Se pueden llamar, por ejemplo, David Conde o Victor Malvado. Ellos parecen ser los exponentes en España de una suerte de educación para seducir sólo reconocida por ellos mismos y sus seguidores. Estos 'profesores' escriben libros, publican en blogs, se mantienen muy activos en redes sociales y realizan cursos y seminarios para hombres heterosexuales con problemas a la hora de relacionarse con mujeres o, para simplemente, “hombres del montón” - según los términos de algunos de éstos gurús de la seducción femenina. Pero, sobre todo, ganan dinero transmitiendo sus “enseñanzas”.
Existe una muy cuestionable industria de la seducción, en España y en muchos otros puntos de Occidente. Rachel O'Neill, investigadora de la London School of Economics (LSE), probablemente conozca mejor que nadie este mundo, capaz de representar, en dinero, 100 millones de dólares (unos 86 millones de euros), según algunas estimaciones.
“No estoy segura de la validez de esa cifra, pero el alcance comunicativo de los 'profesores' de la seducción es enorme”, dice O'Neill a eldiario.es, aludiendo a los centenares de miles de seguidores a los que pueden llegar las enseñanzas de los supuestos maestros del ligue. Ella ha pasado casi una década estudiando en Londres lo que allí se conoce como la “comunidad del ligue”. El término, en realidad, es equívoco. Más que de una comunidad, hay que hablar de industria.
“Siempre se habla de la comunidad de la seducción o comunidad del ligue [en inglés PUA Community] pero es una industria, porque hay gente que está facilitando servicios o productos y gente pagando por ellos, es una industria”, mantiene O'Neill. “No es una comunidad como ellos dicen, porque los hombres que enseñan en esto de la seducción lo hacen para sacar un beneficio empresarial”, agrega.
Esta canadiense afincada en la capital británica es la autora del libro Seduction: Men, Masculinity and Mediated Intimacy o “Seducción: Hombres, Masculinidad e Intimidad Mediada” (Ed. Polity, 2018). Ese volumen surge de catorce meses de intenso trabajo dentro de la industria de la seducción de la capital del Reino Unido. De ahí surgió una tesis doctoral defendida en la universidad King's College de Londres.
Según O'Neill no hay, de momento, buenas estimaciones sobre cuánto dinero puede generar la “comunidad” londinense que ella lleva años estudiando. Sin embargo, “muchos de los 'profesores' con los que hablé hacen suficiente dinero como para vivir en Londres, que es una ciudad cara”, apunta la ahora investigadora del LSE. “Puede que no estén moviendo cantidades ingentes de dinero pero tienen públicos enormes”, agrega, aludiendo a la capacidad de influencia de los líderes de la industria de la seducción. “Al final del año puede que sí hayan ganado dinero, pero su capacidad para llegar al público es mucho mayor”, insiste O'Neill.
Seminarios a 800 euros
Como buena industria, la seducción tiene una serie de productos estrella. “La industria provee guías, que suelen ser libros autobiográficos y que te dicen cómo interactuar con mujeres, también hay vídeos instructivos en Internet, algunos son gratis y por otros se paga, existen, además, programas de clases que el interesado cursa en una tarde, un fin de semana, una semana o incluso más”, explica O'Neill. “Todos estos programas se presentan como 'educativos' y los costes de los mismos varían. Un libro puede costar diez euros, un curso de fin de semana puede costar 800 euros, hay muchos precios”, abunda.
En España, la página de internet de David Conde, que versa sobre “seducción, viajes y estilo de vida” y está destinada a “hombres que no nacieron alfa”, se llama “Comunidad RedPill”. En ella se pregunta al visitante: “¿Te gustaría que yo personalmente te ayudara a aumentar tu éxito con las mujeres?”. Debajo de esa pregunta hay un enlace al libro del autor: “Cómo ser un hombre de estatus”. Adquiriendo ese volumen por 29.99€ se incluye en el envío tres e-Books.“5 consejos para una primera cita perfecta”, se titula uno de ellos.
O'Neill ha seguido durante casi una década la producción de este tipo de contenidos en la industria de la seducción del Reino Unido. Para su tesis y la realización de Seduction: Men, Masculinity and Mediated Intimacy, participó en eventos, también leyó blogs, libros, ingentes cantidades de e-mails promocionales, realizó infinidad de entrevistas y vio los vídeos del sector. Llegó a presenciar sesiones en tête à tête entre los responsables de las formaciones y los alumnos. Eso incluye formaciones sobre “psicología femenina” y acciones de “práctica” en cafés, bares, museos y todo tipo de espacios públicos. En esas salidas, los alumnos aplican lo aprendido abordando a mujeres en dichos lugares.
“Estamos hablando de seminarios o clases muy intensos, en los que se trata cómo andar, cómo estar de pie, de qué hablar, qué tipo de conversación desarrollar y cómo llevar la conversación, cómo organizar una cita, cómo llevar a las mujeres a cenar, a tu casa, cómo crear atracción, desde el principio, hasta el beso o hasta ir a la cama. En realidad, enseñan a cómo ser un hombre”, expone O'Neill.
“No es sólo que te enseñen a ligar, o te enseñen a decir una frase o dos que te permitan flirtear. Te enseñan cómo coreografiar la experiencia de la intimidad, cómo crear la impresión de confianza, de atracción, de deseo; es, por tanto, mucho más que técnicas de flirteo”, abunda.
Cursos sobre mujeres sin mujeres
Todo esto lo ofrecen “profesores” sin cualificación, “porque no existe una cualificación académica reconocida sobre la seducción”, recuerda O'Neill. “En la industria, para ser un formador, para reivindicarlo, tienes que demostrar que eres un experto, y eso se demuestra yendo fuera, encontrándote con mujeres, hablando con ellas y acostándote con ellas, tienes que demostrar que tienes experiencia sexual para generar interés en clientes potenciales”, explica.
En una sesión de una de estas formaciones dedicadas a la seducción en la que hubo proyección de imágenes en una sala a oscuras, al volver la luz al cuarto tras terminar la exposición del 'profesor', alguien vio a O'Neill y preguntó: “¿Qué hace una mujer aquí?”
No son espacios este tipo de clases muy dados a considerar a las mujeres. O'Neill sólo dio en su investigación con tres de ellas. Las tres eran “formadoras” que reivindicaban su condición de mujer para decir qué le gusta de los hombres al sexo opuesto.
Cabe preguntarse, sin embargo, por cierta misoginia que podría estar vehiculándose en estos cursos, a la vista de lo que se entiende por ser un alumno de éxito. Jake, uno de estos aventajados discípulos, contando a otros estudiantes primerizos, es citado así en un curso presenciado de O'Neill: “Estuve destruyendo a las chicas. Se deshacían en mis manos. Era fantástico”.
Problemáticas “enseñanzas”
“La industria plantea varios problemas, primero, porque se rige por normas de género muy básicas, donde los hombres y las mujeres deben desempeñar un papel limitado, y donde las ideas de masculinidad y feminidad son muy restringidas”, plantea O'Neill. Tanto es así que estos cursos lo que hacen es “encajar a la gente en papeles que interpretar en lugar de prestar atención a la persona que tienes delante en una cita”, agrega. La industria de la seducción, en suma, plantea la supuesta existencia de un guión de interacción que seguir. Cumpliéndolo a rajatabla, la seducción pasa a ser una suerte de trabajo.
“La industria le está diciendo a los hombres que trabajen en el sexo y en las relaciones. Esto es también un problema, porque se dice a los hombres y a las mujeres que todos tenemos que ser empresarios del sexo y de las relaciones”, según O'Neill. “Lo que se dice es que uno tiene que trabajar en la marca que es uno mismo, en el contenido de esa marca y en el marketing de la misma, para después venderte en el mercado del sexo que está ahí afuera”, abunda.
Como empleo, es un trabajo frustrante que se hace al servicio de la propia industria más que al del propio trabajador. O'Neill conoció en sus días de estudio, mayormente, hombres frustrados. “Cuando un alumno no consigue la promesa que se le ha hecho, los hombres pueden convertirse en obsesivos, frustrados y pasar a estar llenos de resentimientos, a veces esos sentimientos se dirigen a la industria en sí, en otras ocasiones contra ellos mismos o contra las mujeres. Esto puede desencadenar situaciones preocupantes”, explica la investigadora del LSE.
“Interactuar con mujeres como si fuera una inversión”
Otro escenario que se puede plantear, para el alumno que sale mejor parado en la formación, es que decida inscribirse en otro curso para seguir mejorando sus “técnicas de ligue”. En este sentido, “la industria se retroalimenta, los hay para los que nunca es suficiente”, según O'Neill.
También existe esa idea en la industria de que las relaciones hombre-mujer se rigen como si fueran una cuestión empresarial, donde hay inversiones y se exigen resultados. “Si uno piensa en las interacciones con las mujeres como si fuera una inversión para obtener un resultado, no estás interactuando de una forma muy humana, porque estás centrado en el resultado, no en la experiencia de encontrarte con otra persona”, subraya O'Neill.
Según ella, la industria de la seducción no sería más que el resultado de qué ocurre con la influencia del neoliberalismo sobre el sexo y las relaciones sociales. “La industria de la seducción representa el modo en que la lógica del neoliberalismo se ha metido en todas las áreas de nuestra vida. Ya pasó en la educación o la sanidad. La industria de la seducción constituye la entrada en la esfera íntima”, sostiene O'Neill.
“Actualmente, con la industria de la seducción, pero también otros espacios cómo aplicaciones de citas, se nos está empujando a hombres y a mujeres tener citas y a tener intimidad en términos empresariales”, adhiere. El neoliberalismo ya se ha colado en muchas camas.