Enrique Palazuelos: “La teoría económica neoclásica construye una leyenda sobre la que los poderes pueden fabular”
Enrique Palazuelos, catedrático de Economía Aplicada de la UCM hasta su jubilación, defiende en su nuevo libro La economía del crecimiento en equilibrio (Editorial Akal) que las teorías neoclásicas construyen “una leyenda” sobre la que los poderes “pueden fabular”. La obra critica con contundencia las grietas de un pensamiento económico basado en un mercado “ilusorio”, o incluso “mágico”, que, por ejemplo, niega cualquier límite a los beneficios de las empresas aunque se perjudique el bienestar social.
La teoría económica neoclásica, y sus distintas versiones y adaptaciones de las últimas décadas, se edifican “en que si las empresas ganan más e invierten más... se crea más empleo”, advierte en una entrevista con elDiario.es. “Bueno, ya te puedes hartar luego de demostrar que a veces ocurre y muchas veces no ocurre, pero da igual. El punto de partida es que todo lo positivo que tenga que ocurrir en la economía tiene que ver con no abordar el comportamiento de los beneficios empresariales. Y puedes escuchar al gobernador del Banco de España 100 veces. Cada vez que dice que haya pactos entre empresas y trabajadores: se está refiriendo solo a los salarios”, sentencia.
“Si las empresas no ganan y no tienen perspectivas de ganar más, se acaba el juguete”, continúa. Según su análisis, esto hace que nuestras políticas económicas “no controlen nada que tenga que ver con los beneficios”.
“Yo me he cansado de explicar en la facultad que el mejor momento de la economía de Estados Unidos, prácticamente desde todos los puntos de vista de crecimiento económico: de productividad, de bienestar social, etc., fueron los años 60. En ese momento, el impuesto sobre los beneficios de las sociedades en términos efectivos estaba en torno al 40, 42% de promedio, hasta 1968. El 40%, 42%”, relata.
“Ahora debe estar en el 20%. Si es que se paga realmente”, continúa. Pero, con un 42% “ni se derrumbó el capitalismo, ni la economía norteamericana, ni las empresas ganaban poco. No se mató a la gallina de los huevos de oro”.
“Existe la posibilidad de otra alternativa, pero hoy por hoy, tal como funcionan las cosas, sabes que es un tipo de alternativa minoritaria. Por honestidad: si crees que es la que tienes que seguir, debes seguirla”, anima el economista. Eso sí, Palazuelos, profesor durante décadas, denuncia que “el debate intenso desde el punto de vista intelectual no es algo que se estila, desde luego, en la universidad española, en concreto en la que yo he conocido”.
El libro hace una extensa crítica a la tradición neoclásica que ha dominado el pensamiento económico durante siglo y medio.
La crítica fundamental que plantea el libro es que las teorías neoclásicas se basan en la existencia de un tipo de mercado que es radicalmente ajeno a cómo funcionan los mercados reales de productos, de trabajo, de capital y otros en una economía capitalista. Sin embargo, esas teorías pretenden explicar lo que sucede en esos mercados reales y servir de norma para las políticas económicas de los gobiernos.
¿Por qué ese mercado de competencia perfecta es la gran leyenda?
Las teorías neoclásicas suponen que un mercado de competencia perfecta proporciona un sistema de precios que garantiza el equilibrio económico y, como consecuencia, el crecimiento equilibrado de las economías. Para ello, parten de unas premisas ilusorias, unas por imposibles y otras por inverosímiles, a las que se pueden aplicar ciertas técnicas matemáticas para obtener que ese mercado de competencia perfecta posee propiedades virtuosas basadas en la autocorrección y el equilibrio. Construyen así una leyenda sobre la que pueden fabular.
Sin detenernos en su formulación técnica, esas premisas se refieren a unos agentes económicos (productores y consumidores), recursos productivos y productos que no tienen nada que ver con la realidad. Con ellas, construyen unos mercados perfectamente competitivos en los que, entre otras paradojas, no existen los conflictos de intereses y ni siquiera hay rivalidad entre las empresas, ya que todas ellas se comportan de la misma manera.
No es difícil prever los desastres teóricos y prácticos que acarrearía para el estudio de la anatomía humana que sus planteamientos fundamentales tomaran como referencia las características de un robot construido a partir de metales y cables eléctricos. ¿Cuál sería la validez teórica y la utilidad de semejante construcción a la hora de analizar el cuerpo de una persona real?
Sin embargo, admite la capacidad de esta tradición neoclásica para adaptarse y sobrevivir... y conseguir ser la tradición dominante. ¿En qué pilares se ha basado este dominio?
La mayor parte del libro se dedica a examinar con detalle las sucesivas versiones de la tradición neoclásica que han dominado el pensamiento económico en cada época, indagando en varios tipos de causas que explican ese dominio. Para no extenderme en exceso, citaré sólo de pasada tres de ellas. En primer lugar, la pretensión de convertir la Economía en una ciencia con características similares a las de las ciencias que estudian la naturaleza física; para lo cual se han ido incorporando nuevas técnicas matemáticas que parecían dar esa prestancia científica, aunque fuera a costa de privar de contenido económico real a sus teorías.
En segundo lugar, los creadores de las nuevas propuestas pasaban a ostentar el poder en las instituciones académicas, por el cual controlaban los principios doctrinarios vigentes en los programas docentes, las líneas de investigación y los materiales bibliográficos de referencia; así como los mecanismos de promoción (y de exclusión) de los profesores e investigadores.
En tercer lugar, ese poder académico contaba con la protección de los círculos de poder político y económico. Esos círculos se beneficiaban de la defensa del statu quo que aportaban las teorías ortodoxas y los académicos obtenían promoción, prestigio y financiación.
El problema es que, según defiende, el enfoque dominante no sirve para explicar las economías reales ¿qué consecuencias sociales implica?
Las consecuencias se inician en los años de formación de los estudiantes, ya que el enfoque dominante cercena el interés y la capacidad para orientar sus conocimientos hacia lo que sucede realmente en la economía. Quienes sigan en el ámbito académico como profesores e investigadores se adiestran en trabajar con modelos que dejan de recordar cuáles son las premisas ortodoxas de las teorías que utilizan. Muchos de ellos se acostumbran a examinar los temas de actualidad desde posiciones que nada tienen que ver con tales teorías.
Los profesionales que trabajan en otras actividades, en su mayoría, adquieren el mismo mimetismo y tienden a considerar que aunque los mercados reales no sean exactamente iguales a los de la leyenda, se les pueden aplicar las teorías construidas desde esa leyenda. Una gran parte de los economistas que trabajan en la Administración están condicionados por los prejuicios adquiridos acerca de los posibles efectos negativos de las actuaciones económicas del Estado, sin que tengan la misma preocupación por los efectos que acarrean los mercados.
No es casual que con demasiada frecuencia sus posiciones sean coincidentes con las que interesan a los grandes poderes económicos.
En el mismo sentido, y desde su experiencia como profesor universitario, lanza un lamento por la situación en la que se encuentra la enseñanza de la Economía, ¿empeoró mucho desde que pisó por primera vez un aula?
Bueno, yo me estrené como estudiante universitario hace más de medio siglo. Por tanto, desde entonces las condiciones han variado notablemente. En la introducción del libro aludo a que sí hubo un tiempo, entre los años ochenta y noventa, en que el furor ultraliberal empeoró la formación universitaria. En ese sentido, lo peor que puedo decir de la situación posterior es que, a pesar de los procesos traumáticos que ha padecido la economía mundial en las dos últimas décadas, el enfoque que domina la formación universitaria no ha experimentado cambios positivos de cierta envergadura.
Hay un interesante capítulo dedicado a los hechos que han escapado a la agenda ortodoxa: los oligopolios, las diferencias entre sectores... ¿Cuáles son los 'silencios' más graves de la ortodoxia económica?
La lista es demasiado larga sobre las incapacidades de las versiones neoclásicas para interpretar los principales fenómenos de cada época. Siendo breves, con las teorías neoclásicas no se puede explicar el persistente dominio de las grandes empresas, su poder para desarrollar estrategias y elevar sus economías de escala desde finales del siglo XIX. La agenda neoclásica reconoce que existen oligopolios, pero no puede explicar por qué la mayoría de los mercados importantes funcionan como oligopolios. Tampoco puede explicar las causas y las consecuencias de que las empresas operen la mayor parte del tiempo por debajo de su plena capacidad productiva. Tampoco el sentido estratégico y recurrente de la participación de los poderes públicos, ni las relaciones de poder que atraviesan el funcionamiento de las economías, ni los condicionantes sociales e institucionales que intervienen en la distribución de renta, ni por qué la dinámica económica es estructuralmente cíclica, alternando momentos de intenso crecimiento con otros de crisis.
Si hablamos de la época actual, las teorías ortodoxas están en la inopia a la hora de interpretar la formación de las cadenas productivas internacionales, la financiarización de las economías y sus últimas crisis, la relación entre el progreso tecnológico y el débil aumento de la productividad, la emergencia de China como potencia mundial o, en el caso de la Unión Europea, la relación entre la liberalización exterior y el aumento de las divergencias estructurales de las economías de los países miembros.
En el libro también hay un lamento por las “disidencias ignoradas”... ¿Cuáles destacaría?
En el libro se van detallando para cada época, siendo numerosas y de distintos orígenes teóricos, por lo que aquí sólo puedo resumir la idea principal. Esas disidencias han sido, precisamente, las que consideraron la importancia que tenían los fenómenos mencionados en la respuesta anterior, así como otras que pusieron el dedo en la llaga de las inconsistencias que presentaban las teorías neoclásicas.
¿Qué claves marcarían una mejor explicación del crecimiento?
No soy capaz de resumir en unas frases el contenido del último capítulo del libro. En él propongo una aproximación a las preguntas que debe afrontar una buena teoría sobre el crecimiento de las economías capitalistas. Esa propuesta se sustenta en la necesidad de relacionar un conjunto de variables principales desde varias perspectivas: la demanda, la distribución de la renta, la estructura productiva, las finanzas, las instituciones y el sector exterior.
¿La respuesta ortodoxa del BCE a la actual crisis de inflación sirve de ejemplo del análisis que plantea su libro?
De forma implícita, sí por dos motivos. De un lado, la visión monetaria y financiera de los dirigentes del BCE responde enteramente a la ortodoxia neoclásica. De otro lado, a pesar de que las medidas aplicadas por el BCE desde 2012 (y antes la Reserva Federal de Estados Unidos) contradicen de manera frontal las recetas de la ortodoxia, sin embargo, lejos de reconocerlo, los informes y declaraciones de los dirigentes pretenden hacerlas pasar 'como si' se correspondieran con la ortodoxia.
¿Qué otras recetas ortodoxas deberían abandonarse urgentemente en este momento?
Una de carácter general, que responde al planteamiento del libro es dejar de considerar que los mercados reales funcionan “más o menos” como dice la leyenda neoclásica. Es necesario analizar de manera concreta la situación efectiva de esos mercados para valorar qué ventajas y desventajas ofrecen en cada caso; lo mismo que debe hacerse con las intervenciones del Estado, para decidir el funcionamiento que resulte más adecuado. Otra idea, también fundamental, que se debe abandonar es la de que la distribución de la renta entre salarios y beneficios, responde a las respectivas aportaciones del trabajo y del capital, ignorando los factores sociales e institucionales que condicionan ese reparto.
¿La emergencia climática debería ser razón suficiente para abandonar la ortodoxia?
Claro, es la enésima razón con la que argumentar que las premisas, las deducciones y las tesis neoclásicas no sirven para centrar el debate sobre las medidas con las que afrontar la gravedad de los problemas derivados del calentamiento del planeta.
12