El fichaje de Barroso por Goldman Sachs es solo un caso en la larga lista de puertas giratorias de Bruselas
El expresidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, ha sido el último en pasar por la puerta giratoria en Bruselas para desembarcar en el banco Goldman Sachs, pero está lejos de ser el primero. Apenas un año después de acabar la segunda legislatura del portugués, nueve de sus 26 comisarios trabajaban ya en grandes empresas u organizaciones ligadas a ellas, según un informe del Observatorio Europeo de las Corporaciones (CEO).
Durante los dieciocho meses siguientes a su salida los comisarios no pueden ejercer lobby ante las instituciones y deben informar a la Comisión de las ofertas de trabajo que piensen aceptar. Si esta cree que puede haber un conflicto de intereses debe pedir un dictamen al Comité de Ética antes de aprobar la incorporación. Pero en la práctica la mayoría reciben luz verde directamente de sus sucesores: de las 98 propuestas aceptadas entre noviembre de 2014 y el mismo mes de 2015 solo 37 fueron estudiadas por el Comité de Ética, según CEO.
Entre los excomisarios bien colocados destaca el caso de Neelie Kroes, extitular de Agenda Digital y Competencia que ya trabaja como consejera para Bank of América Merril Lynch, la segunda corporación bancaria más grande de Estados Unidos. En mayo de este mismo año fichó por la compañía de transporte privado Uber, a la que había defendido fervientemente aún en el cargo. Cuando el gobierno belga quiso prohibirla en Bruselas, Kroes les acusó de “defender a un cártel de taxistas”.
Al sector de las finanzas se ha pasado también el excomisario de Comercio, Karel De Gucht, quien lideró el inicio de las negociaciones del TTIP con Estados Unidos. Es miembro de los consejos de administración de las empresas de inversión Merit Capital y CVC Capital Partners, así como del principal operador de telecomunicaciones de Bélgica, Belgacom. El sector de las telecomunicaciones fue el tercero que más presión ejerció en las negociaciones del TTIP durante el mandato de De Gucht, según datos de CEO, que se dedica al escrutinio de la actividad corporativa en Bruselas.
Por su parte, Vivian Reding compagina su escaño en el Parlamento Europeo con su labor como miembro de la junta directiva de la compañía minera Nyrstar I y de la tecnológica Afga Gevaert. También es administradora de la Fundación Bertelsmann, principal accionista del gigante mediático del mismo nombre, un cargo que pese a estar relacionado con su cartera –Sociedad de la Información y Medios– fue autorizado por el Comité de Ética.
El español Joaquín Almunia, responsable de Competencia entre 2010 y 2014, recibió en abril el beneplácito para entrar en el comité científico de la Fundación Aristedi Merloni –ligada al grupo Ariston– y ha colaborado en un informe sobre la Unión de la Energía encargado por Enel. Ambas empresas son multinacionales energéticas italianas.
El papel del comité de ética
En la gran mayoría de estos y otros casos la Comisión Juncker, con o sin el aval previo del Comité de Ética, aprobó las incorporaciones y se limitó a recordar a sus predecesores el deber de no interceder por sus nuevos empleadores en 18 meses. Solo en tres casos la opinión del Comité de Ética llevó a la retirada de la propuesta en cuestión.
Las grandes compañías gastan millones de euros al año para influir en las políticas diseñadas por las instituciones, desde el medio millón de euros en lobby de Uber, hasta los más de dos millones de Enel, pasando por el millón y medio de Merrill Lynch en 2015. Así las cosas, a los comisarios, con amplia experiencia y una nutrida agenda de contactos, no les resulta difícil recolocarse.
En total, en su primer año fuera del cargo, los 26 comisarios de la última legislatura asumieron un total de 117 roles entre puestos en el sector privado, grupos de presión, autoridades estatales o instituciones educativas, entre otros.
Pero el fichaje de Barroso, aunque perfectamente legal, es el que ha levantado más ampollas en la Unión por lo simbólico del traspaso: el portugués estuvo al mando del Ejecutivo entre 2004 y 2014 y lideró la gestión de la crisis de financiera; en ese periodo Goldman Sachs jugó un rol crucial en su origen, siendo el epicentro de la crisis de las hipotecas basura y maquillando las cifras de la deuda griega. Barroso será ahora presidente no ejecutivo del banco de inversión y le asesorará sobre la salida de Reino Unido de la UE tras la victoria del Brexit.
Eurodiputados, funcionarios comunitarios y políticos de los Veintiocho han criticado con dureza una contratación que, más allá del potencial conflicto de intereses, refuerza la imagen de unas instituciones estrechamente ligadas a los gigantes financieros.
El gobierno francés ha instado a Barroso a rechazar el puesto. “Jurídicamente es posible, pero moralmente es inaceptable”, ha dicho el presidente François Hollande, el cargo más alto que se ha pronunciado al respecto. La Defensora del Pueblo Europeo, Emily O’Reilly, ha pedido a la CE que endurezca su código de conducta, recordando que la simple adhesión a las reglas no les exime de su deber de “integridad” a la hora de aceptar ciertos cargos.
Los socialistas franceses en la Eurocámara quieren que se extienda a 5 años el periodo de “enfriamiento”, que la CE cancele la pensión por jubilación de Barroso –de unos 18.000 euros mensuales- y que lleve un registro público de su actividad como lobista.
Pese a que el caso Barroso ha reavivado el escándalo, muchos de sus colegas dieron el salto al sector privado antes que él. Los que fueran principales ejecutores de la política comunitaria se han incorporado a grandes empresas del sector financiero, energético, tecnológico o de la comunicación.