El jueves pasado, en su rueda de prensa posterior a la reunión de política monetaria del consejo de gobierno del BCE, Mario Draghi habló extensamente de política fiscal. Se ha puesto el acento en su llamado a que los países en una posición fiscal más holgada –con baja deuda pública y superávit presupuestario– la usen para estimular la economía. En particular, las miradas se dirigen a Alemania. Pero Draghi hizo mucho más. Acusó a las autoridades fiscales de no hacer su parte durante el periodo de recuperación que dura ya seis años, e insinuó que la política monetaria ha llegado a sus límites.
En cuanto a la categoría de países con una posición fiscal más apretada, entre los que está España, Draghi no les pidió políticas fiscales prudentes sólo porque el pacto fiscal europeo exija una reducción de deuda. Lo hizo por la necesidad de dar recorrido a los estabilizadores automáticos, las políticas de compensación de rentas que entran en acción durante una recesión.
Esta referencia inusual y explícita a los estabilizadores automáticos puede ser la admisión más clara, bien que oblicua, hecha nunca por Draghi de la posibilidad de una recesión en ciernes.
Las conferencias de prensa de los bancos centrales comienzan con declaraciones formulaicas en las que cada palabra está medida, y no suelen diferir mucho de una vez a la siguiente. En este caso, hay diferencias significativas entre la declaración que abrió la conferencia de prensa anterior, a finales de julio, y la del jueves pasado.
En julio, la posición fiscal ligeramente expansiva de la zona euro apoyaba la actividad económica. En septiembre, ha pasado a apoyarla “algo”. Parece una tontería, pero sólo introducir una palabra más pasa de expresar que la política fiscal es suficientemente expansiva a sugerir que es insuficiente.
Lo que es nuevo es la observación de que la debilidad de las perspectivas económicas y la persistencia de los riesgos a la baja hacen necesario que los gobiernos con posiciones fiscales holgadas actúen de manera efectiva y a tiempo. La apelación a las perspectivas negativas le da un sentido de urgencia a la recomendación de que los países que puedan hacerlo gasten más, que por cierto estaba ausente por completo de la declaración de julio.
Sobre los países altamente endeudados, en julio el BCE sólo decía que debían reconstituir sus colchones fiscales, es decir reducir el déficit. Pero ahora, en septiembre, el BCE dice que los gobiernos deben ser prudentes y crear las condiciones para que los estabilizadores automáticos actúen libremente. Tanto la apelación a la prudencia como la mención de los estabilizadores automáticos son nuevas este mes, cuando se enfatizan las perspectivas negativas y los riesgos a la baja.
Y ¿por qué sería necesario asegurar que los estabilizadores automáticos tienen recorrido? La única razón para ello puede ser la expectativa razonable de una recesión, ya que los estabilizadores automáticos son herramientas tales como el seguro de desempleo que entran en acción cuando la economía se ralentiza.
Por tanto, es razonable concluir que el BCE está advirtiendo del riesgo creciente de recesión en el corto a medio plazo. Lo hace de manera oblicua para evitar desatar un pánico, pero el mensaje está claro sobre todo en comparación con lo que el propio BCE decía hace sólo seis semanas. En respuesta a una pregunta sobre las predicciones de recesión en Alemania, Draghi dijo que el BCE considera pequeña la probabilidad de recesión en el conjunto de la zona euro, pero que esta probabilidad ha aumentado.
Draghi suele tomar la primera pregunta de la prensa como excusa para elaborar la declaración inicial, y en esta ocasión no dejó pasar la oportunidad de comentar en detalle la posición del BCE sobre política fiscal. Dijo, en primer lugar, que el consejo de gobierno había sido unánime sobre la necesidad de que la política fiscal se convierta en el principal instrumento de estabilización económica, por encima de la política monetaria. Según Draghi, en otras jurisdicciones la inflación es más alta –y, por tanto, más cercana al objetivo del BCE– a pesar de que la política monetaria ha sido similar. La diferencia es que la política fiscal ha jugado un papel mucho más activo que en la zona euro.
En este punto, la crítica de Draghi a las políticas de austeridad es acerba. Según él, se trata no ya del último par de años, sino de los últimos seis o siete, es decir todo el periodo de recuperación económica desde el pico de la crisis bancaria y de deuda pública: “Casi todo lo que se ve en Europa, la creación de casi 11 millones de empleos en un periodo corto de tiempo, la recuperación, el crecimiento sostenido durante varios trimestres, fueron en gran medida producto de nuestra política monetaria. Hubo muy poco más, claro que hubo reformas estructurales en algunos países. Así que ya va siendo hora de que la política fiscal se haga cargo”.
En dos ocasiones, Draghi argumentó que la política monetaria expansiva habría actuado más rápido si hubiese ido acompañada de una política fiscal también expansiva. Pero este no ha sido el caso. Y, si la política monetaria hubiese actuado antes, los efectos secundarios de políticas tales como los tipos negativos y las compras de bonos se habrían reducido. Sin mencionar a Alemania, con estas observaciones Draghi entra de lleno a debatir el consenso alemán contra su política monetaria.
En Alemania dominan dos ideas. Una es la necesidad de reducir la deuda pública y sostener un superávit fiscal casi permanente. Esto llevó al país a introducir en 2009 en su constitución el llamado “freno de deuda”, que luego sirvió de modelo para el requisito del pacto fiscal europeo de que todos los estados miembros adoptasen reglas fiscales a nivel constitucional o casi. El resultado de esto en España fue la reforma del artículo 135 de la Constitución y la adopción de la ley de estabilidad presupuestaria con un techo de gasto.
La segunda idea que predomina en Alemania es que los tipos negativos son una penalización a los bancos, y poco menos que una expropiación de los ingresos por intereses a los que los ahorradores alemanes tienen un derecho inalienable. Lo que Draghi está diciendo es que, si no fuese por el freno de deuda alemán y políticas similares, lo que los alemanes llaman intereses punitivos y expropiación del ahorrado o no se hubiesen producido, o por lo menos habrían sido menos intensos y duraderos.
Pero lo más probable es que las palabras de Draghi caigan en saco roto en Alemania. Para empezar, hasta en el telediario se ha dado mucha difusión al hecho de que el BCE bajó el jueves el tipo de interés que paga a los bancos por sus reservas excesivas de –0,40% a –0,50%. Como estos tipos son negativos, esto es lo mismo que cobrarles, 0,40% antes y 0,50% ahora. De lo que la prensa alemana no está informando es de que el BCE ha eximido de este “interés punitivo” dos tercios de las reservas excesivas de los bancos de la zona euro.
El resultado es que el coste que tiene para los bancos la política de tipos negativos se va a reducir a menos de la mitad. Pero de eso no se informa en Alemania, para beneficio de partidos populistas xenófobos como Alternative für Deutschland que empezó su andadura como un partido anti–euro.
Así pues, dado el carácter del debate sobre política monetaria y fiscal, lo que menos cabe esperar es una expansión fiscal para prevenir la recesión en ciernes en Alemania. Y, desafortunadamente, aunque hubiese un consenso sobre la necesidad de estimular fiscalmente la economía alemana, es mucho más improbable que haya consenso para eliminar el freno de deuda de su constitución. Si viene una recesión, golpeará de lleno antes de que Alemania haga nada para compensarla.