¿Ricos más ricos y pobres más pobres? Nuestra sociedad está llena de brechas que incrementan las diferencias entre unos y otros. (Des)igualdad es un canal de información sobre la desigualdad. Un espacio colectivo de reflexión, análisis y testimonio directo sobre sus causas, soluciones y cómo se manifiesta en la vida de las personas. Escriben Teresa Cavero y Jaime Atienza, entre otros.
Dime cuánto cobras y te diré quién eres
Son las 8 de la mañana. Despiertas en una gran urbe costera. La brisa marina te envuelve mientras atraviesas Valencia en bicicleta. Podría ser Barcelona, Madrid o Bilbao: ciudades que tienen en común la contaminación y los altos precios, lugares donde pagar el alquiler se convierte en una hazaña cuando aspiras a vivir, que no es lo mismo que sobrevivir.
Acostumbrarse a vivir en la incertidumbre constante, con un salario de 935 euros mensuales que, es cierto, te permite independizarte de casa de tus padres, eso sí, compartiendo piso. Puedes pagar la comida, la luz, el agua…puedes hacer frente a los gastos básicos, sí, no obstante dejas de usar el transporte público para no gastar más de lo imprescindible, porque es imposible ahorrar para gastos imprevistos. Las lentillas, por ejemplo, te las tienen que pagar tus padres, y te preguntas a menudo ¿qué he hecho yo para merecer esto?
Tú, que eres una mujer de entre 25 y 35 años, que eres licenciada y tienes un máster en una buena Universidad pública, además, hablas tres idiomas, y sin embargo, te enfrentas cotidianamente a la precariedad, has aprendido a convivir con ella, y aunque sabes que no es tuya la culpa, tienes que lidiar con el sentimiento agridulce que te deja el café por las mañanas, sabiendo que las cosas te deberían ir mejor.
De pequeña, no imaginabas que de mayor la vida sería así. Que trabajar de sol a sol no te permitiría vivir bien, ni a ti, ni a tantas personas en España.
Hace 10 años, ganar un salario de 1.000 euros era ser un mileurista que aspiraba a mejorar su vida y su sueldo en un futuro próximo; hoy, pretender un salario mínimo de 1.000 euros es una demanda que marca la diferencia entre ser “una trabajadora pobre” que no puede tener una vida digna y conseguir ahorrar un poco, o al menos no naufragar mes a mes con cada gasto inesperado.
¿De verdad alguien cree que el valor añadido que generan los directivos de las grandes empresas justifica esos “megasueldos”? Esas diferencias salariales resultan obscenas, tú perteneces a la generación más preparada de la historia de este país y pese a ello, el porcentaje de desempleo juvenil ronda el 50% entre los menores de 25 años, así que tú tienes que agradecer contar con un trabajo en el que “te explotan”, y con el que a duras penas llegas a fin de mes.
Sí, enhorabuena, tienes la suerte de ser una “trabajadora pobre”, en términos del sociólogo francés Pierre Bourdieu, tienes un alto capital educativo y cultural aunque tu capital económico sea bajo. Sí, piensas, se han hecho añicos nuestras expectativas de vivir mejor que nuestros padres, esa evolución social se rompe entre los/as hijos/as de la clase media, quienes con mucho esfuerzo conseguimos independizarnos y dedicarnos profesionalmente a aquello para lo que nos hemos preparado. Pero tantos años estudiando también nos dan herramientas para analizar de manera crítica esta realidad, y luchar por cambiarla.
Este post está basado en el testimonio de Lilia, que queda recogido en el Informe “Bajan los salarios, crece la desigualdad” que hoy 3 de noviembre lanzamos desde Oxfam Intermón.
Porque queremos un futuro en el que se reduzcan las desigualdades de todo tipo, porque queremos que todas las personas puedan tener una vida digna, es imprescindible asegurar unos ingresos suficientes para garantizarla, empezando por unos salarios justos.
Son las 8 de la mañana. Despiertas en una gran urbe costera. La brisa marina te envuelve mientras atraviesas Valencia en bicicleta. Podría ser Barcelona, Madrid o Bilbao: ciudades que tienen en común la contaminación y los altos precios, lugares donde pagar el alquiler se convierte en una hazaña cuando aspiras a vivir, que no es lo mismo que sobrevivir.
Acostumbrarse a vivir en la incertidumbre constante, con un salario de 935 euros mensuales que, es cierto, te permite independizarte de casa de tus padres, eso sí, compartiendo piso. Puedes pagar la comida, la luz, el agua…puedes hacer frente a los gastos básicos, sí, no obstante dejas de usar el transporte público para no gastar más de lo imprescindible, porque es imposible ahorrar para gastos imprevistos. Las lentillas, por ejemplo, te las tienen que pagar tus padres, y te preguntas a menudo ¿qué he hecho yo para merecer esto?