Desde hace ya un año, una preocupación sobrevuela el Foro de Davos (en Suiza). La digitalización de la economía, la automatización de los trabajos (creen que para 2020 se habrán destruido cinco millones de puestos de trabajo en el mundo sustituidos por robots), y el descontento social han sido un caldo de cultivo explosivo para que los supuestamente influyentes líderes que se encuentran en Suiza hayan decidido abordar la posibilidad de crear una renta básica universal.
El debate de implantar una renta básica llegó a España de la mano de algunos sectores de Izquierda Unida y luego de Podemos. Pero en otros países, grupos de interés que difícilmente coincidirán con Pablo Iglesias han sido los que han puesto sobre el debate la posibilidad de dar una renta mínima a los ciudadanos. En Estados Unidos ha sido el lobby de Silicon Valley el primero en analizar esta opción de forma más académica, con un grupo de trabajo propio que estudia el efecto en un determinado grupo de población.
Ya se reparte en Ontario, en Alaska, y en Finlandia acaba de comenzar. La idea de que no habrá trabajo para todos ni de la calidad suficiente para garantizar la supervivencia va cogiendo terreno. El precariado avanza en todo el mundo y Trump o el Brexit son las señales más claras de que ese descontento de las clases medias (occidentales) puede desembocar en una ruptura con el orden económico establecido, algo que preocupa a las élites económicas.
Por eso en Davos se habló en la cita del año pasado y se habló de nuevo el martes de los riesgos y ventajas de implantar la renta básica universal. El Foro atrae a algunos de los principales gurús en la materia, que exponen ante este selecto auditorio lo que de alguna forma se respira en los pasillos como irrefrenable: solo un colchón soportará la caída de la clase media del primer mundo, desplazada por los robots y por el empuje de los países en desarrollo. Por eso también en el Foro se habla de otras fórmulas para edulcorar el capitalismo: “capitalismo responsable” o “capitalismo ético”.
El experto de la universidad de Londres Guy Standing, que acuñó el término precariado para referirse a una nueva clase de trabajadores con condiciones precarias, defiende la renta básica como forma de dar seguridad y una verdadera libertad de elección a estas personas.
Standing fue uno de los ponentes estrella en Davos. “Una seguridad económica y social básica es esencial para una toma de decisiones racional. Ya hoy, con mercados laborales flexibles y economías abiertas, millones de personas se enfrentan a salarios bajos e inestables y a una probabilidad cada vez más baja de escapar de la pobreza de ingresos, por muy duro que trabajen”, defiende Standing.
En el Foro están participando también integrantes de los movimientos internacionales que impulsa la renta básica. Es el caso de Scott Santens, miembro de la red por una renta básica de EEUU y asesor del proyecto Renta Básica. Santens se pregunta qué haría una persona si supiera que cada mes va a ingresar mil dólares por el mero hecho de ser ciudadano. “O, posiblemente más importante, ¿qué no haría?”, dice.
Santens lanza un desafío para los que lamentan amargamente la desaparición de los trabajos manufactureros o industriales. “Los trabajos manufactureros son para las máquinas. No lamentes su desaparición. Reclama a cambio una renta básica”, suele decir este experto.
Uno de los desafíos de Davos, que nació como un club de innovación e ideas pero que se ha ido quedando hueco por su espectacularización (este año una de las asistentes estrella fue Shakira), es imaginar el mundo en 2030. Y las personas en las que Davos buscan inspiración se lo imaginan sin apenas trabajo, o no trabajo a tiempo completo, sin posesiones, ni casa, ni coche, con una renta universal y trabajos que complementen esos ingresos. Esta es la idea de la diputada danesa Ida Auken, que se ha imaginado un mundo hiperconectado, limpio y muy barato.
Corrientes enfrentadas
Pero el panel de expertos del martes dejó ver que las dudas en el establishment político persisten. La excomisaria europea Neelie Kroes, a la que se ha descubierto recientemente una sociedad offshore no declarada en Bahamas, no ve la opción de dar dinero a cambio de “nada”, ya que la gente dejaría de trabajar, en lo que es la crítica más recurrente a esta medida.
El político indio Amitabh Kant imagina la renta básica universal como una especie de préstamo que nivelen en los inicios y los ciudadanos puedan devolver al Estado de varias formas. Esta idea choca con lo expuesto por los defensores de la renta básica, que creen que siempre habrá colectivos que no serán capaces de devolver el dinero prestado.
Pero sí concuerdan con Kant en que la renta básica no debe ser en ningún caso un sustituto al trabajo. “Las personas deben seguir colaborando por el bien común de la comunidad”, defiende el profesor de Harvard Michael Sandels.
Lo que aún levanta más ampollas es la forma de financiarlo. Standing defiende que los subsidios a la energía fósil o “el capitalismo rentista” (las rentas que obtiene una minoría por propiedades), serían suficientes para financiar parte de esta renta. Hay quién habla de poner un impuesto a los robots, como Pepe Álvarez, secretario general de UGT y cuya opinión ha sido reflejada por la revista de Wharton, la escuela de negocios de Penn, una de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos y que la web del foro de Davos se ha encargado de replicar.
Dudas sobre el altruismo de la medida
¿Por qué la renta básica es ahora foco de interés para Davos e incluso para la cuna de la tecnología, Silicon Valley? Los nuevos modelos de trabajo, la robotización y la probable desaparición de miles de puestos de trabajo en los próximos años están detrás de su interés por buscar fórmulas que mitiguen los cambios.
Silicon Valley está llevando a cabo un proyecto piloto para comprobar los efectos de la renta básica. “La motivación que hay detrás es empezar a explorar alternativas a la red de seguridad social que existe. Si la tecnología destruye empleos o los empleos siguen convirtiéndose en cada vez menos seguros, un número cada vez mayor de personas serán incapaces de vivir con las ganancias de sus empleos”, explica la investigadora Elizabeth Rhodes, directora del proyecto.
Sin embargo, las críticas a este modelo también son muchas y señalan los intereses que hay detrás. “Las compañías tecnológicas se llevan a casa los beneficios y afrontan cada vez menos presión para pagar un salario que dé para vivir a sus empleados que no consideran como tal”, dice el experto en ética de la tecnología Jathan Sadowski en The Guardian.
Guy Standing reconoce que algunos de los defensores de la renta básica la ven como un sustitutivo de la mayoría de prestaciones y servicios del Estado, mientras que otros la conciben como una especie de “dividendo social”.