Isidoro Álvarez (Borondes, Asturias 1935) ha fallecido a los 79 años de edad en el Hospital Puerta de Hierro de Madrid donde estaba ingresado desde el miércoles 10 de septiembre. La coincidencia temporal de su muerte con la de Emilio Botín no puede obviarse. Álvarez y Botín eran dos de los empresarios más importantes de España. De una España muy similar, de la de estirpe empresarial, linaje de familia y empresa forjada con el carisma de un apellido. Apenas se llevaban unos meses de vida (Álvarez era algo más joven) y su desaparición acelera el ocaso de un modelo de patrones empresariales que han regido la historia económica de España en el último siglo.
A diferencia de Botín, Álvarez sí había dado signos de mala salud en los últimos tiempos, aquejado por una dolencia respiratoria. Su muerte ha estado incluso precedida por un ingreso hospitalario. Sin embargo, como en el caso del banquero cántabro, Álvarez ha estado hasta el último momento pilotando la empresa familiar. Hace apenas dos semanas estuvo en la Junta de Accionistas de El Corte Inglés. Eso sí, con un aspecto mucho más desmejorado que el de Emilio Botín.
Precisamente, en esta última Junta, El Corte Inglés tomó una decisión que marcará el nuevo rumbo de la empresa y que supone en este momento de inflexión la diferencia crítica en el rumbo de los grandes almacenes:el nombramiento de Manuel Pizarro, ya adjunto a la presidencia, como consejero.
El expresidente de Endesa (y diputado del Partido Popular durante dos años), estaba o está llamado a dar un vuelco a una de las principales empresas de España. Este último ejercicio -el año fiscal de El Corte Inglés finaliza en abril- fue el primero en seis años en el que la entidad logró mejorar beneficios. Pero todo gracias a la magia contable y a los créditos fiscales. Un año más, la facturación volvió a caer.
Pizarro tiene como misión enderezar el barco. Además de la reestructuración de la deuda, que ha culminado antes de su nombramiento, él puede ser el que ponga finalmente a los grandes almacenes en la órbita internacional y el que prepare su salida a bolsa. Estas son las dos asignaturas pendientes de la entidad, las que tenía pensado afrontar ya antes del comienzo de la crisis en 2007 y que se fueron al traste debido a la dureza de la recesión.
Y eso que en el último ejercicio se ha desprendido de un importante lastre gracias a, precisamente, Emilio Botín. El Corte Inglés cerró el pasado ejercicio la venta del 50% de su financiera a Santander, aligerando así el peso de la carga de la deuda que apenas dejaba avanzar a la entidad. Botín salió al rescate de Álvarez, como tantas otras veces los grandes empresarios españoles se han ayudado.
Álvarez ya no verá culminada, casi ni esbozada, ninguna de estas dos tareas que son las que deben ayudar a la entidad a dar el salto cualitativo. El mercado interior de la Península Ibérica ya está más que maduro para los grandes almacenes y no hay margen para crecer. La previsión de varios años de consumo anémico no invitan a pensar que, aunque se estabilice la crisis, un modelo de consumo de media y alta gama como el que vende la entidad esté llamado a aumentar sus ventas. En retirada están algunas de las apuestas de los últimos años como Opencor y Bricor, cuyos cierres se están acelerando.
Para crecer fuera, la necesidad de captar más capital en bolsa es imperiosa. El grupo ha sido reacio a dar este paso porque supone, de inmediato, una pérdida de control de la compañía de raíces familiares. Por no hablar del destape integral de las cuentas que debe hacer una empresa que quiere cotizar en el mercado.
La internacionalización y la entrada de inversores harían dar el salto, de una vez, al mayor empleador de España (92.000 personas en plantilla) y pasar de ser una empresa familiar a una gran empresa. También las relaciones con sus trabajadores (el comité de empresa está dominado por dos sindicatos favorables a la marca) y el gobierno corporativo son flecos en la gestión de la entidad.
Línea sucesoria
A diferencia de Santander, al no cotizar en bolsa El Corte Inglés no tiene urgencia por convocar el consejo de administración ni la Junta de Accionistas. Cuando falleció el anterior presidente, Ramón Areces, el consejo de Administración se reunió 48 horas después y la junta de Accionistas casi un mes más tarde. No hay título bursátil que se pueda desestabilizar en la espera. Pero como en el banco rojo, el consejo de administración está copado por la familia, por lo que la sucesión debería ser continuista.
Hace un año, se nombró a Dimas Gimeno, su sobrino, director general de la compañía. El movimiento parecía poner en bandeja de plata que otro miembro del clan tomara las riendas de la entidad, como así puede ocurrir.
El propio Álvarez fue nombrado sucesor del que fuera su tío, y co-fundador del imperio de la distribución, Ramón Areces. Al igual que está sucediendo ahora, Álvarez tomó primero el cargo de director general y no fue hasta 1989, con la muerte del fundador, cuando ejerció como presidente.
Si se confirma que es Gimeno el que toma el relevo el cambio al menos a nivel estético sería importante. Gimeno tiene en la actualidad 39 años y fue uno de los encargados de pilotar el desembarco de El Corte Inglés en Portugal, hasta ahora su única pica fuera de España. Gimeno ha sido formado para heredar el cargo y la diferencia de edad es notable: cuando Álvarez tomó las riendas de la entidad ya tenía 55 años. Con todo, Pizarro (que supera ampliamente los 60) ejercería de contrapeso en experiencia en el consejo.
Gimeno, eso sí, tiene una mancha en su expediente: la de haber formado parte en tres ocasiones de una lista electoral por la Falange. eldiario.es destapó el pasado verano el escándalo pero tanto el partido como el hermano mayor de Dimas salieron en su defensa asegurando que había sido inscrito en las listas sin haber tenido conocimiento.
El nombramiento de Gimeno tuvo lugar, eso sí, una vez que se habían disipado los problemas de reparto de las acciones que tuvieron a la entidad en pleitos durante años. Otro de los sobrinos de uno de los fundadores, César Areces, llevó a juicio a la compañía por valorar su paquete de acciones (del que se quería desprender) muy por debajo de lo que él consideraba justo. Al no cotizar en bolsa, el valor de El Corte Inglés es una de las cifras más misteriosas para el mercado.
Finalmente, en 2007, la jueza le dio la razón al sobrino díscolo y valoró su participación en la empresa en 98,5 millones de euros, frente a los 35 que se le habían ofrecido. Con esta tasación, el valor de los grandes almacenes hubiera sido de 14.000 millones de euros. Bien distinto habría sido si el juicio se hubiera resuelto a día de hoy tras seis años de crisis y un modelo de negocio poco definido.
Sea como fuere, Gimeno se enfrenta ahora a su prueba de oro. Con él, la entidad debe dar el salto y la posición a El Corte Inglés que la crisis le ha arrebatado. Conservando, eso sí, las marcas de la casa: la razón al cliente que tiene vía libre total en caso de reclamación y devolución, algo que marcó la diferencia durante años en materia de distribución en España; las facilidades de la tarjeta de crédito y la amplísima, casi inabarcable gama de productos que se pueden encontrar en sus locales y que le hacen diferente a los otros grandes del sector europeo.
En su última lista, Forbes situaba a Isidoro Álvarez como el milmillonario 1.203º de su lista al calcularle un patrimonio de 1.450 millones de dólares (algo más de 1.100 millones de euros) y en la lista española de ricos estaba situado en la posición número 21. Botín ya se había caído de este listado de Forbes.
Sin embargo, la discretísima vida de Álvarez hubiera hecho muy difícil que se le reconociera por la calle. Sin hijos, sin pertenecer a una familia de la jet (aunque su familia ha estado especialmente ligada a las hermanas Koplowitz) y sin codearse con otros apellidos de renombre, Álvarez se va sin que apenas se haya podido hablar de su figura, ni tampoco de su empresa, uno de los principales anunciantes de España en los medios de comunicación.