Europa quiere evitar que se vuelva a repetir, a medio plazo, un escenario de carestía de microchips como el que se vivió en los tiempos del parón económico que se produjo por culpa de las restricciones de la pandemia de COVID-19. Entonces, el mundo occidental, y muy particularmente Europa, se dio de bruces con la realidad.
Hubo que asumir las consecuencias de haber dejado que el 80% de los semiconductores se fabriquen en Asia. Hace tres décadas, un 20% de la producción de esos componentes procedía de fábricas asiáticas.
Para países como Alemania, la reciente carestía de microchips dejó muy tocada a la industria del automóvil. Este sector, entre fabricantes de vehículos, las empresas proveedoras y el comercio que lleva asociado, da trabajo a 1,6 millones de personas, según las estimaciones que hacen en IG-Metall, el mayor sindicato del metal teutón.
El sector del automóvil se encuentra en plena electrificación. Comparados con los coches de motor de combustión, los vehículos eléctricos necesitan más microchips.
Por eso el país del canciller Olaf Scholz se volcó con Intel cuando esta empresa estadounidense fabricante de chips anunciaba el año pasado su intención de construir una gran fábrica en la ciudad de Magdeburgo (este alemán). Valorado inicialmente en 17.000 millones de euros, este complejo de Intel, que puede llegar a albergar diez centros de producción aunque empezaría poniendo en marcha dos, daría trabajo a 3.000 personas. Más del doble trabajarían en su construcción. La obra estaría terminada en 2027, según el calendario del proyecto.
Uno de los factores que, sin duda, ha tenido que intervenir para que Intel se haya decidido a favor de Magdebeurgo es cómo Alemania ha aceptado rascarse el bolsillo a lo grande para ayudar a la empresa estadounidense. Nada menos que 6.800 millones de euros de dinero público alemán van a inyectarse en este proyecto.
Pero las cuentas de Intel, debido a la guerra de Rusia contra Ucrania y a la crisis energética derivada de la costosa escapada alemana de la dependencia teutona del gas natural ruso, han disparado los costes de las obras en Magdeburgo. El pasado mes de marzo, la agencia económica estadounidense Bloomberg daba cuenta de que Intel ha pasado a valorar los costes de su proyecto de ‘megafábrica’ alemana en casi unos 30.000 millones de euros.
Esa cantidad dista mucho de los 17.000 millones de euros de los que se hablaba en marzo de 2022, cuando se presentó el proyecto. A buen seguro, los números iniciales no contaban, por ejemplo, con el constante e importante alza de los precios que también se está cebando con la economía germana. En 2022, la inflación se mantuvo en un 7,9%, según datos de la Oficina Federal de Estadística (Destatis).
Intel saca las tijeras en 2023: plan de ahorro de 3.000 millones
A estos sobrecostes se añade una más que mejorable marcha de Intel. Según datos del portal de estadística internacional Statista, la empresa con sede en Santa Clara (California) vio reducirse en más de un 50% sus ganancias en 2022. El año pasado, Intel logró en beneficios casi 7.300 millones de euros. En este contexto, para 2023, Intel se ha puesto unos nada desdeñables objetivos de ahorro valorados en 3.000 millones de euros (2.725 millones de euros).
No es ajena Intel al mal momento de las grandes empresas tecnológicas estadounidenses. A finales de 2022, bastiones tecnológicos estadounidenses como Amazon o Microsoft habían dejado en la calle en pocos meses a 150.000 personas, según las cuentas que hacía a principios de año en sus páginas económicas el diario alemán Frakfurter Allgemeine Zeitung.
Ese periódico, como el resto de grandes cabeceras alemanas, sigue con especial atención qué puede pasar con Intel en Magdeburgo. Se supone que Alemania –y en parte Europa– está en manos de esta firma para ganar en autonomía tecnológica. Intel, según los planes que presentaba en marzo de 2022, tiene previstas para la próxima década unas inversiones en Europa valoradas en 80.000 millones de euros.
Ese dinero incluye la creación un centro de investigación en Francia, la modernización de su planta en Irlanda y levantar otro centro de producción en Italia, más el de Alemania. Sin embargo, el encarecimiento de los precios de energía y construcción ha contribuido a que se haya podido dudar del futuro de los proyectos italiano y alemán, según ha recogido Bloomberg.
Eso sí, en la última edición del elitista Foro Económico de Davos, Pat Gelsinger, CEO de Intel, trataba de acallar las dudas defendiendo en público el proyecto alemán. “El proyecto sigue adelante”, decía Gelsinger.
Más subvenciones sólo si hay más inversiones de la empresa
Ahora bien, al menos en Alemania, Intel puede contar con la disponibilidad de un aumento de las subvenciones. De esto mismo informaba esta semana el diario económico británico Financial Times.
Las subvenciones podrían llegar a ser de 10.000 millones de euros en vista del encarecido contexto económico con el que tiene que lidiar Intel en suelo germano. Ahora bien, ese apoyo se producirá “con la condición de que Intel invierta más”, según recoge el Financial Times. Es decir, que Scholz y compañía ayudarán más a Intel a levantar su ‘megafábrica’ de chips si la empresa estadounidense decide ampliar sus planes en suelo germano.
Los proyectos que presentaba Intel en marzo de 2022 ya habían dado lugar a que se hablara aquí de que estaba en marcha la aparición de una “Silicon-Sajonia”, término que alude a dos regiones. Por un lado, el bastión tecnológico estadounidense Silicon Valley y, por otro, Sajonia-Anhalt. Magdeburgo es la capital de ese Land alemán, otrora parte de la extinta República Democrática de Alemania (RDA).
La iniciativa de Intel, por mucho que cueste en subvenciones a Alemania, parece tener el visto bueno de la clase política teutona. “No es solo cuestión de que Alemania esté al día” tecnológicamente, “es cuestión de que lo esté Europa”, ha dicho el ministro de Economía de Sajonia-Anhalt, el democristiano Sven Schulze. Su estado federado también participa en el pago a las subvenciones a Intel, al igual que el Gobierno federal que dirige Scholz.
El ministro de Hacienda de Scholz, el liberal Christian Lindner, pese a que lleva tiempo invitando a sus compañeros en el Ejecutivo a recortar gasto allá donde puedan, tiene en la “digitalización” del país una de sus prioridades. Aunque resulte caro apoyar a Intel, parece improbable que políticos como Schulze, Lindner y Scholz den la espalda a esos chips estadounidenses.