Bruselas tiene nueve días para aprobar el CETA... que los irreductibles valones quieren hundir
La región belga de Valonia ha conseguido retrasar la firma del acuerdo entre la UE y Canadá. El veto que su parlamento impuso la semana pasada al CETA ha impedido que los ministros de Exteriores comunitarios pudieran dar luz verde este martes al pacto y obliga a la Comisión Europea a seguir negociando a contrarreloj para encontrar una solución antes del 27 de octubre.
El primer ministro de canadiense, Justin Trudeau, tiene previsto viajar a Bruselas ese día para aprobar el acuerdo con los Veintiocho.
La economía valona ha ido perdiendo peso desde mediados del siglo pasado, cuando empezaron a cerrarse las minas de carbón. Sufrió con la crisis de los 80 y ahora se ha visto golpeada por la Gran Recesión. En septiembre, la empresa estadounidense Caterpillar anunció el cierre de su única fábrica en Bélgica, dejando a 2.000 personas sin empleo.
En mitad de este contexto, la región teme que el CETA suponga un deterioro de los derechos sociales y laborales de los ciudadanos y la semana pasada aprovechó sus competencias en política exterior para prohibir al gobierno belga estampar su firma en el texto, junto al resto de socios europeos.
El miedo se debe, sobre todo, al mecanismo que prevé el acuerdo para solucionar los conflictos de intereses entre las empresas y los Estados. En unas cortes de arbitraje ajenas a los tribunales ordinarios de cada país, las compañías podrán denunciar leyes que vayan en contra de sus intereses. El Parlamento valón exige garantías a Bruselas para que las multinacionales no puedan frenar la mejora de los estándares laborales.
La Comisión Europea intensificó este fin de semana los contactos con el Gobierno belga para llegar a un acuerdo y está dispuesta a incluir en un anexo al texto una declaración interpretativa con carácter jurídico que tenga en cuenta las demandas valonas.
Pero a falta de nueve días para que se celebre la cumbre entre la UE y Canadá para firmar el pacto, el ministro presidente valón, Paul Magnette, pide tiempo para estudiar la propuesta de Bruselas y denuncia haber recibido estos días “amenazas sin disimulo” para que dé su brazo a torcer. El primer ministro de Canadá y el presidente francés, François Hollande, han sido dos de los mandatarios que le han presionado en las últimas horas.
Desde que en 2014 terminaron las negociaciones sobre el CETA, iniciadas en 2009, Bruselas ha sido capaz de salvar las reticencias que han ido planteando países como Alemania o Austria, pero se ha encallado con Bélgica. No obstante, la comisaria de Comercio, Cecilia Malmström, es “optimista” y cree que “la semana que viene podremos firmar el acuerdo con el gobierno de Canadá”.
El CETA será sin duda uno de los principales puntos en la cumbre que los líderes europeos celebrarán en Bruselas el jueves y el viernes. “Aun queda trabajo por hacer, pero espero que podamos avanzar”, ha dicho el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk.
Con el TTIP (el Tratado de Libre Comercio entre la UE y Estados Unidos) en punto muerto tras las reticencias que han planteado Alemania y Francia (ambos países celebran elecciones el año que viene), Bruselas quiere salvar a toda costa el CETA. Si fracasa, las nuevas competencias que la Comisión Europea ha adquirido para negociar tratados de libre comercio en nombre de los Veintiocho quedarán en entredicho.
“Sería una situación muy difícil para la UE”, ha dicho Malmström, “porque si no somos capaces de firmar un muy buen acuerdo con un país como Canadá, uno de nuestros mejores aliados, uno de los países más democráticos del mundo, con un Gobierno progresista y proeuropeo, el resto del mundo se preguntará si Europa es un socio fiable”.
Estos temores permanecerán aunque el 27 de octubre Bruselas y Ottawa logren firmar el acuerdo. El Parlamento Europeo debe dar su visto bueno (algo que se da por hecho) y posteriormente debe ser ratificado por diversos parlamentos nacionales. A la espera de este trámite, el CETA se aplicará sólo de forma parcial.