las principales cifras de la subalimentación crónica, es decir, la “incapacidad para adquirir alimentos suficientes, que se define como un nivel de ingesta de alimentos insuficiente para satisfacer las necesidades de energía alimentaria”, explica el estudio.
A continuación, se exponen cinco datos destacados sobre el hambre que viven hoy una de cada nueve personas en el mundo:
1. Las personas hambrientas descienden a los 795 millones
En la actualidad, hay unos 795 millones de personas que pasan hambre en el mundo. La mayoría viven en países en desarrollo, en total 779,9 millones, y los otros 14,7 millones restantes residen en los denominados en el informe “países desarrollados”. Una cifra intolerable pero que ha mejorado en las últimas décadas: el informe apunta que hay 167 millones de personas subalimentadas menos que hace un decenio y 216 millones menos que en 1990-92. La mayor parte de esta cantidad son ciudadanos que viven en China.
Por sí solas, “China e India representan el 81% de la reducción total del número de personas subalimentadas de las regiones en desarrollo entre 1990-92 y 2014-16”, recoge el estudio. China supone casi dos tercios del total: pasó de las 289 millones de personas hambrientas en el periodo de 1990-92 a los 133,8 millones, una diferencia de 155,2 millones. La reducción de este indicador de la pobreza se puede observar en la tasa de prevalencia del hambre, que es la que permite valorar el dato en comparación con la población total del país: en 1990-92 era del 23,9% y ha descendido hasta el 9,3% en 2014.
2. El ODM sobre el hambre no llegan a cumplirse
El estudio destacan que un total de 72 países en desarrollo de 129 –más de la mitad de los países objeto de seguimiento en el estudio– han alcanzado la meta 1.C de los ODM, que consite en reducir a la mitad, entre 1990 y 2015, el porcentaje de personas que padecen hambre, es decir, su prevalencia.
Los 72 países que lo lograron y otros 9 están cerca de hacerlo (Cabo Verde, Chad, Colombia, Ecuador, Jamaica, Honduras, Paraguay, Rwanda y Sierra Leona). “La mayor parte disfrutaron de condiciones políticas estables y crecimiento económico, a menudo acompañados por políticas de protección social dirigidas a los grupos vulnerables de la población”, indica el estudio. Por el camino, los 48 países que no han llegado a proximarse a la meta de los ODM.
Además, algunos compomisos internacionales apostaron por centrarse en el número bruto de personas que padecen hambre. El objetivo de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación (CMA) también se fijaba en 2015 pero estableció la meta de reducir el número de personas subalimentadas a la mitad respecto al dato de 1990, cuando el número de personas hambrientas en las regiones en desarrollo rozaba los 1.000 millones. “Para alcanzar el objetivo del CMA este número tendría que haberse reducido a 515 millones aproximadamente, es decir, unos 265 millones menos que el cálculo actual para 2014-16”, recoge el estudio.
3. África subsahariana: más personas hambrientas, tasa menor
El aumento de la población en el mundo provoca que en algunas regiones la tasa de prevalencia de personas hambrientas, la relación respecto al total de su población, baje pero el número de personas que no recibe los mínimos alimentos aumente. Es el caso de África subsahariana. Cerca de una de cada cuatro personas, el 23,2 % de la población, pasa hambre en la actualidad. Entre 1990 y 1992 la tasa ascendía al 33,2%. Si atendemos a los términos absolutos: 44 millones de personas pasaron a engrosar la lista de personas hambrientas entre estas fechas.
“La lentitud del avance en la lucha contra el hambre a lo largo de los años resulta especialmente preocupante” –recoge el informe– “aunque la prevalencia de la subalimentación cayó con relativa rapidez entre 2000-02 y 2005-07, la reducción se desaceleró en los años siguientes a causa de diversos factores, como el encarecimiento de los alimentos, las sequías y la inestabilidad política de algunos países”.
4. Las crisis ahora duran más
“Las crisis prolongadas han pasado a ser la norma, mientras que las crisis agudas de breve duración son ahora la excepción”, sostiene el informe.
Según el documento, en 1990, 12 países de África se enfrentaban a crisis alimentarias, y cuatro de ellos se encontraban en situaciones de crisis prolongada. Solo 20 años después, un total de 24 países afrontaba crisis alimentarias, de los cuales 19 llevaban en crisis ocho o más años de los 10 años anteriores. Nueve de cada 10 llamamientos humanitarios se mantienen durante más de tres años y el 78% del gasto de los donantes de la OCDE se destina a emergencias prolongadas.
El sexo y la edad son dos importantes factores determinantes de las repercusiones de las crisis prolongadas en las personas, según el estudio. “Las mujeres están más expuestas que los hombres a sufrir las consecuencias y su acceso a la ayuda puede verse menoscabado por la discriminación por motivos de género”.
5. El hambre como consecuencia y causa de confictos armados
La subida de los precios, la sequía, las intensas lluvias o las catástrofes naturales que derivan en la falta de alimentos básicos pueden impulsar o agravar un conflicto armado, asegura el informe. Ocurrió en la Primavera Árabe en 2011, cuando los gobiernos de Oriente Próximo redujeron las subvenciones destinadas al pan. La hambruna intensificó la inestabilidad política del Sahel y África Occidental. El hambre puede ayudar a desatar conflictos, recuerda el informe, y, a su vez, la permanencia de estos genera un círculo vicioso que evita su erradicación y motivan su perpetuación.
Además, la mortalidad provocada por los conflictos derivados de la inseguridad alimentaria y la hambruna en ocasiones supera las muertes causadas por la propia violencia, según el documento. A escala mundial, entre 2004 y 2009, unas 55.000 personas perdieron la vida cada año como consecuencia directa de un conflicto o del terrorismo, mientras que la hambruna causada por los conflictos y las sequías provocó la muerte de más de 250.000 personas solo en Somalia entre 2010 y 2013. En la actualidad, en los distritos afectados por el conflicto de Iraq los alimentos cuestan entre un 25% y un 30% más que en la capital.