La mayoría de expertos viene advirtiendo de que uno de los principales 'peros' del crecimiento económico de España es la debilidad de la inversión de las empresas. La resistencia del consumo de las familias, el apoyo del gasto público y la fortaleza del sector exterior —del turismo y de las exportaciones del otros servicios— han llevado al PIB (Producto Interior Bruto) de nuestro país a superar en 3,8 puntos al nivel previo a la pandemia a cierre del primer trimestre de 2004. Sin embargo, efectivamente, la inversión de las empresas sigue cerca de dos puntos por debajo.
Lo más preocupante de este retraso es que “la inversión empresarial es uno de los motores de la actividad económica e influye en la productividad y el crecimiento de las compañías”, según recuerda el Banco de España en su último 'Informe de la situación financiera de los hogares y las empresas'. Un documento publicado este martes en el que los expertos de la institución demuestran que la austeridad monetaria ejecutada por el Banco Central Europeo (BCE) —con sede en Fráncfort— desde 2022 ha golpeado a las pymes, incluso más que a la media europea, favoreciendo la debilidad de la inversión.
Esto no quiere decir que las empresas no hayan aumentado beneficios y sus márgenes —se explica en esta información—, sino que “las decisiones de inversión de las empresas dependen, entre otros factores, de la disponibilidad de recursos financieros. [Por eso], las dificultades para obtener financiación externa pueden afectar negativamente a la inversión”, explica el estudio. Además, las pymes “suelen presentar mayores restricciones en el acceso al crédito”, continúa.
Desde el Gobierno de coalición se viene insistiendo en que el despliegue del Plan de Recuperación despertará la inversión empresarial en lo que queda de 2024 y en 2025. Aunque según incide el mismo documento del Banco de España, su última encuesta EBAE (del segundo trimestre) apunta a que “la inversión de las pymes, especialmente las microempresas (aquellas con menos de 10 trabajadores) y las empresas pequeñas (entre 10 y 49 trabajadores), ha experimentado un menor dinamismo que la de las grandes empresas durante el último año, fenómeno que se espera que continúe durante los próximos doce meses”.
“Las pymes contribuyen a casi el 40% del total de la formación bruta de capital en España”, prosiguen los analistas de la institución. Es decir, de toda la inversión en material, en equipo, en edificios, en tecnología o en innovación. Centrándose en este tipo de empresas pequeñas y medianas, el informe del Banco de España demuestra que “las restricciones en el acceso al crédito bancario han contribuido negativamente a la propensión a invertir en el período pre pandemia —entre 2017 y 2019, una etapa de dinamismo en la que el coste del crédito bancario era históricamente reducido— y, en mayor medida, en la etapa reciente de endurecimiento de la política monetaria”.
El Banco de España identifica “una empresa restringida” si se da, al menos, una de estas cuatro circunstancias: su petición de fondos ha sido rechazada; ha recibido menos del 75% del importe solicitado; ha rechazado la oferta del banco por considerar que su coste era demasiado elevado; o no ha solicitado un préstamo bancario por anticipar que no se lo concederían (demanda desanimada).
Según las estadísticas de la institución, este porcentaje de empresas se ha elevado del 7% de 2019 al 10% actual, y llegó a rebasar al 11% a finales de 2023. En la eurozona, ha aumentado de alrededor del 7% al 9%, en el mismo periodo.
La productividad y la inversión
El fuerte rebote de la economía española desde 2021, tras el shock de la pandemia, y el crecimiento de los últimos dos trimestres hasta despegarse casi cuatro puntos desde el nivel previo a la COVID tiene otra debilidad además de que la inversión de las empresas es el componente del PIB más retrasado.
Esta segunda debilidad es que una buena parte del dinamismo de la actividad se explica por el turismo y por el incremento de la población y la incorporación de inmigrantes al mercado de trabajo, lo que ha frenado a la productividad. Es decir, el PIB crece, pero lo hace menos o no supera el aumento de las horas trabajadas en nuestra economía. La relación PIB/horas trabajadas es la forma de medir la eficiencia del empleo o la productividad más común, y también sirve para apuntalar el crecimiento futuro.
Inversión y productividad están directamente relacionadas, y en los últimos meses en el debate público ya se ha desempolvado varias veces la manida afirmación del Nobel Paul Krugman. Esa que señala que “la productividad no lo es todo, pero en el largo plazo lo es casi todo”. En el primer trimestre de 2024, la productividad avanzó un 1,1%, su tercer trimestre en positivo, tras retroceder en la primera parte de 2023.
Bajadas de los tipos de interés
El BCE arrancó su ciclo de austeridad monetaria para luchar contra la inflación en julio de 2022, hasta llevar los tipos de interés al 4,5% en el otoño pasado y ejecutar un primer alivio en junio de este 2024, con un recorte de 0,25 puntos.
El debate interno en el Consejo de Gobierno de la institución europeo pone en duda en que siga aliviando las condiciones de financiación en su reunión del 18 de julio. El principal argumento de las visiones más agresivas es “la fortaleza del mercado laboral” y la resistencia del crecimiento económico en general, pese a que los banqueros centrales reconocen que los datos de inflación son buenos. En la eurozona, recientemente, se conoció que las subidas de precios se moderaron al 2,5% en junio [el objetivo teórico es el 2%]. Hay que recordar que la estrategia del BCE pasa por ahogar a familias y empresas con el endurecimiento del acceso al crédito.