Me dedico al periodismo, la comunicación y a escribir libros como “Exceso de equipaje” (Debate, 2018), ensayo sobre el turismo que se desborda; “Biciosos” (Debate, 2014), sobre bicis y ciudades; y “La opción B” (Temás de Hoy 2012), novela... Aquí hablo sobre asuntos urbanos.
Qué bonito sería que los que hacen tuviesen ganas de hacerlo bien
En esta campaña electoral permanente revisable en la que estamos inmersos, hay un mensaje enquistado en todo tipo de tribunas. O nosotros o el caos, repiten a troche y moche ellos sin darse cuenta de que la disyuntiva no tiene sentido porque las dos posibilidades son redundantes. Ellos son el caos. O, al menos, eso me parece a mí hoy que sigo teniendo fiebre.
Caos es, según la RAE, confusión y desorden. Y desorden y confusión es lo que supuran las políticas de los que mandan aquí, si es que nos gobierna alguien y no una moneda al aire. La ausencia de plan es la única estrategia, esta ciudad nuestra no sabe lo que quiere ser de mayor y así, sin objetivo, no hay manera de seguir una línea de actuación coherente.
Lo último ha sido lo de la Operación Chamartín. Sin mucho bombo y ningún platillo se ha anunciado la recuperación de la idea que tumbó en su momento el Tribunal de Justicia de Madrid. El nuevo proyecto, parecido al anterior pero no igual, prevé la ampliación de la estación de Chamartín, una nueva estación de Cercanías y tres de Metro, un parque y nada menos que 17.000 viviendas y un área de negocios de 878.000 m2 en la que habrá edificios de hasta 320 metros de alto. También, y por eso de cumplir con el signo de los tiempos, contempla un tranvía sobre neumáticos y doce kilómetros de carril bici que, dice la nota de prensa, digo el teletipo de EFE, absorberán dos tercios de los desplazamientos; como si la gente al llegar allí fuese a dejar sus coches para coger locamente el tranvía y las bicis por hacer caso al proyecto.
A ver, que igual es necesario dar un repaso a la zona norte de Madrid y arreglar de alguna manera los desaguisados que se han ido haciendo por ahí, pero ¿en serio que 17.000 nuevas viviendas y nuevas torres para oficinas es lo que necesita la ciudad habida cuenta de todo lo que hay vacío? No sé si es porque no soy arquitecto o porque no participo en la sociedad que ha montado BBVA con San José para llevar adelante el proyecto, pero para mí que la respuesta es no.
Lo mismo que tampoco parece necesario que construyan ese centro comercial con forma de mamotreto al lado de Matadero o las torracas que quieren hacer donde el Vicente Calderón. No sé, es como si nos estuviésemos olvidando de la burbuja inmobiliaria que nos trajo hasta aquí y nos fuesen colando pequeños Eurovegas sin casino que puede que satisfagan a constructoras y bancos pero que no hacen de Madrid una ciudad mejor. Y, lo peor, es que los medios pasan la bola sin detenerse a analizar el asunto. Por ejemplo, en lo de la Operación Chamartín todos, incluido éste, han repetido el mantra de que creará 120.000 empleos en 20 años, uno de esos cálculos que tienen pinta de hacerse chupándose el dedo y sacándolo al aire pero que tapan cualquier otra consideración.
Por suerte, hay gente que sí está atenta y se organiza. Antes de ayer se presentó en el Ateneo el Mapa de los Horrores Urbanísticos de Madrid, un ejercicio colaborativo sobre “los horrores urbanísticos que se están cometiendo actualmente en Madrid o que se preparan en el nuevo Plan General de Ordenación Urbana” impulsado por la plataforma No a Este Plan Urbanístico.
Por eso de que sigo teniendo fiebre, no estuve en el sarao y no tengo nada fresco que contar de él. Tampoco me voy a meter en si los horrores son tales o si son todos los que están o están todos los que son. Pero me parece interesante resaltar que la ciudadanía está vigilante y no se queda callada ante las miradas cortoplacistas.
Y ahora una aclaración para terminar de no caerle bien a nadie. No me parece mala solución la colaboración público privada. En estos tiempos de banca rota, puede ser una forma de hacer cosas que sirvan a los ciudadanos y que renten de alguna manera a ciertas empresas. Pero no estaría de más hacerlo con criterio. Lo suyo sería tener una visión de ciudad, un objetivo. No estaría mal hacer primero un análisis profundo de las necesidades de Madrid y sus ciudadanos y luego un proceso de verdad participativo de propuestas de ideas para la mejora de la ciudad. Y sería la pera mantener un control estricto sobre cada operación para que cumpla los fines definidos y el bien común. En definitiva, qué bonito sería que los que hacen tuviesen ganas ganas de hacerlo bien.
En esta campaña electoral permanente revisable en la que estamos inmersos, hay un mensaje enquistado en todo tipo de tribunas. O nosotros o el caos, repiten a troche y moche ellos sin darse cuenta de que la disyuntiva no tiene sentido porque las dos posibilidades son redundantes. Ellos son el caos. O, al menos, eso me parece a mí hoy que sigo teniendo fiebre.