José Antonio Ocampo (Cali, 1952) es un economista colombiano que ha ocupado distintas responsabilidades en organismos internacionales y en su Colombia natal. Allí fue ministro de Hacienda en los años noventa, durante el Gobierno de Ernesto Samper. Ahora, Ocampo es profesor en la neoyorquina Universidad de Columbia. Además, preside la Comisión Independiente por la Reforma de la Fiscalidad Corporativa Internacional (ICRICT, en sus siglas en inglés), una organización nacida para unir a multitud de asociaciones y oenegés en favor de una tributación mínima común para las empresas multinacionales. Ocampo comparte el comité de este colectivo con nombres destacados como el Nobel de Economía Joseph Stiglitz, los economistas Thomas Picketty y Gabriel Zucman, o la antigua eurodiputada y líder de los verdes franceses, Eva Joly. Esta organización abogaba por un impuesto mínimo del 25%, por lo que se ha mostrado crítica con el acuerdo alcanzado por el G7 el pasado fin de semana.
Su organización nació enfocada en la defensa de una mayor y mejor tributación corporativa [en España Impuesto sobre Sociedades] ¿Por qué consideran este impuesto tan importante?
Es el impuesto mas importante para los países en desarrollo y además es un determinante fundamental de la distribución del ingreso público. Está claro que hay cada vez más evidencia de que la bajada de impuestos corporativos, normalmente asociada a beneficios fiscales para las estructuras de altos ingresos, han terminado generando una mala distribución del ingreso. La idea de que uno baja impuestos corporativos y crece la inversión tiene muy poco respaldo en la práctica. Por ambos lados es muy importante. Además, es el campo en el que se ha dado la mayor competencia tributaria. Una competencia tributaria que ha terminado por bajar las tasas de tributación, abriendo una gran posibilidad de eludir o incluso evadir impuestos, trasladando las sociedades a un paraíso fiscal o en un país con tasas de tributación muy bajas. La competencia tributaria ha resultado fatal y por eso la tendencia internacional es a fortalecer de nuevo los impuestos corporativos.
Su organización defendió en un comunicado tras conocerse el acuerdo del G7 de un impuesto mínimo del 15% para las corporaciones que ni era histórico ni era suficiente, ¿por qué?
Nosotros teníamos expectativas mucho más altas. Principalmente por la posición franco-alemana, que era la que impulsaba un impuesto mínimo. El ministro de Hacienda francés le pareció como a nosotros muy baja la tasa del impuesto del 15%. Teníamos además una expectativa fuerte por la posición del Gobierno de Joe Biden que había, a través de su secretaria del Tesoro [Janet Yellen], apoyado una tasa del 21%, que nos parecía mucho más apropiada. La tasa del 15% es demasiado cercana a las tasas de países de baja tributación como Irlanda y Suiza. El efecto puede ser muy bajo sobre la recaudación.
La crisis sanitaria ha abierto una ventana de oportunidad para impulsar un acuerdo de tributación mínima, ¿cree que al situarse en el 15% se ha perdido la oportunidad?
Bueno, no es totalmente perdida. La crisis anterior también abrió una ventana de oportunidad. De hecho, dio comienzo a este proceso que hoy se llama Marco Inclusivo de la OCDE, donde se tienen lugar estas negociaciones. Ya había habido acuerdos en 2017 y 2018 en materia de cooperación tributaria. Pero esta era otra oportunidad importante. La crisis del COVID19 la reforzó al hacer patente para todos los países que hay que elevar los impuestos para financiar y apoyar la recuperación. Aumenta el gasto público y se debe apoyar a las empresas y los hogares más afectados por esta crisis. Esto ha generado un discurso de aumento de impuestos que era principalmente inexistente antes de la crisis. Pero sí es un poco frustrante aunque hubo acuerdo, tanto en materia de impuesto mínimo a nuestro juicio demasiado bajo, como en permitir que las empresas tengan que tributar aunque no tengan presencia fija. Por ejemplo Netflix vende en todo el mundo pero, ¿dónde tiene presencia física?. Aunque no tengan residencia fiscal obtienen, digamos, una segunda residencia fiscal en términos del impuesto de sociedades.
La idea de que uno baja impuestos corporativos y crece la inversión tiene muy poco respaldo en la práctica
¿Qué ha cambiado entre la crisis pasada y la actual para que ahora sí haya acuerdo? ¿Es solo la cuestión sanitaria o hay también un cambio ideológico?
Cuando uno ve el origen para una cooperación tributaria internacional, en 2012, había un relativo acuerdo. El problema básico fue el cambio de la administración de EEUU, de Obama a Trump, que dificultó este proceso. El acuerdo de 2017 no fue firmado por EEUU y el año pasado dio a entender que no iba a ser parte de ningún acuerdo. Digamos que el elemento positivo aquí es que el Partido Demócrata volvió al Gobierno. El Republicano estaba a favor de bajar tasas corporativas e impuestos a la población de altos ingresos. Esto ha generado un efecto distributivo adverso.
Los distintos informes, por ejemplo el presentado la semana por el Observatorio Fiscal europeo, muestran que el salto de recaudación es muy grande entre un impuesto del 15% a uno del 21%
Por eso apoyamos una tasa más alta. Queremos que haya más recursos tributarias. Por factores de financiamiento público pero también por razones distributivas. Hay que recordar que nuestra propuesta del 25% es anterior a toda esta cuestión. También en las Naciones Unidas se propuso que estuviera entre el 20 y el 30%. Esa fue la propuesta. La propuesta que uno veía que estaba sobre la mesa con alguna posibilidad era la del 21%. Todos los cálculos, también de la OCDE, muestran que la diferencia en términos de recaudación es considerable. El 15% da muy poco. Es muy importante para los países en desarrollo que son mucho más dependientes de los impuestos corporativos.
Ustedes consideran insuficiente el nivel del 15% pero, ¿creen que pueda servir como un primer paso sobre el que avanzar en los próximos años?
Tengo la esperanza todavía de que eso ocurra durante esta negociación. EEUU y Francia están de acuerdo con un impuesto más alto. Veremos la discusión en el G2 para ver si logran un acuerdo más positivo que el del G7. En adelante podría también aumentarse pero es que para adelante es muy lejos. Si uno toma como punto de partida de esta negociación el año 2012, este acuerdo llega nueve años después. Si lo dejamos para dentro de nueve años, el efecto va a ser muy limitado.
El presidente del Eurogrupo, el ministro de Finanzas irlandés, Pascal Donohoe, enfrió las expectativas levantadas tras el acuerdo del fin de semana. ¿Teme que países como Irlanda y otros que tienen una política fiscal agresiva logren hacer todavía más laxo este tipo mínimo?
Habrá que ver el G20 porque tienen posiciones que pueden ser controvertidas. Por ejemplo la china, que no se sabe bien cuál es. Los países en desarrollo dependen mucho más de este impuesto que los países desarrollados. En cualquier caso, ninguno de esos países con una baja fiscalidad está en el grupo de los 20. Yo soy relativamente optimista de que va a haber un acuerdo ambicioso. He tenido ocasión de hablar durante el último año con los representantes franceses y alemanes y ellos se muestran algo más ambiciosos. Y además hay un proyecto del Parlamento Europeo que ha estado rondando durante un tiempo sobre un impuesto unificado de la Unión Europea. Ojalá se fuera en esa dirección. Establecería un principio de cooperación tributaria mucho más ambicioso.
¿Quién gana y pierde con esta imposición común?
Pierden las multinacionales que estén evadiendo impuestos. Son los principales perdedores. También las empresas digitales que son las que están rehuyendo impuestos. Y yo creo que ojalá pierdan los paraísos fiscales, aunque esto está por verse. También pierden los países con baja tributación como Irlanda y Suiza, que esos son los que esconden responsables de esta competencia tributaria que han tenido efectos muy negativos.
Ojalá pierdan con el acuerdo los paraísos fiscales, pero eso está por verse
Usted habla precisamente de los paraísos fiscales, ¿habría que impulsar un cambio en la definición de qué territorios lo son para incluir a otros países como Irlanda, Suiza Luxemburgo u Holanda que también hacen una agresiva competencia fiscal?
Este es un buen punto. En Europa sí que hay que añadir a Luxemburgo y Holanda. Pero digamos que paraíso fiscal se le llama al que no tiene impuestos. Otro asunto son los países de baja tributación. Estos son los que han impulsado la competencia fiscal. Es muy diferente de todas maneras un paraíso fiscal en sentido tradicional, que se utiliza mucho más por personas de altos ingresos para no pagar impuestos. Los países con baja tributación no son paraísos en el sentido tradicional del término pero sí contribuyen y tienen un efecto similar en erosionar las fuentes tributarias de otros países.
Este tipo de medidas llevan consigo el rechazo de algunos sectores que defienden que subir los impuestos a las empresas afectará al crecimiento económico y a la creación de empleo. ¿Cree que un acuerdo como este puede desterrar finalmente ese argumento?
Espero que prevalezca lo que dicen las investigaciones sobre ese tema. Hay mucho estudio sobre el efecto de la baja de tributación de EEUU tanto en el Gobierno Reagan como en el de Trump y en ninguno de los dos casos hubo un aumento de la inversión. En ninguno de los dos. Lo que han aumentado son las operaciones financieras que se reflejan en compra de acciones por parte de las empresas o mayor distribución de dividendos. Son dos efectos que tienen un impacto distributivo adverso. La baja tributación corporativa termina teniendo efectos negativos. Por otro lado, la investigación del FMI concluye que países con baja tributación como es el caso de Irlanda atraen capitales financieros, no atraen más inversión real. Es decir, el beneficio es limitado incluso para esos países. La interpretación que tenemos muchos de nosotros es muy parecida a la posición que ha asumido la administración Biden: aumentando los impuestos corporativos no se afecta negativamente la inversión privada. Lo que dice esta administración, y yo creo que es correcto, es que el aumento en la tasa de impuesto corporativo no afectará a la inversión pero sí va a generar unos recaudos gubernamentales con los cuales se podrá ampliar la inversión pública que va a tener, esta sí, efectos positivos. Esta es la interpretación correcta.
EEUU y la Unión Europea son dos actores fundamentales en este acuerdo pero en su interior tienen territorios que pugnan en esta competencia fiscal, ¿deberían terminar con esas diferencias internas?
EEUU está siendo muy claro, tiene un mecanismo que es la tasa que cobra sobre las ganancias mundiales de las empresas. Es la que el presidente Biden ha dicho que aumentará al 21% y la tasa corporativa básica va a ser del 28%. EEUU sí tiene unas normas claras. En la UE, como no hay una tributación común, cada país tendrá que hacer su ajuste, pero una de las virtudes que tienen estos acuerdos es que se aplican a todos los acuerdos bilaterales y multilaterales. La legislación nacional, o regional en el caso europeo, tendrá que incorporar estas nuevas normas. Y ojalá, más aún, se avance en la idea del impuesto corporativo común en la UE.
Usted ha mencionado la importancia de los impuestos corporativos para los países en desarrollo, pero algunas organizaciones como Oxfam Intermón ha criticado que con el impuesto mínimo al 15% se va a aumentar la brecha con los países más ricos, ¿comparte esta crítica?
Los países menos desarrollados, como normalmente tienen más dependencia de este impuesto, tienen tasas más altas. Si el impuesto no se acerca a la tasa que tienen los países latinoamericanos o de África, el impacto sobre ellos va a ser muy limitado.
¿Qué otras medidas fiscales a nivel internacional se deben aprobar más allá de esta figura del impuesto corporativo mínimo global?
Lo importante es adoptar los mecanismos para provocar que las utilidades se reporten en el lugar de la actividad económica, tanto la producción como la venta. Hubo avances pero se tiene que avanzar más en el futuro. Debe haber mucho más control sobre las empresas digitales, pero también que una empresa multinacional no termine reportando ganancias por ciertas actividades de la empresa en paraísos fiscales o en zonas de baja tributación. El tema más importante es la propiedad intelectual o los derechos de marca. Si los derechos de marca de una empresa multinacional están en Bermudas, de todo el mundo le pagan a esa subsidiaria de Bermudas la propiedad intelectual. Esto ocurre, dicho sea de paso, mucho con Irlanda. Es especialmente lo que se registra allí. La propiedad intelectual debe realizarse donde se produce la producción y la venta, no en un sitio donde artificialmente se sitúa la propiedad. Incluso una cosa muy curiosa es que ni siquiera es donde se desarrolla la investigación. En el caso de Apple la investigación se hizo en EEUU, el impuesto o la utilidad por la propiedad intelectual debería ser un ingreso de EEUU, no de Irlanda.
Ya para terminar. Tras la crisis de 2008 escuchamos aquel famoso “vamos a refundar el capitalismo”. ¿Teme que el impuesto corporativo mínimo global corra la misma suerte o el acuerdo ya es un punto de no retorno?
Yo creo que sí hay avance, pero el retorno siempre es posible [ríe]. Sí creo que hay un avance sustancial de reconocer el principio de que debe haber una tasa mínima mundial y de que debe haber otras normas que garanticen que los impuestos se paguen donde las utilidades se hacen, no donde se registran. Se hizo avance en 2017 y ahora habrá otro avance. Una cosa que sí es muy importante en esta crisis, y ha remarcado la importancia de la tributación, es que todos los países van a tener deuda pública mucho más alta y el tema tributario se convierte en mucho más importante. También con unas vulnerabilidades sociales muy acrecentadas. Es el reconocimiento de que la tributación es muy importante y eso no ocurrió de la misma manera en la anterior crisis. Ahora las repercusiones se han dado en todo el mundo. En la crisis de entonces, no.