Vivir en un piso compartido, en una habitación de no más de 10 metros cuadrados, le cuesta a Irene 300 euros. Esta joven sevillana licenciada en psicología de 24 años llegó ha Berlín hace un año. Conoce bien el mercado del alquiler de la capital porque en esos doce meses ha cambiado de casa hasta tres veces.
“Yo vine con una amiga de Sevilla. Queríamos encontrar dos habitaciones en el mismo piso”, dice Irene a eldiario.es. Lo consiguieron en las dos primeras casas en las que encontraron sitio para vivir, primero en un piso compartido en el barrio de Friedrichshain, y después en un pequeño y antiguo apartamento del distrito de Lichtenberg, en el este berlinés. “Era un piso muy viejo, sin calefacción central, con una estufa de esas en las que metes la madera para que se genere el calor. Había humedades. Era un piso antiguo, con pocas comodidades”, comenta Irene.
Cuando el dueño de ese apartamento apeló al uso propio para volver a vivir allí, Irene y su amiga se pusieron a buscar piso de nuevo. Pero en ese momento, ella y su amiga ya no contaban con la idea de volver a vivir juntas. “Desechamos la idea de que mi amiga y yo viviéramos juntas por culpa de los precios. De un año a otro se notaba en la página web que usamos para encontrar piso que los precios habían subido. No había una habitación por menos de 300 y pico euros”, aclara Irene.
Ella vive ahora en un piso compartido en un bloque de apartamentos del Kornerkiez, una parte del distrito berlinés de Neukölln rodeada de zonas verdes. Paga cerca de 30 euros el metro cuadrado y está contenta. “Es la mejor casa en la que he estado”, apunta esta sevillana sobre su nuevo hogar. De un tiempo a esta parte Neukölln se ha convertido en el distrito de Berlín donde más están subiendo los precios. En 2016, la media que se pagaba por metro cuadrado de alquiler en ese distrito era de 9,47 euros. Ahora esa cifra casi llega a los 12 euros.
Para frenar las subidas de precios, el Gobierno alemán se dotó en 2015 de una herramienta, la ley de “freno al precio del alquiler”. Su nombre oficial es de “Ley para contener el aumento del precio de los alquileres en mercados de vivienda difíciles”. Ese texto dispone, entre otras cosas, que el coste del alquiler no podrá subir en un nuevo contrato de arrendamiento más de un 10% de la media del precio de la zona en la que se encuentre el apartamento.
Para el Gobierno alemán de Angela Merkel, formado por conservadores de la Unión Cristiano Demócrata (CDU) y progresistas del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), esa ley no debe de estar funcionando del todo bien. De lo contrario, no se habrían impulsado, como hacía hace unos días la ministra de Justicia, la socialdemócrata Katarina Barley, nuevas disposiciones para que la ley amplíe su defensa de los inquilinos.
“Un apartamento no es una mercancía, ¡Es un hogar!”
“El alto precio del alquiler se ha convertido en un nuevo problema social”, ha dicho Barley. Con esa idea en mente se ha endurecido el poder de freno de la ley contra las subidas de los alquileres. En concreto, se tiene ahora en el punto de mira a aquellos caseros que hacen lujosas reformas en el piso o en el edificio que poseen para después de subir los precios del alquiler. Esa estrategia va estar castigada ahora con 100.000 euros de multa en caso de que el propietario suba el alquiler por encima de 3 euros por metro cuadrado. “Un apartamento no es una mercancía, ¡Es un hogar!”, según Barley.
La ministra de Justicia alemana quiere así cumplir con la promesa de proteger a los inquilinos que incluía el contrato gubernamental firmado por CDU y SPD tras las elecciones de hace un año. Sin embargo, las modificaciones impulsadas por Barley, quien vive en el céntrico distrito de Mitte de Berlín (donde se llegan a pagar 15 euros por metro cuadrado), se quedan cortas. Esto lo dicen los propios socialdemócratas berlineses.
“La ley del freno a las subidas de alquiler se ha endurecido gracias a las medidas de Barley”, dicen a eldiario.es desde la sede del SPD-Berlín. Pero, “ahora mismo nosotros hacemos un alegato para que el freno se haga todavía más duro”, abundan fuentes berlinesas del partido de la ministra. En Berlín, ciudad donde la subida de los precios de alquiler es aguda, lamentan que en este mercado sea competente únicamente un Gobierno federal que ya parece haber movido ficha.
“Nosotros sólo podemos influir en los precios de alquiler hasta cierto punto”, apuntan en el SPD-Berlín. En sus oficinas lamentan que, por motivos históricos, la ciudad tenga escasos recursos, o sea, poco suelo con el que para facilitar la construcción de viviendas. “En Berlín tenemos el problema de que contamos con muy poco espacio para construir, esto tiene que ver con la historia. Berlín, antes, era una ciudad muy pobre y tuvo que vender todos sus terrenos y obtener así dinero para sus arcas”, explican desde el SPD berlinés.
Su líder, Michael Müller, está al frente de una coalición de izquierdas junto al partido izquierdista Die Linke y los ecologistas de Los Verdes. En el SPD berlinés desearían que la capital germana pudiera recomprar ahora esos terrenos vendidos. “Lo queremos hacer, pero a un determinado precio”, dicen los socialdemócratas de la capital. Sus palabras evocan que ese valor que están dispuestos a pagar no es el que piden los dueños del suelo berlinés.
“Un paso en la buena dirección”
Saluda las nuevas medidas del Gobierno alemán Daniel Halmer, abogado y experto en defensa de los inquilinos. Pero lo hace con reticencias. “Las medidas de Barley van en la buena dirección pero no se ocupa de los grandes problemas”, sostiene Halmer. Él ha fundadowenigermiete.de, una start-up que ayuda a quienes alquilan bajar el precio de su alquiler. En su empresa utilizan el poder de la ley-freno a los precios de los alquileres.
Para Halmer resulta clave que, entre lo previsto por los nuevos cambios impulsados por Barley en la ley, siga sin existir un mecanismo sancionador. “Según la ley, si un propietario sube el precio, no será sancionado. Y si la justicia se pronuncia contra él [por un precio excesivo], el propietario sólo debe devolver el dinero. Esto lleva a pensar que los propietarios seguirán sin ajustarse a la ley”, explica Halmer.
Otro aspecto relevante de la ley es que tiene una vida útil limitada. Cuando entró en vigor en 2015 lo hizo por un tiempo limitado de cinco años. En 2020 dejará de aplicarse, salvo que haya una renovación, algo a lo que parecen reacios en la familia política de Merkel. Hay una negociación en curso. Por eso desde el SPD se promueve ahora a nivel nacional la idea de poner un “Stop” a los precios del alquiler.
En la sede central del partido socialdemócrata se mueven ya documentos sobre esta idea firmados por Andrea Nahles, la presidenta del partido. “Queremos un Stop a los alquileres, para romper la espiral de los precios”, se lee en la propuesta socialdemócrata. Halmer relativiza esas afirmaciones. “Creo que el SPD está pidiendo tanto para después conseguir un acuerdo con la CDU sobre la prolongación del freno a los precios del alquiler”, apunta Halmer.
Al margen de la temporalidad que restringe la acción de la ley-freno y de la ausencia en ella de mecanismo sancionadores, a lo que a Halmer más parece preocuparle es lo poco que se conoce esa disposición de protección de los inquilinos. “La gente no conoce la ley del freno de los alquileres, la gente no sabe cómo funciona ni sabe lo que es, hacen falta muchas más labores de pedagogía de parte del sector de la política”, dice este abogado.
A Irene, la joven sevillana que llegó hace un año a Berlín, le ha dado tiempo a hacer muchos amigos en la capital. Sin embargo, ella y sus amistades desconocen la existencia de la ley del freno a los precios del alquiler. “No me suena, la verdad, y eso que yo me junto aquí con mucha gente alemana”, afirma mientras apura su bebida y un cigarrillo en un bar del Kornerkiez, poco antes de volver a su piso compartido.