Los beneficiados por los aumentos del salario mínimo: “Nos permite no renunciar a lo básico”
Los cinco años de mejora de los sueldos más bajos por parte del Gobierno de coalición progresista no han inaugurado una etapa de lujos, pero los favorecidos reconocen que han logrado ser “un poco menos precarios”
La calculadora de Carmelo Conde, trabajador de una planta de envasado de cítricos en El Campillo (Huelva), señala que cuando entre en vigor la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) anunciada esta semana por el Gobierno, pasará a cobrar 55 euros al día. Son, según explica, 13 euros más por seis horas y media de jornada laboral de los que cobraba en 2018, antes de la histórica sucesión de ascensos aprobados por la coalición de PSOE y Unidas Podemos. El importe se sitúa ahora en 1.080 euros brutos al mes, lo que representa un alza de más del 46%. Traducido al día a día, la soga al cuello de Carmelo aprieta un poco menos.
Conde tiene una jornada laboral de seis horas y media en una empresa de un sector en el que la negociación colectiva apenas permite a los empleados mejorar sus condiciones por encima del mínimo legal. Tras 25 años en la compañía, no recuerda más subidas de sueldo que las acordadas en el Consejo de Ministros. “Es un sector que siempre está con sueldos muy bajos. Estas subidas nos vienen bastante bien”, celebra.
Estos cinco años de mejora no han inaugurado una etapa de lujos y holganza. Lo que ha conseguido es ser “un poco menos precario”, explica por teléfono. Por ejemplo: en 2020 cambió de coche, tras 15 años, porque por fin el banco consideró que ganaba lo suficiente como para abonar las letras. “Estas subidas son necesarias; es que, si no, no llegamos”, insiste. Con la inflación de los últimos meses, el alza del SMI lo que le permite es “no renunciar a lo básico”. “Estás siempre expectante ante las noticias”, señala.
La subida del Salario beneficiará a alrededor de 2,5 millones de personas, según los cálculos de los sindicatos. Un informe de CCOO especifica que el incremento beneficiará especialmente a las mujeres, un colectivo que cobra más este sueldo (un 58% son mujeres frente al 42% de hombres), de manera que su incremento reducirá la brecha salarial. Por regiones, donde se notará más el impacto de la subida será en Extremadura, donde el 22% de los empleados cobra el SMI, seguida de Murcia (22,2%) y Canarias (20,6%), según CCOO. Este sindicato también señala a los trabajadores que no están bajo el paraguas de un convenio colectivo como beneficiados, ya que suele ser un grupo de empleados que están más expuestos a cobrar solo el salario mínimo.
Subidas neutralizadas
Lo que más echa de menos Pablo Ostolaza es viajar. “He estado en Latinoamérica, en África”, recuerda. Pero ya hace años que no se mueve de Madrid porque los gastos surgen por todas partes. El seguro de la vivienda que comparte con su madre en el barrio de Carabanchel le ha salido este año por 300 euros. Un roto, cuando se cobra el salario mínimo.
Ostolaza es delegado sindical por UGT del Grupo Sicor, una empresa auxiliar de El Corte Inglés. Tiene 40 años y lleva trabajando allí la mitad de ese tiempo. Su sueldo lleva sin aumentar desde 2012. Las sucesivas subidas del salario mínimo han supuesto, en esta década transcurrida, que las ventajas del convenio colectivo se fuesen neutralizando a través de la cláusula de absorción y compensación del Estatuto de los Trabajadores. En consecuencia, los complementos que cobraba por vestuario y transporte se han diluido.
Las subidas del SMI le permiten a Ostolaza compensar “un poco” el incremento de la factura de la luz, del alquiler o de la comida. “La inflación nos está matando a la clase trabajadora”, lamenta. Para que la subida del sueldo legal realmente supusiese una mejora, esta tendría que ser “todos los años del 8%, como poco”, calcula.
Sueldo mínimo en la despensa vecinal
Adriana Pop se vio con el agua al cuello en 2020, cuando se decretó el confinamiento por la COVID. Madre soltera de una hija de siete años, el sueldo de vigilante de seguridad no cubría lo necesario, y sus problemas de espalda no le permitían trabajar con plenitud. En la despensa vecinal del barrio de Entrevías encontró un alivio y aportó su capacidad de organización. Allí sigue colaborando hoy, a sus 42 años.
La inflación ha hecho que familias que habían recuperado el aliento y vuelto al trabajo, tengan que recurrir de nuevo a las redes de apoyo vecinal. “Estábamos atendiendo a 40 familias y ahora volvemos a estar en 70”, cuenta
Pop cobraba 40 euros más que el salario mínimo hasta la última subida, que ha anulado las ventajas del convenio colectivo. “Con 1.000 euros, ¿qué haces?”, pregunta. Compañeros suyos mejoran sus sueldos acumulando horas extra, o en segundos trabajos, pero a ella no le da tiempo. “Si busco un segundo empleo, ¿quién se queda con la niña? ¿O cómo le pago? No es viable”, opone.
En lo que va de invierno, se limita a encender el radiador en la cocina y en la habitación de la niña, unos minutos el del baño antes de la ducha. Con la subida, quizás las pueda alargar un poco, pero no se hace ilusiones: “Ha subido la luz, el gas, la comida. ¿Pagamos las facturas o comemos?”.
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