Llegó para lidiar con una grave crisis y se quedó 22 años. Su sempiterna barba, sus gafas y su semblante campechano y sencillo bien podrían ser, a día de hoy, parte del logo de UGT. Cándido Méndez deja el liderazgo del sindicato con 64 años, un liderazgo que estrenó en 1994 y que heredó de Nicolás Redondo.
Méndez aterrizó en la secretaria general de UGT en pleno escándalo de la cooperativa Promoción Social de Viviendas (PSV), que dejó a 20.000 cooperativistas sin ahorros. Y se va después de que de la gran recesión haya golpeado con dureza el mercado de trabajo, los derechos laborales, y, de paso, la credibilidad y el poder de los sindicatos.
De no ser por esta gran recesión, sus 22 años de mandato hubieran sido quizá algunos menos. Su retirada le rondaba la cabeza hace algunos años, pero la falta clara de sucesores en una UGT acomodada a su liderazgo y la llegada de la crisis hicieron que su mandato se alargara.
Fueron precisamente los recortes llevados a cabo por el Gobierno de Zapatero en 2010, reforma laboral incluida, los que hicieron que UGT convocara, junto con CCOO, una huelga general a su partido hermano, recordando la experiencia de las duras huelgas generales convocadas en los ochenta al 'obrero' Felipe González. Fue el primero de los tres paros generales convocados por las centrales mayoritarias durante la crisis. El primer desencuentro grave del sindicato con el líder socialista que se había prodigado en gestos con la UGT durante su primer mandato y que elegía el encuentro sindical de Rodiezmo para inaugurar el curso socialista.
En los últimos años, el sindicato dirigido por Méndez ha perdido a cerca de 200.000 afiliados y se ha sumido en un debate interno sobre cómo adaptarse a los cambios del mercado de trabajo. Adelgazar la estructura, abrirse a los afiliados, o llegar a las medianas y pequeñas empresas son algunos de los retos que UGT aún está poniendo en marcha.
Crisis de credibilidad
Varios escándalos de corrupción también les han apretado las clavijas y, de paso, han sumido al sindicato en una crisis de credibilidad. Es el caso de los ERE de Andalucía y las dudas sobre la gestión de las ayudas a la formación, o el caso de las 'tarjetas black', que forzó la dimisión del hasta entonces secretario general de UGT en Madrid, José Ricardo Martínez.
Sin embargo, el golpe más duro para Méndez, como él mismo ha reconocido, fue la investigación que la Fiscalía Anticorrupción abrió al histórico líder minero José Ángel Fernández Villa, que destapó El País. La investigación se produjo después de que Vila se acogiera a la amnistía fiscal aprobada por el Gobierno de Rajoy: el sindicalista había ocultado 1,4 millones de euros a Hacienda. El sindicato le expulsó al conocer la noticia.
Es difícil imaginar el futuro de Cándido Méndez fuera de UGT, pero el hasta ahora secretario general ha asegurado que desea volver al anonimato y que no quiere convertirse en una sombra incómoda para el sindicato. Probablemente, Méndez se dedique con más ahínco aún a sus conocidas caminatas. De su casa a la sede del sindicato en la madrileña calle Hortaleza, por el paseo del Prado o la cuesta de Moyano, con un podómetro en el bolsillo con el que mide religiosamente sus pasos.
Pero, después de 22 años y con ausencia de claros sucesores hasta prácticamente el último momento, es también complicado imaginar el futuro de UGT sin Cándido Méndez. Será el nuevo secretario general electo el que tendrá que encargarse de construir una UGT sin él. Por delante, recuperar la credibilidad, atraer a los jóvenes, mejorar la gestión, incorporar a las mujeres al aparato de la lucha obrera y adaptarse a las nuevas formas de trabajo. También rehabilitar su relación con el PSOE, distanciados tras el desengaño de la crisis y un nuevo equipo de Ferraz alejado del sindicato.
Se va Cándido. Se queda una UGT llena de retos.