Un siglo convirtiendo el agua en luz. La central hidroeléctrica de La Malva, en Somiedo (Asturias), ha cumplido un siglo, lo que marca los cien años de industrialización y modernización en el principado. La central permitió que la región se colocase a la cabeza en plena revolución industrial, al acercar la electricidad a sus principales ciudades –como Oviedo y Gijón– y a un buen número de fábricas. También marcó un antes y un después para los habitantes de Somiedo, el lugar que la vio nacer. Un territorio inexplorado hace un siglo convertido hoy en parque natural.
Cien años después, la central que dio origen a Hidroeléctrica del Cantábrico, ahora propiedad de la portuguesa EDP, amplía sus usos al de polo de atracción turística. Dentro del catálogo de patrimonio industrial con el que cuenta Asturias, y con el que quiere atraer un nuevo tipo de turistas, abrirá sus puertas a visitantes. Para ello, se ha habilitado una sala de exposiciones en las antiguas viviendas de trabajadores, donde se cuenta su origen.
Para culminar su construcción se tuvo que construir la carretera a Somiedo, un abrupto territorio, rico en agua y naturaleza, situado a 1.500 metros sobre el nivel del mar y en uno de los lugares más recónditos de la ya inaccesible Asturias. La planta llegó a dar trabajo a 40 familias, cuyo modo de vida era la agricultura y la ganadería, y dotó de nuevos recursos económicos a la zona. La primera mujer que trabajó en una planta hidroeléctrica lo hizo en esta de La Malva.
Un revulsivo para este territorio tan próximo al corazón de Asturias y tan aislado geográficamente. Testigos directos de la importancia de esta eléctrica, que permitió llevar la luz a las ciudades o dotar de energía a las principales industrias de la región, como la Fábrica de Armas de Trubia, son Juan Antonio Sánchez y Jorge Marrón, encargados en la actualidad del mantenimiento de la instalación y tercera generación en La Malva.
Sus padres, José Antonio Sánchez y Domingo Marrón, trabajaron en la central 44 años. Uno de ellos recuerda todavía cómo su padre subía en borrico hasta allí, “antes incluso de que la planta existiese como tal”, dice. Ahora es su hijo, Jorge, el que se encarga de su mantenimiento. Asegura que le gustaría “que esto siga teniendo vida” y ver a su hijo, todavía de corta edad, “trabajando también en ella”. Sería la cuarta generación en la central. Curiosidades del destino, padres e hijos comenzaron a trabajar el mismo día en la planta.
Estas dos familias, testigos directos del aporte económico que esta infraestructura supuso para el lugar, coinciden en que la central “trajo la riqueza a esta zona que vivía malamente. Todo lo que digamos de ella es poco. El agua nos dio trabajo y trajo dinero y modernidad”. En Somiedo viven actualmente 1.300 habitantes y junto con la agricultura y la ganadería el turismo es una de sus principales fuentes de ingresos. En estos montes, además, tiene su cuna la ruta de la trashumancia. De los altos de estas montañas descendían los rebaños de ovejas cada otoño rumbo al sur, a climas más benignos.
Una de las claves que hizo que la planta formara parte indispensable de la sociedad fue festejar cada año una gran romería, “la fiesta de la central”. Algunos de estos carteles festivos se integran ahora en la historia viva de esta fábrica. “¡Qué fiestas! No hay vecino en el pueblo que no guarde recuerdos de la verbena”, comentan algunos con nostalgia. Las aportaciones permitieron también la construcción de la primera escuela.
Nuevos tiempos, nuevos usos
Rico en agua, sombrío y destemplado, Somiedo se convirtió en un territorio privilegiado para la época, ya que gozó de lujos impropios para sus características: agua potable, inodoro o luz eléctrica. Sus lagos se han convertido en reclamo turístico y lo que antaño fueron obstáculos para su desarrollo, su flora y fauna salvaje, son hoy muy apreciados por los visitantes. Nuevos usos para nuevos tiempos.
Antiguamente, avistar un ejemplar de oso pardo se veía como un peligro y hoy se paga por poder ver uno. Y en esta zona no es difícil. En los últimos años, estos operarios de La Malva dicen haberlos divisado en varias ocasiones: “Ahí mismo, detrás de esos árboles, y cuando nos acercamos para fotografiarlo, desapareció”. La planta está en medio de un parque natural, Reserva de la Biosfera por la Unesco desde el año 2000.
Lejos de extinguirse, “la luz” de La Malva seguirá brillando. La central sigue en funcionamiento, produciendo un 4% de la energía de EDP. Actividad que compaginará con visitas guiadas al edificio, muy demandado por la riqueza que atesoran estas instalaciones. Los propios empleados de la compañía, con recreaciones de la época, explican lo que supuso la central.
Las visitas a la central y a la exposición del centenario se gestionarán dentro del programa de visitas de la Fundación EDP. Las solicitudes se realizan a través de la página web de la compañía. El primer visitante fue el Rey Felipe VI, que participó junto a Antonio Mexia, máximo responsable de EDP, entre otras autoridades, en los actos conmemorativos de la planta y accionó el arranque simbólico del grupo 2 desde el pupitre de control original que se mantiene en la sala de máquinas.
El edificio
De construcción regia, su estampa muestra un aspecto de conservación más que aceptable en su centenario. Su estructura está levantada sobre roca. Los muros exteriores de mampostería siguen el modelo arquitectónico industrial de la Inglaterra de principios del siglo XX, como sucedió con otras construcciones industriales del Norte de España.
La central se proyectó entre 1912 y 1913, si bien en 1907 comienza a estudiarse la posibilidad de aprovechar los ríos y lagos somedanos para la generación eléctrica. Policarpo Herrero y José Tartiere fueron los artífices del proyecto, dos visionarios asturianos que ven el potencial hidroeléctrico de la región. Su construcción se enmarca en un contexto en el que Asturias demanda más energía, al tiempo que se espera un fuerte crecimiento industrial. Para conseguirlo, cuentan con el ingeniero Narciso Hernández Vaquero, con quien ya habían alcanzado éxitos como el primer abastecimiento de agua potable para Oviedo.
En sus primeros cien años, La Malva ha generado más de 3 millones de megavatios hora. Su producción media anual, 35.000 MWh, se traduce en el consumo de 10.000 hogares. La sala de control integra actualmente la tecnología más moderna en una instalación centenaria.