El presidente de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos, Jerome Powell, y su homóloga en el Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, se agarran “a la fortaleza del mercado laboral” en ambas economías para retrasar bajadas de los tipos de interés oficiales. La Fed mantiene el 'precio' del dinero en el 5,5% desde finales de julio de hace un año, tras empezar a aumentarlos desde el 0,25% en marzo de 2022 para luchar contra la inflación. El BCE arrancó su ciclo de austeridad monetaria en julio de ese mismo ejercicio, hasta llevar los tipos de interés al 4,5% en el otoño pasado y ejecutar un primer alivio en junio de este 2024, con un recorte de 0,25 puntos.
Tanto Powell como Lagarde han coincidido en el foro de política monetaria de Sintra en que tienen margen para “tomarnos nuestro tiempo”, según palabras literales del norteamericano, que fueron utilizadas por la francesa este lunes, en la apertura del encuentro. Prácticamente, ambos han descartado una bajada de los tipos de interés en sus reuniones de julio (el Consejo de Gobierno del BCE la tiene el jueves 18 de julio y el Comité de la Fed el miércoles 31 de julio).
El principal argumento es “la fortaleza del mercado laboral” y la resistencia del crecimiento económico en general, pese a que sendos banqueros centrales reconocen que los datos de inflación son buenos. En la eurozona, este mismo martes, se conoció que las subidas de precios se moderaron al 2,5% en junio.
Sin embargo, Lagarde insiste en que la bajada de la inflación hasta final de año será “accidentada” y muestra una especial preocupación por la inflación de los servicios. “La incertidumbre sigue siendo alta [incluida la 'guerra' comercial con China y la política, aunque no se ha querido pronunciar sobre la victoria electoral de la extrema derecha en Francia] y los datos económicos serán la guía más importante”, ha incidido. En varias ocasiones, ha recordado que las estimaciones no ven a la inflación en el objetivo teórico del 2% hasta el segundos semestre de 2025.
“Todavía no está garantizado un aterrizaje suave de la economía”
En la apertura del foro de Sintra, Christine Lagarde advirtió de que, “dada la magnitud del shock de inflación, todavía no está garantizado un aterrizaje suave”. El 'soft landing' [en inglés] es uno de esos eufemismos de la economía que significa exactamente estancamiento de la actividad o contracción leve. Sería la forma de definir el frenazo que se ha sufrido en el conjunto de la eurozona y, sobre todo, en Alemania, en los últimos trimestres, en los que España ha destacado como la excepción positiva.
En este “aterrizaje suave”, o incluso con el crecimiento de nuestro país, las familias han sufrido una fuerte pérdida de poder adquisitivo y el doble golpe de las subidas de los tipos de interés. Pero la presidenta del BCE avisa de que podía ser peor: “Si analizamos los ciclos históricos [de austeridad monetaria] desde 1970, podemos ver que cuando los principales bancos centrales subieron las tipos de interés mientras los precios de la energía eran altos, los costes para la economía fueron generalmente bastante elevados”.
“Sólo alrededor del 15% de los 'aterrizajes suaves' exitosos en este período (definidos como evitar una recesión o un deterioro importante del empleo) se lograron después de shocks en los precios de la energía”, añade.
“Pero hasta ahora este ciclo no ha seguido los patrones anteriores. La inflación alcanzó un nivel mucho más alto que en anteriores aterrizajes suaves, pero también se desaceleró más rápidamente. El crecimiento se ha mantenido dentro del rango de los episodios anteriores de aterrizaje suave, aunque cerca del límite inferior de ese rango. Y la evolución del mercado laboral ha sido excepcionalmente benigna”, explica Lagarde.
Un análisis que, según prosigue, “nos permite tomarnos el tiempo necesario para recopilar nueva información, pero también debemos tener en cuenta que las perspectivas de crecimiento siguen siendo inciertas. Todo esto respalda nuestra determinación de depender de los datos y tomar decisiones políticas reunión tras reunión”.
La gran contradicción está en que admite que, en el pico, los shocks de oferta fueron tres veces más importantes que los de demanda a la hora de explicar la desviación de la inflación respecto de su media. Aún así, “la política monetaria tenía que enviar una señal clara de que no se tolerarían sobrepasar permanentemente la meta de inflación [el 2%]”, incide.
La austeridad monetaria, compartida con todos los bancos centrales de los países occidentales, ha buscado ahogar a las familias y a las empresas encareciendo las hipotecas y el resto de préstamos para golpear la demanda y, por tanto, moderar la inflación, como consecuencia. Una política de “lanzallamas” con la que el BCE, efectivamente, ha hecho el daño, pero con la que apenas ha participado en la normalización de las subidas de precios —el mandato principal de la institución—.
Las subidas de los tipos de interés han asumido el riesgo de llevar a las economías de la eurozona a una recesión y, al mismo tiempo, han ignorado que la inflación que intentaban aplacar estaba más relacionada con cuestiones de la oferta que de la demanda: los cuellos de botella en comercio mundial en la salida de las restricciones sanitarias por la pandemia, la crisis energética que se engendró por la misma razón y que exacerbó la invasión rusa de Ucrania...
Así, la inflación se empezó a moderar en toda la eurozona, y especialmente en España, desde mediados de 2022 y en 2023, con el abaratamiento de la electricidad, del gas y de los carburantes, antes de que el BCE llevará los tipos de interés a máximos no vistos desde 2008.