Fue canciller de Alemania tras la era del conservador Helmut Kohl en el poder alemán, entre 1998 y 2005. Pero el socialdemócrata Gerhard Schröder, en lugar de echar la vista atrás y dedicarse a su legado político cuando Angela Merkel le ganó las elecciones generales de hace ya 16 años, se dedicó a los negocios. En concreto, a los negocios con la Rusia de Vladímir Putin.
Poco más de dos semanas después de haber dejado el despacho de la Cancillería Federal a Merkel, Schröder puso en marcha las puertas giratorias del poder ruso. Así, entraría como directivo en Nord Stream AG, la empresa responsable de la gestión del gasoducto Nord Stream, el primero de las dos infraestructuras diseñadas para traer gas directamente desde Rusia a suelo alemán a través del mar Báltico. Hoy, y debido a la invasión de Rusia a Ucrania, el Nord Stream 2 es un proyecto terminado cuya certificación es imposible.
Posteriormente, Schröder integraría el consejo de administración de Rosneft, otra empresa energética dedicada mayormente a la explotación de petróleo y gas natural. El pasado día 4 de febrero, apenas veinte días antes de que Rusia comenzara su guerra contra Ucrania, se hizo público que está previsto que Gazprom, el gigante energético que es matriz de Nord Stream AG, iba a abrir las puertas de su consejo de administración a Schröder el próximo verano.
Méritos como esos han hecho que en el popular diario Bild, el más leído de Alemania, a Schröder se le haya considerado como un ex-político en “nómina” de Putin. En el entorno de este hombre de 77 años, sin embargo, dicen que él posiblemente es “el político alemán y también político internacional que mejor conozca Rusia y sus dirigentes”.
Pero a juzgar por cómo veía Schröder en febrero las intenciones de Putin en Ucrania –Schröder es de los que no creían en una guerra de Rusia contra Ucrania y rechazaba la idea de armar a los ucranianos ante una eventual invasión–, cabe preguntarse si el excanciller conoce de verdad lo que se trae entre manos el inquilino del Kremlin.
A diferencia de otros expolíticos que han sido empleados de grandes empresas rusas y que, con motivo de la guerra de Ucrania, han dejado sus cargos, Schröder sigue a lo suyo en Rosneft y no parece dispuesto a cortar su ascendente carrera en Gazprom. Nada que ver tiene su ejemplo con el del ex primer ministro francés François Fillon, ahora exintegrante de los consejos de administración de dos grandes firmas rusas: la petroquímica Sibur y la especializada en hidrocarburos Zarubezhneft.
También es cierto que la proximidad de Schröder con Putin es otra. Los dos mostraron sintonía en el momento en que coincidieron en lo más alto de la dirección política de sus respectivos países. Cargados de razón, Schröder, Putin y el presidente francés Jacques Chirac lideraron el 'no a la guerra' frente a la aventura militar de George W. Bush y sus aliados contra Saddam Hussein en 2003.
“Los errores de Occidente”
Obviamente, el deliberado e ilegal ataque de Rusia contra Ucrania no dejó sin reaccionar a Schröder. Otra cosa es que su reacción haya sido la que sus compatriotas esperaban de él. En un comunicado emitido en redes sociales, Schröder pidió a Putin “parar la invasión”.
En ese texto, en lugar de limitarse a condenar una agresión que ha traído de vuelta a Europa una guerra de proporciones nunca vistas desde la Segunda Guerra Mundial, el excanciller hablaba de “los errores” en los dos bandos, el ruso y el occidental. Ese discurso, sin embargo, no ha calado en la Alemania que ahora dirige Olaf Scholz, otro socialdemócrata defensor de la tradicional política de cercanía con Moscú... hasta la invasión rusa de Ucrania.
Tras el ataque ruso, Scholz ha dado un giro de 180 grados a la política de defensa, seguridad, exteriores y energética. En lo que a Rusia respecta, Berlín quiere ahora mantener vías de diálogo con Moscú, pero solo una vez el país de Scholz se haya dotado de poderío militar suficiente como para mirar de igual a igual a la Federación Rusa.
Eso implica, desde ya, entre otras cosas, poner al Ministerio de Economía a buscar alternativas al gas ruso, del que Alemania es dependiente, o levantar un “fondo especial” de 100.000 millones de euros para rearmar al Ejército germano además de prometer, a partir de 2024, un gasto del 2% del PIB en defensa.
Schröder ya no es profeta en su tierra
Con estas decisiones, no extraña que Scholz haya aconsejado a Schröder dejar los cargos en las empresas rusas para las que trabaja. Esos cargos, según Scholz, “no son una cuestión privada”. Las intenciones geopolíticas de Putin tampoco parecen ser una cuestión que obedezca lo más mínimo a la buena relación privada y profesional de Schröder con el presidente ruso.
Al menos eso se extrae de lo poco fructíferos que han sido los contactos que, según ha trascendido en la prensa alemana, Schröder mantenía la semana pasada con Putin y su entorno en Moscú. En el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), el co-presidente Lars Klingbeil ha dicho al respecto que “es bienvenido todo lo que pueda ayudar a acabar con esta horrible guerra”. Sin embargo, Klingbeil también es de los que han pedido a Schröder que se distancie del régimen de Putin.
Sabe Klingbeil, hombre de confianza de Scholz, que en el SPD los hay que están buscando incluso echar a Schröder de la formación que en su día lideró. De hecho, al excanciller se le ha descrito como alguien “completamente aislado” entre los socialdemócratas teutones. El 82% de los votantes del SPD, según una encuesta publicada a principios de mes en el dominical Bild am Sonntag, quieren ver a Schröder expulsado del partido. La proximidad con Putin y sus empresas ha llevado a que Schröder haya dejado de ser profeta en su tierra, incluido 'su' otrora SPD.