“La primera crisis energética global ya está aquí, es auténtica y de consecuencias inciertas”. Son las palabras de Fatih Birol, director ejecutivo de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) en una reciente conferencia en Singapur, donde reconoció que la guerra de Ucrania y sus secuelas han creado convulsiones geopolíticas, volatilidad en los mercados y espirales inflacionistas sin precedentes en cuatro décadas. En definitiva, el impulso para otra recesión mundial; sincronizada, como la del 2008 entre las potencias del G-7, y de repercusión global, similar a la de 2020, por la hibernación de las economías tras la Covid-19 y sus confinamientos sociales para frenar la emergencia sanitaria.
Birol –con notable ascendencia sobre los mercados energéticos– criticó las restricciones financieras creadas por los bancos centrales, que “deterioran los activos bursátiles” y han azuzado el mercado del Gas Natural Licuado (GNL), hasta el punto de propiciar el recorte de producción en ciernes de la OPEP + –en vigor a partir de noviembre–. Este recorte, a su juicio, no se justifica con la evolución de una demanda de crudo y gas ajustada a los niveles previstos para este año. La retirada de 2 millones de barriles diarios –admite– “es una decisión arriesgada”. La crítica está en sintonía con la queja que el presidente americano, Joe Biden, que arremetió contra el cártel petrolero por su acción deliberadamente geopolítica y de afinidad a los intereses de Rusia.
El diagnóstico de Birol deja un séquito de adeptos, tanto en las esferas multilaterales como entre los analistas del mercado, sobre el origen de la recesión: una crisis energética que ha espoleado una inflación con espíritu indomable. Todos ellos asumen la contracción como inevitable, aunque difieren sobre sus manifestaciones, su duración o sus secuelas en el consumo, en las bolsas o en el comportamiento del empleo.
Jamie Dimon, CEO de JP Morgan Chase, recomienda a sus clientes que “permanezca amarrados” porque empieza una “tormenta huracanada” de mayor intensidad que la que presagió en junio. Dimon plantea que EEUU tiene menos de un 10% de opciones de eludir la recesión. El consejero delegado de JP Morgan hizo estas declaraciones en clara alusión a la resistencia de la National Bureau of Economic Research (NBER) a confirmar el receso por el pulso que aún mantiene el empleo. La realidad es que EEUU ya está en recesión técnica por los números rojos en los que ha incurrido el PIB entre enero y junio.
Dimon cree que las perspectivas “podrían llegar a ser aún peores”. Con este aviso coincide Carl Icahn, el milmillonario dueño del conglomerado de inversiones que lleva su apellido, para quien la espiral inflacionista “es terrible y, de momento, no parece tener cura” debido a una política monetaria “caótica”, que ha pasado de generar estímulos de compra de deuda y activos y tipos próximos a cero a una súbita restricción financiera que ha hecho tambalearse a los mercados. Icahn es de los que piensan que “lo peor, está por llegar”. Mientras, Ken Griffin, CEO de Citadel, incide en que “más que el cuándo” se entra en recesión lo que importa es el “cuán dura va a ser”. “Francamente, no invita al optimismo”, añade el directivo de Citadel, porque el “componente psicológico de las alzas de los precios y de una segunda recesión en tan escaso espacio de tiempo” no son positivos; en especial, para aquéllos que piensan que el sueño americano ya ha concluido.
Nouriel Roubini, el conocido como Doctor Catástrofe -Míster Doom- por haber anticipado el credit crunch de 2008, precisa que la interrupción del ciclo post-Covid será “severa, larga y fea”, con un aterrizaje forzoso del 40% del S&P 500 y “numerosas empresas, familias, bancos y países zombis que dejarán al desnudo sus finanzas y se declararán más tarde o temprano en default”.
La directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, enfatiza que cientos de millones de personas “deberán abrocharse el cinturón” hasta que los precios “estén bajo control”, los tipos de interés “abandonen su escalada” y los bancos centrales contribuyan otra vez a insuflar dinamismo a sus economías. “Estamos sometidos a múltiples shocks; entre otros, una guerra sin sentido, que han cambiado la pintura económica completamente”, afirmaba a Bloomberg. Para David Malpass, presidente del Banco Mundial, se aproxima una “tormenta perfecta creada por la triple catapulta de los precios energéticos, la inflación y los tipos de interés” que impulsa a las economías a la recesión y al planeta a “diversificar en muchos más años la dependencia de los combustibles fósiles” tras el conflicto de Ucrania.
El espectro anglosajón se tambalea
Para el panel de expertos de Bloomberg Economics el PIB norteamericano estará en recesión en varios momentos de los próximos 12 meses con una probabilidad del 100%, según avanzan Anna Wong y Eliza Winger, dos de sus integrantes. La situación económica tendrá una alta incidencia en el devenir electoral del midterm, la convocatoria de renovación legislativa y de gobernadores de mitad de mandato presidencial. La preocupación social por la economía ha aumentado -del 36% de julio al 44% de septiembre-, con una inclinación de los votantes hacia la gestión republicana -del 49% frente al 45% de los demócratas- como fórmula de salida de la crisis. Se multiplican las voces autorizadas del partido de Joe Biden reclamando al presidente más atención a la economía.
Quizás la de más ascendencia sea la del senador Bernie Sanders que, en un reciente artículo de opinión publicado en elDiario.es y The Guardian, identifica la actual travesía de EEUU como “crisis estructural” que dura ya décadas y “ha deteriorado la clase media”, al tiempo que alerta de que la solución “no pasa por la visión contraria a los trabajadores” del Gran Old Party –el partido republicano–. La revelación de Sanders añade trascendencia a la acusación de Biden a la OPEP + por el “movimiento geoestratégico” de primer orden, detrás del cual sitúa al príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salmán y su apoyo a un rápido retorno del republicanismo a la Casa Blanca. Y a sus temores por el resultado de las urnas en el midterm.
La economía norteamericana deja retazos de debilidad. Por un lado, el mercado inmobiliario está en parada técnica en septiembre con duplicidad del coste hipotecario por la continua escalada de tipos, según alertan en el índice S&P CoreLogic Case-Shiller; muy en especial, en las capitales de la Costa Oeste. Es el segundo mes con caídas en la vivienda, hecho inaudito desde 2009. Por otro lado, el descenso de los beneficios de sus bigtech –desde la matriz de Google a Microsoft, Meta o Texas Instruments en el tercer trimestre–, que ha elevado el riesgo de pérdidas a futuro del Nadaq 100 Index, con una fuerte revisión de las inversiones en digitalización y gastos en componentes.
Sin embargo, también hay signos esperanzadores. Por ejemplo, el empleo, que mantiene su pulso y ha virado de la Gran Renuncia a la asunción de horas extras y trabajos a tiempo completo. También está la fluidez que han cobrado las cadenas de producción y un dólar fuerte que no importa inflación e incita a JP Morgan a augurar los primeros vestigios de enfriamiento del los precios.
El escenario británico es más alarmante. El flamante premier, Rishi Sunak, el más joven y rico de la historia contemporánea, tendrá poco margen para acabar con la anarquía del largo decenio de gobiernos tories. Su misión pasa por renunciar a una rebaja fiscal, abandonar el recetario neoliberal y acompañar a empresas y hogares en el duro invierno energético. A Sunak no le ha quedado más remedio que reducir su otrora entusiasta apoyo al Brexit, que ha recortado los flujos comerciales y de capital con EEUU y la UE.
El pragmatismo de Sunak será determinante para sacar a la quinta economía global de la recesión que presagian indicadores como el S&P Global/Cips, que sitúa al PIB por tercer mes consecutivo en octubre por debajo del umbral 50 que distingue la actividad de la contracción. Sus analistas achacan este retroceso a la turbulencia política y financiera desatada por Truss y a su agresiva rebaja impositiva. Chris Williamson, de S&P Global Market Intelligence, aventura el receso del tercer trimestre y su prolongación en el último tramo del año.
Europa sigue la estela de EEUU y Reino Unido
Este mismo barómetro relega la dispersión productiva en la zona del euro hasta la cota del 47,1 lo que sugiere que los tentáculos recesivos se propagan por el espacio monetario europeo. Descensos de la confianza empresarial y del consumo, anemia industrial y pesimismo bursátil con especial incidencia en Alemania e Italia, cuya prima de riesgo ha vuelto a saltar. El tándem Berlín-Roma empuja a los socios del euro con igual intensidad hacia los números rojos. Ni siquiera la renuncia del gobierno neofascista de Georgia Meloni a su ideología ha logrado calmar a los inversores.
El ifo, el instituto alemán de investigación económica por excelencia, cree que las señales de debilidad de la actividad alemana “se aceleran” hasta el punto de que existen “pocas evidencias de que pueda eludir la recesión”. El instituto anticipa que el retroceso se ha producido en los meses de verano y que se extenderá al periodo otoñal e invernal, donde se manifestarán correcciones del consumo familiar y de las inversiones empresariales.
Por su parte, Confindustria, la patronal italiana, anticipa crecimiento cero en todo 2023, lo que descuenta episodios de recesión por sus altos costes energéticos que podrían empujar al tercer PIB del euro a una “contracción profunda”. También la Autoridad Fiscal prevé que la economía española entre en recesión técnica en la primera parte de 2023 por la incertidumbre sobre el techo inflacionista, el recorrido alcista del BCE y la guerra ucrania. Mientras, Francia, con un mejor control de precios, protagoniza las mayores revueltas ciudadanas y evidencia la conveniencia de alcanzar pactos de rentas para asegurar la pax civil en tiempos de espiral de precios y hundimiento productivo.