El Banco de España publicó hace unos días la Encuesta Financiera de las Familias, una estadística que se elabora desde 2002 para conocer las condiciones económicas de las familias. En ella, para clasificar los diferentes hogares utiliza la figura de “cabeza de familia” como referencia. En la definición que hace el organismo de este concepto el hombre tiene preponderancia. Concretamente la definición que hace el organismo sobre este término es que “la persona de referencia designada por el hogar a efectos de responder la encuesta si esta es hombre, o su pareja si la persona de referencia es mujer pero su pareja vive en el hogar”.
“La construcción estadística es tremendamente patriarcal”, explica Lina Gálvez, catedrática de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad Pablo de Olavide, que añade que estas estadísticas “responden a un momento en el que el hombre estaba en el mercado de trabajo y la mujer no lo estaba por lo menos con la regularidad del hombre”. Algo que que en este caso choca con que encuesta es relativamente reciente, ya que se comenzó a realizar hace 15 años.
Una idea que comparte la economista Bibiana Medialdea, que señala que aunque en la práctica si se considera como cabeza de familia como la persona que tiene mayores ingresos estadísticamente suele ser un hombre, le parece sorprendente que el criterio de referencia sea el sexo y no el nivel de ingresos. “Una primera lectura es que resulta retrógrado, perpetua el rol del hombre como responsable principal del sustento económico. Es terrible que desde las instituciones se haga eso”, apunta.
En el caso del Instituto Nacional de Estadísticas, el organismo no liga al género la figura que utiliza para clasificar a las familias en su Encuesta de Presupuestos Familiares. El INE utiliza la figura de “sustentador principal del hogar”. En la metodología de la Encuesta de Presupuestos Familiares se define esta figura como “aquel miembro del hogar de 16 o más años cuya aportación periódica (no ocasional) al presupuesto común se destina a atender los gastos del hogar en mayor grado que las aportaciones de cada uno de los restantes miembros”.
En el caso de ambas estadísticas, se clasifican los hogares de la forma tradicional sin tener en cuenta que puedan tener varios “sustentadores” en un momento donde la incoporación de la mujer al terreno laboral ha aumentado y tampoco se recogen otras nuevas realidades en la composición de los hogares como parejas de gais o lesbianas. “No, no se recogen nuevos modelos familiares”, corrobora Gálvez, que habla por ejemplo de los pisos compartidos entre adultos con ingresos.
En este sentido, se tratan de incluir nuevas realidades en modelos antiguos en vez de evolucionar en la forma de medición. El concepto de “cabeza de familia” como “sustentador de la unidad familiar” es obsoleto, señala Medialdea.