El consumo de las familias resiste el golpe de la inflación por el ahorro y la fortaleza del mercado laboral

Daniel Yebra

13 de octubre de 2022 22:17 h

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Un 40% de las familias españolas encuestadas por el Banco de España justo antes del verano esperaban dedicar una cantidad importante de dinero a vacaciones durante el año siguiente, un máximo desde marzo de 2020, incluso por encima de la expectativa previa a la invasión rusa de Ucrania, a finales de febrero. Desde esa misma referencia, y como reflejo de la misma resistencia al golpe de la inflación desbocada, a la crisis energética y de la incertidumbre por la guerra, apenas habían variado las expectativas de gastar en un coche (cerca del 10%) o en vivienda (5% aproximadamente). Sí caía notablemente, del 30% de abril de 2020 al 20% del último sondeo, la proyección de comprar artículos del hogar, aunque esta reducción es consecuencia del fin de las restricciones por la pandemia y de la menor proporción de teletrabajo y del tiempo de permanencia dentro de las casas.

En una encuesta más reciente del Banco Central Europeo (BCE), de agosto, las familias españolas aparecen como las que conservan la esperanza de una mayor mejora de sus ingresos reales (restando el daño de la inflación) en el próximo año, algo más de un 2%, en línea con los últimos meses. Este mismo sondeo muestra que nuestro país y Bélgica son las economías donde los hogares esperan incrementar más el gasto en el mismo periodo, casi un 8% (aquí sí, con el efecto de las subidas de precios).

Hay más datos que recogen este optimismo en España, y otros que, inevitablemente, lo matizan. Pero sin duda es revelador que tanto en la previsión de crecimiento económico para 2023 más optimista del Gobierno —2,1% para el Producto interior bruto (PIB)— como en las más pesimistas del Banco de España —1,4%— o del Fondo Monetario Internacional (FMI) —1,2%— coincide la confianza en que aumentará el gasto de las familias pese a la asfixiante inflación. El Ejecutivo lanza una subida del 1,3%, y el FMI de hasta el 1,7%.

Incluso BBVA, que apenas prevé un crecimiento de la actividad del 1% el próximo año, estima un incremento del consumo privado de casi el 1%. “La inflación elevada, sin llegar a ser galopante, es decir, tasas de crecimiento de los precios entre 5% y 10%, no está claramente catalogada como beneficiosa o negativa en términos de consumo. Aunque la mayoría de estudios suelen indicar que sus efectos son negativos o nulos, es decir, nunca positivos”, reflexiona el investigador Víctor Gómez Blanco.

Uno de los equipos de análisis que se desmarca de estas perspectivas positivas es el de Caixabank Research, que proyecta una contracción del 0,7% del gasto de los hogares en 2023. Sin embargo, en el último monitor de consumo de este banco (mide el uso de tarjetas de débito y de crédito cada mes) se observa un 15% de crecimiento en el tercer trimestre de este año respecto al mismo periodo de 2019. Una cifra que, “debido a que la inflación ha ido en aumento, apunta a ya a un debilitamiento del consumo en términos reales”, respecto al 14% del segundo trimestre, según defienden desde la entidad.

El Banco de España también recoge una caída de la confianza de los consumidores durante los últimos meses. Y observa una clara diferencia entre el gasto en hostelería, que en este primer verano sin restricciones por la COVID desde 2019 ha recuperado todo lo perdido, y las matriculaciones de vehículos, que están en claro retroceso, una señal histórica de recesión.

“Más que quedarme con el dato del 1,3% de aumento de consumo privado para 2023 previsto por el Gobierno y el Banco de España este mes, me parece muy significativa la profunda revisión que se ha hecho del dato que proyectaron en junio. Las perspectivas económicas europeas continúan deteriorándose sin que se vislumbre un cambio de ciclo próximo. Dados los números industriales en Europa y la debilidad del euro, lo más plausible es que se continúen revisando las proyecciones a la baja. Destaca por ejemplo el indicador de consumo aparente de cemento en la construcción (indicador que destaca por su anticipación al ciclo económico futuro)”, apunta Laura Maravall, profesora de Economía de la Universidad de Alcalá.

Fortaleza del mercado laboral

En esta última línea, la AIRef (Autoridad independiente de responsabilidad fiscal), señaló la semana pasada que, “pese al comportamiento favorable del empleo, el deterioro en la capacidad de compra que están registrando los hogares españoles como consecuencia de la caída de los salarios reales es elevado. En el primer semestre de 2022 se ha producido una contracción de la remuneración por asalariado real [con el efecto de la inflación] próxima al 6%, superando así la contracción observada en el cuarto trimestre de 2012, del 5,2%”.

En términos coloquiales, la resistencia del consumo de las familias se podría describir entonces como heroica. Pero la propia AIReF recalca el primer factor clave: “la fortaleza del mercado laboral”. “Se ha reducido fuertemente la tasa de paro, y han aumentado los asalariados con contratos indefinidos, y la activación de determinadas decisiones de consumo que fueron prorrogadas durante los primeros años de la pandemia (2020 y primeros meses de 2021) han tendido a incrementar el consumo agregado”, admite el economista Víctor Gómez.

El Gobierno defiende este argumento con uñas y dientes. Habrá “casi” 21 millones de ocupados en 2023, aseguró la vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, el pasado martes, en la rueda de prensa tras el Consejo de Ministros en el que se aprobó el proyecto de Presupuestos. Esto implica la creación de algo menos de un millón de puestos de trabajo pese a que uno de los sectores más importantes, como es el turismo, ya roza las cifras récord de 2019, según admitió la propia Calviño. El optimismo del Gobierno se asienta “en la reforma laboral”.

Trabajadores más empobrecidos por las subidas de precios, pero más trabajadores. Hasta el FMI proyecta que el desempleo seguirá cayendo hasta el 12,3%, en línea con el Ejecutivo. Y, además, algunas familias, principalmente las de mayor renta, disfrutan de buenas condiciones de ahorro —de media sigue por encima del nivel pre pandemia— y de endeudamiento, pese al daño de la inflación y al incremento de los tipos de interés de referencia que han decidido los bancos centrales para combatirla.

Por su parte, Miguel Cardoso, economista jefe para España de BBVA Research, destaca que la inflación se moderará en los próximos meses, “como ya se está viendo en la caída de las carburantes, del gas o en la mejora de los cuellos de botella en el comercio mundial”.

La bolsa de ahorro

Estos son otros factores clave para confiar el la resistencia del consumo en 2023. “La justificación más importante es la bolsa de ahorro que acumularon las familias en la pandemia”, continúa Miguel Cardoso. Y “aunque se está encareciendo la financiación, ha habido un proceso de desapalancamiento importante en los últimos años, un 30% de los créditos son a tipo fijo, y la vida de la deuda es larga (no se están produciendo una gran proporción de refinanciaciones a corto plazo), por lo que los aumentos de los tipos de interés afectan menos”, añade el experto.

Eso sí, existe mucha heterogeneidad según el nivel de renta de las familias. “La situación financiera es mejor para los hogares de ingresos altos, que además pudieron ahorrar más, así como para los mayores, sobre todo los que son propietarios o que tienen activos financieros, respecto a los jóvenes”, reconoce.

En heterogeneidad incide la investigadora Laura Maravall, quien señala que “desde el inicio de la guerra de Ucrania han caído las expectativas de gasto de las familias con menores ingresos, mientras que las familias con mayores recursos sí tienen expectativas de mantener (o incluso de continuar aumentando su consumo)”.

Las medidas de choque

Por otro lado, el Banco de España destaca que, por ejemplo, el consumo de electricidad y de carburantes se ha reducido menos de lo que dicen los modelos teóricos que lo debería haber hecho, lo que podría venir explicado por diversos factores. “Entre ellos, quizás, la expectativa por parte de los agentes —hogares y empresas— de que los cambios observados en los precios serían temporales, el hecho de que haya habido algunas medidas compensatorias por el lado de las rentas para los colectivos más vulnerables, o la disponibilidad de una importante bolsa de ahorro acumulada durante la fase de mayor incidencia de la pandemia”, enumeran desde la institución.

El Gobierno viene insistiendo que el impacto de la inflación en España se ha conseguido moderar con los tres paquetes de medidas aprobados hasta el momento. Y los sindicatos insisten en que hay que reactivar la negociación de subidas salariales, para que, al igual que los pensionistas no perderán poder adquisitivo o que los funcionarios han firmado un marco plurianual de incrementos de los sueldos, también queden protegidos los trabajadores del sector privado.

Volviendo a la tasa de ahorro, se situó en el 8,5% de la renta bruta disponible (dato estanco, corregido por estacionalidad), en el segundo trimestre. “Se trata de un registro más bajo que el del trimestre anterior (10,3%) y algo superior a los niveles pre pandemia (7,4% en el promedio de los segundos trimestre entre 2015 y 2019)”, apuntan los expertos de Caixabank.

La mayor amenaza para este ahorro es que “el miedo a que los agentes [empresas y también trabajadores] acoplen sus expectativas de inflación [al alza] está llevando a una subida generalizada de los tipos de interés de los bancos centrales que reduce en mayor medida el consumo e la inversión y lastra los mercados financieros minorando la riqueza de las familias”, explica Víctor Gómez.

Y en el caso del Banco Central Europeo (BCE), “es importante tener en cuenta que la subida de tipos de la Reserva Federal obliga en gran medida a que el resto de bancos centrales eleven sus tipos de referencia debido a la salida de capitales que se produciría en caso contrario, depreciando aún más el resto de monedas respecto al dólar y encareciendo las importaciones de petróleo y resto de materias primas”, concluye el economista.

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