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España se aleja de estigmas económicos que sufren Francia, Italia y Alemania

Pedro Sánchez junto a Ursula von der Leyen, Olaf Scholz, Giorgia Meloni y otros líderes europeos.

Irene Castro

Corresponsal en Bruselas —
22 de junio de 2024 22:43 h

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Atrás han quedado los tiempos en los que Bruselas levantaba la mano con Francia porque era Francia. Fue la justificación que empleó en 2016 el entonces presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, para dar libertad de acción fiscal a París, pese a su desviación en las cuentas públicas. Han pasado ocho años, se ha superado una crisis financiera y se ha atravesado una pandemia que llevó a la UE a activar una cláusula de escape de la disciplina fiscal a la que obligan sus tratados para mantener unas cuentas públicas saneadas con máximos de déficit y deuda del 3% y el 60% del PIB, respectivamente.

Cómo volver a apretarse el cinturón fue la principal batalla de los ministros de Economía en 2023 y el asunto lo desatascaron, como es tradición, Francia y Alemania. Ahora las nuevas normas fiscales se han reactivado y a Francia no le ha bastado con ser Francia para librarse de la apertura de un procedimiento por déficit excesivo. Y es que su déficit fue del 5,5% en 2023, que es el año que se toma como referencia, y no se espera una mejora sustancial en los próximos años: un 5,3% al cierre de 2024 y del 5%, el siguiente. Además de superar en más de dos puntos el límite, la deuda, que es en este caso un agravante, asciende al 110,6%.

En una situación similar se encuentra Italia, cuyo desvío presupuestario fue del 7,4% el pasado año, aunque las previsiones del gobierno comunitario es que se reducirá al 4,4% el presente ejercicio y se situará en el 4,7% en 2025, muy por encima del sacrosanto umbral del 3%, agravado por el hecho de que la deuda está disparada (137,3% del PIB).

¿Y España? Tampoco cumple los estándares exigidos por las reglas fiscales, pero ha dejado de ser uno de los alumnos más indisciplinados de la UE. El estigma español es tal que hasta el propio Pedro Sánchez, cuando anunció la “extraordinaria noticia” de la Comisión Europea en el Congreso, aseguró que Bruselas había 'sacado' a España del procedimiento de déficit excesivo en el que ni siquiera se encontraba el país porque las reglas fiscales estaban suspendidas desde 2020. De hecho, España salió de ese proceso en junio de 2019.

Lo cierto es que la Comisión Europea no se lo abrió por la mínima e incluso se lo perdonó porque técnicamente España no cumplía ninguno de los requisitos. El desvío presupuestario fue del 3,6% el pasado año, seis décimas por encima del umbral, pero también superior al 3,5% que había establecido la el gobierno comunitario como aceptable para esta ocasión. También la deuda está muy por encima del límite situándose en el 105,5%.

“La situación era bastante límite, pero ha primado la temporalidad”, explican fuentes comunitarias sobre la decisión. Lo que ha pesado, por tanto, es que España acabará 2024 en el límite del 3% y en el 2,5%, un año después. “Incluso con ausencia de medidas, España ya cumpliría”, agregan esas fuentes en referencia a la ausencia de presupuestos para este año. La tendencia de la economía española es al alza.

Las noticias de Bruselas permiten al Gobierno sacar pecho. “Por nuestra parte, todo lo que podemos hacer lo estamos haciendo. Tenemos unos fundamentos sólidos”, afirmó el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, al día siguiente a su llegada a una reunión con sus homólogos de la eurozona en Luxemburgo. “El hecho de que España no tenga desequilibrios macroeconómicos, no presente un déficit público excesivo, es el mejor modo de evitar cualquier contagio de Francia o cualquier sitio”, agregó en referencia a un posible efecto contagio de la subida de la prima de riesgo que está experimentando Francia tras la decisión de Emmanuel Macron de convocar elecciones anticipadas y la amenaza de que la ultraderecha de Marine Le Pen se imponga.

No obstante, fuentes comunitarias asumen que la decisión de la Comisión Europea genera suspicacias en algunas capitales. Las miradas se posan en Berlín y sobre todo en el ministro de Finanzas, el liberal Christian Lindner, que se ha convertido en el principal representante de la ortodoxia financiera. De hecho, fue él quien forzó ir más allá en la disciplina fiscal al establecer la obligación de seguir ajustando el déficit incluso cuando se encuentra por debajo del 3% bajo la premisa de tener un colchón en caso de que lleguen nuevas crisis inesperadas, como ocurrió con el coronavirus o la financiera.

Pero incluso Alemania corre el riesgo de dejar de ser el alumno aventajado de la UE. La economía germana entró en recesión técnica y se contrajo un 0,3% en 2023. El crecimiento que esperan los expertos es plano en los próximos meses y la previsión de Bruselas es que sea del 0,1% este año y del 1% en 2025, el más bajo de la zona euro. La locomotora europea está gripada y eso amenaza con arrastrar a otros países, aunque los técnicos consideran que España consigue sortear ese efecto. No obstante, su crecimiento, que es mayor que el de la media europea y que el del resto de los grandes, no sirve para tirar del carro de todo el club.  

El problema de la inversión pública en Alemania

Aunque Alemania roza la perfección en términos de disciplina fiscal, con un déficit del 2,5% el pasado año que pretende reducir al 1,6% y al 1,2% en los siguientes ejercicios y una deuda de en torno al 62% del PIB, la Comisión Europea la mantiene en el listado de economías con desequilibrios. De ese listado, sin embargo, han salido España, Francia y Portugal en esta ronda. Italia y Grecia siguen, pero sus desequilibrios han bajado de la categoría de excesivos.

Entre las vulnerabilidades que destacan los técnicos comunitarios de la economía germana está el “desequilibrio entre ahorro e inversiones”. “La inversión pública ha ido aumentando en porcentaje del PIB, pero ha sido insuficiente para cubrir las necesidades de inversión pública, en particular a nivel municipal”, reprocha Bruselas en su informe sobre las dos décadas en las que “la inversión pública neta global ha sido cercana a cero”. Y eso es lo que está pasándole factura a la principal economía europea. Además, en Bruselas no ven en el horizonte una mejora de esa situación precisamente “por el endurecimiento de la política fiscal”.

“La economía alemana se ha enfrentado a un crecimiento débil y continuado debido a la débil demanda interna, que se espera que se recupere sólo gradualmente”, asevera el análisis comunitario: “El consumo privado cayó un 0,7%, ya que la inflación redujo los ingresos reales de los hogares. La inversión disminuyó un 0,7% debido a la debilidad de la inversión en construcción. El volumen de las exportaciones disminuyó en un contexto de debilidad del comercio mundial, pero las importaciones se redujeron aún más, ya que la demanda interna siguió siendo débil”. Tampoco prevé una recuperación plena de la inversión privada.

A pesar de los datos poco alentadores que arrojan algunos de los análisis pormenorizados del ejecutivo comunitario, el vicepresidente económico, Valdis Dombrovskis, envió un mensaje de tranquilidad al asegurar que se empieza a “sacar la cabeza” en un momento en el que uno de los principales retos que tiene por delante es impulsar su competitividad para no quedar atrás frente a potencias como China y Estados Unidos.  

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