CVC, Beka Finance o Fiera Capital: los grandes fondos de inversión se hacen fuertes en el aceite de oliva
El aceite de oliva se ha convertido en el producto más caro de la cesta de compra. Una escalada de precios que está lejos de tocar techo y que no solo tiene una derivada en los consumidores y en sus preferencias y posibilidades a la hora de decidir qué compran y en qué establecimiento. En el otro extremo de la cadena de producción, en el de los olivareros, envasadores y comercializadores de esta grasa vegetal, también se han producido cambios.
En los últimos años, los fondos de inversión se han posicionado tanto en el campo como en las empresas aceiteras. Una situación que ha ido a más en los últimos meses y que, previsiblemente, seguirá incrementándose dada la rentabilidad del 'oro líquido'.
Este desembarco de los fondos tiene diferentes ramificaciones. Por un lado, el de las empresas comercializadoras de aceite, que fue el primero donde pusieron el foco. Ahí está CVC, que hace casi una década se convirtió en dueño de Deoleo, propietaria de marcas como Carbonell, Koipe y Hojiblanca. Por otro lado, han apostado por el campo, por comprar olivares para hacerlos más intensivos y productivos. Es un movimiento muy similar al que están llevando a cabo con otros cultivos. Por ejemplo, los productores tradicionales de almendra acaban de alertar sobre cómo el nuevo modelo de propiedad puede acabar con su modelo de cultivo de secano.
Juan Luis Ávila, responsable de Olivar de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) acota que estos inversores, sobre todo, miran a las zonas de Sevilla y Cádiz, más que al olivar tradicional de Jaén.
Cultivos de rendimiento superintensivo
La entrada de las firmas de inversión “lleva tiempo fraguándose”, explica Diego Yuste, portavoz de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA). “Han visto rentabilidad en el campo, en adquirir tierras y en arrendarlas”, argumenta. “Van a cultivos de alto rendimiento, superintensivos, que tienen salida tanto en el mercado interior como en el exterior, con compradores estables”.
La estabilidad del olivar hace muy rentable su apuesta por un aceite de oliva que acumula una subida de precios de más del 115% en los últimos tres años.
El mencionado CVC abrió la puerta a la llegada de más firmas. De hecho, ahora mismo está oteando el mercado para tratar de encontrar un relevo en el capital de Deoleo. No es su única apuesta por empresas españolas. También es uno de los principales accionistas de Naturgy y de La Liga.
Para CVC ya ha llegado el momento de dar un paso atrás. Este tipo de firmas suelen estar cinco años en una empresa, hasta que sacan jugo a la inversión y, en Deoleo, lleva casi una década. Hace varios meses comenzó a negociar la venta de la aceitera con otros operadores industriales. Entre ellos, nombres como Dcoop, Acesur, Borges y Migasa. Sin embargo, ninguna de estas opciones ha fructificado, lo que abre la puerta a que su relevo en Deoleo lo tome otro fondo en una operación para la que ha contratado a otra firma de inversión, Lazard.
Otro de los gigantes que hace varios años desembarcó en el aceite es Glencore. Hace cuatro años, la firma suiza especializada en materias primas apostó por el aceite con una participación en la empresa jienense Mágina Oliva. El grupo suizo no ha contestado a las preguntas de elDiario.es sobre si mantiene esta inversión, que no aparece mencionada en su informe anual. Sin embargo, uno de los administradores de Mágina Oliva es Carlos Agudo Revenga, que también es presidente de Viterra Agricola España. Hasta febrero de 2021, la denominación social de esta compañía era Glencore España, según consta en el Registro Mercantil.
Poco antes de esa operación, en 2018, la firma Cibus Capital selló la compra de Innoliva, en la que participaba la familia Del Pino. Entonces, la cabecera de este fondo, ADM Capital Europe, destacaba el potencial de crecimiento del aceite de oliva virgen extra, por ser considerado un producto saludable, y las posibilidades de hacer más eficiente la producción.
Ahora, Innoliva va a cambiar de manos y quedará bajo el paraguas de Fiera Capital, según publicó el diario económico Expansión. Se trata de un fondo de inversión canadiense que gestiona activos por valor de 120.000 millones de dólares y que ha visto el potencial en 8.000 hectáreas de olivar, tanto en España como en Portugal.
Solo buenas noticias para los inversores
“En nuestro plan de negocio original fijábamos el precio de venta en 2,7 euros/kg (precio medio histórico), cuando en la actualidad se están cerrando en el mercado operaciones de venta a futuro sobre la cosecha 2022/23, por encima de 8,5 euros/kg”. Así explica la entidad española Beka Finance la rentabilidad de uno de sus productos: Beka & Bolschare Iberian Agribusiness Fund.
Este fondo está “dedicado a la inversión en agricultura y actualmente cuenta con 1.100 hectáreas de olivar en fase de producción”, explica Beka en su web corporativa. Nació en 2020 de la mano de Bolschare, “una compañía familiar portuguesa que llevaba ya años plantando olivos con una técnica que iba a revolucionar por completo este tipo de plantaciones, el olivar en regadío superintensivo”, resume. Los árboles están más cerca unos de otros que en los olivares tradicionales y, por estar situados cerca del embalse portugués de Alqueva, “el agua para las tierras en las que había invertido el fondo, están garantizadas, algo fundamental hoy en día, debido al cambio climático y las sequías cada vez más frecuentes”.
Ahora, con los precios disparados, la rentabilidad parece garantizada. “Aún en el escenario más conservador estimado por el mercado (...), la rentabilidad de los negocios asociados se dispara muy por encima de nuestras previsiones iniciales basadas en precios medios en línea con la media histórica de 2,7 euros/kg. Por esta razón, de cara a los próximos meses solo se pueden esperar buenas noticias para los inversores”, indica Beka.
Sin limitaciones
“No me parece correcto que, de forma indirecta, se potencie la inversión de los fondos, porque la nueva Política Agraria Común (PAC) ha propiciado que empiecen a cobrar ayudas”, critica Juan Luis Ávila. “Y no parece correcto que, con apoyo público, se respalde este tipo de empresas”, añade.
“Los fondos pueden invertir a sus anchas, porque no hay frenos. A eso se suma el envejecimiento de los tenedores de tierra, que ven una salida fácil” cuando les llega una oferta por sus olivares, argumenta Diego Yuste. En cambio, descarta que los fondos estén contribuyendo a la subida de precios, aunque sí se están aprovechando de la mayor rentabilidad del producto. “No tienen papel en la subida, la causa es la sequía y la caída de la producción. Simplemente, se aprovechan”.
Una posible solución, para poner esos frenos a la inversión de los fondos, pasaría por una mayor presencia de agricultores tradicionales, vinculados al terreno y al territorio. “En el momento que vaya mal, los fondos harán política de tierra quemada”, indica el responsable de Olivar de COAG. “Si les va mal, lo dejarán”, argumenta en la misma dirección Diego Yuste. De ahí, señala, la necesidad de una ley estatal de agricultura familiar.
“Necesitamos una ley de agricultura familiar y profesional, que se vea el recorrido del trabajo agrícola, su potencial para generar empleo de calidad y que puede tener continuidad, porque la gente se va a otros sectores”, ahonda Ávila.
Actualmente, solo dos comunidades tienen en marcha una legislación en esta dirección, Castilla-La Mancha y Aragón y la posibilidad de que haya una ley estatal la llevó el PSOE en su programa electoral.
En Aragón, el Gobierno de PP y Vox ha asegurado que tiene intención de retirarla. Se trata de una ley aprobada el pasado mes de febrero. Según el consejero de Agricultura, Ángel Samper, de Vox, “se ha gestado y se ha aprobado con la oposición de toda la gente del sector, de casi toda la gente del sector”. Antes de entrar en el Gobierno aragonés, Samper era el secretario general de la patronal Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja) en esa comunidad, que se opuso a esa ley.
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